martes, 9 de noviembre de 2010

Kafka /Elvis

              KAFKA/ELVIS



Hiperhíbrido de Pablo Gallo

       Los dibujos de Pablo Gallo que ilustran este artículo son alucinaciones gráficas que unen con elegancia dos de mis pasiones literarias: Kafka y Elvis. ¿Elvis, una pasión literaria? Ya lo creo, pero no por lo que escribió, sino por    lo que de él he escrito. Y aún podría añadir "musical", forzando un poco el encaje, porque, aunque no he podido escuchar las canciones con que Kafka celebraba el momento de la ducha, los que saben de esto hablan de la musicalidad inaudita de su prosa. Por desgracia mi oído y mi alemán de turista me excusan de seguir por ahí desentrañando absurdos, pero ya conocen los asiduos de estos Zapatos que, antes que disuadirme, mis incapacidades y contradicciones me alientan, de modo que así voy, de disparate en disparate, buscando la luz, ...aunque sea la de una bombilla de 45 voltios del cuartucho de una pensión en cuya cama patalea bocarriba un coleóptero de setenta kilos que se llama  Gregorio. Pues bien, a lo que íbamos: la clave de estos "hiperhíbridos", su tuétano filosófico, se encierra en esta pregunta: ¿Qué tema elegiría Kafka-Elvis en un karaoke? La cuestión no admite dudas para cualquier adelantado de la elvisología que se haya leído la obra completa de Kafka, que deben de ser miles: Love me tender, y no por la necesidad de afecto de los escritores enamorados e inseguros que cultivan el género epistolar, ni tampoco por la extravagante llamada de atención de un oficinista aburrido que se metamorfosea en insecto, a ver si así le hacen un poco más de caso, el pobre. No, amigos, no  va por ahí el tema. Love me tender es la canción que un Elvis vaquero, herido grave de un balazo, canta al final de la película del mismo título (1956), porque aunque esté agonizando tiene fuelle de sobra, que para eso es el Rey. Y es justo aquí donde Elvis y Kafka se dan la mano, en esa falta absoluta de solemnidad con que sus personajes se abocan a la muerte.

     En "La condena", "El castillo", "El proceso" o "La metamorfosis" sus protagonistas, agobiados por el rigor de la ley, corretean en busca de salida como insectos huyendo de la rociada exterminadora de Fogo o Cucal.

Hiperhíbrido de Pablo Gallo

     A punto de morir en "Love me tender", a Elvis le da por cantar una de amor. La escena debería ser trágica, pero no llega ni a melodramática. Lo trascendente se esfuma como en una película de humor.
     Kafka, con recursos muy diversos, llega a ese despojamiento. Lo que pasa es que se le ve venir de lejos, y esto despierta el mismo sentimiento con el que el espectador de una tragedia griega asiste a la consumación del destino del héroe.
     Esto, que por lo general no tiene gracia, ha influido en la imagen de tío agonías que tiene F.K., cuando la verdad es que fue un hombre muy de su tiempo, pendiente de los usos de la moda y practicante conspicuo de las tertulias de café, del que quienes le frecuentaban destacan su generosidad, su modestia y su talento. Pesa sobre K., además, una interpretación de sus obras que no atiende a las circunstancias históricas en las que fueron escritas, de modo que la ley, la policía, las costumbres, los usos burocráticos que sufren Josef K, Gregorio Samsa, Gregorio Bendemann o K no son los de un Imperio Austrohúngaro en descomposición, sino la Ley, la Policía, etcétera, en mayúsculas, lo cual es una generalización excesiva que sofoca  parte del humor subversivo que a veces destilan sus páginas.
     Para comprender esto último lo mejor es fijarse en la obra de otro escritor checo genial, Haroslav Hasek, nacido en el mismo año que Kafka, 1883, muerto un año antes -1923- de tuberculosis, igual que aquél, y autor de una de las novelas más divertidas de toda la historia de la literatura, "Las aventuras del buen soldado Svej", en  cuyo primer capítulo se narra el arresto de un tabernero por no haber  impedido que una mosca se cagara en un retrato del Emperador. Pues bien, la misma actitud de la mosca es la de Kafka.
       O sea, que "Love me tender". Y enhorabuena por esos dibujos, Pablo.


    

3 comentarios:

  1. Jalil Gibran, don Rafael Cansinos Assens, polígrafo sevillano y el gran escultor Ivan Meštrović también nacieron en 1883 y Robert L. Stevenson -hoy su aniversario- publicó ese año La Isla Del Tesoro. No hubo tuberculosis en sus vidas,creo, pero seguro que cantaban en la ducha y han despertado el mismo sentimiento con sus obras.
    Los héroes dejan de serlo cuando los conoces de cerca...Me alegro de no ser demasiado épica. Buen post -algo ácido y líquido- pero supongo que es tu nuevo estilo... Bienvenido a la palabra, faraón. Un abrazo, Mila

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  2. La de Kafka es la vida prestada de un hiperhíbrido, un hombre líquido con distintas identidades que no acaban de cuajar: alemán, checo, austriaco, centroeuropeo, judío. Si leemos las breves biografías al uso, no se ponen de acuerdo ni tan siquiera en la nacionalidad del escritor. La nacionalidad en la Europa que describe Stefan Zweig en “El Mundo de ayer” es tan difusa como las fronteras que cambian continuamente y que el furor nacionalista intenta fijar de un mazazo. Las fronteras moldean al hombre líquido como algo sólido, inalterable. En las fronteras difusas de la Europa de entreguerras es posible que un ciudadano nacido en cualquier lugar apartado de Centroeuropa desempeñara algún puesto político en Alemania. Con Hitler esto se acaba y nadie con identidad confusa o ascendencia poco clara tiene lugar en este mundo de fronteras inalterables; tanto es así que es borrado literalmente del mapa. La maldad implícita del canciller alemán es evidente, pero, por mucho que nos indignemos, él fue sólo un precursor, Tras la segunda guerra mundial, aquellos ciudadanos que no respondieran al perfil correspondiente de las nuevas fronteras nacionales tuvo que salir por piernas de la nueva Europa si no quería reunirse con las víctimas de Hitler.

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  3. Gracias a los dos. Celebro vuestros comentarios, que siempre me resultan instructivos, y subrayo el empleo que hacéis ambos de "líquido" como adjetivo, que ya mismo me está invitando a dibujar a Kafka de buzo.
    Un saludo cordial y bienvenidos de nuevo a estos "Zapatos".

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