El 26 de junio de 1929 Lorca llegó a Nueva York, cuatro meses antes de que la bolsa hiciera crac y empezara a repartir dividendos de miseria a manos llenas. Hacía cinco años que se había tasado con cuotas la inmigración europea, que ahora era menos bienvenida que nunca, porque estaban tan saturados de pobres, que en las calles los periódicos servían tanto de sábanas como de sudarios. Pero a un poeta que llegaba a gastos pagados a bordo del trasatlántico más lujoso de la época, el "R.M.S. Olympic", hermano pequeño del "Titanic", las puertas de la ciudad se le abrían de par en par, con alfombra, sin el engorro de tener que ser devuelto a casa por "indeseable" desde la isla de Ellis en aplicación de la ley del Congreso de 1917 que consideraba así a los homosexuales, epilépticos, polígamos, anarquistas y orientales (y no sé si en la letra pequeña decía también algo de los pelirrojos y de los zurdos).
En Estados Unidos estuvo durante ocho meses, en los que escribió uno de los poemarios más importantes del siglo XX. Su trayectoria vital se conoce muy bien, gracias sobre todo a la biografía que de él escribió Ian Gibson, la cual 32 años después de su publicación aún sigue siendo la gran obra de referencia, a la que habrá recurrido Carles Esquembre en busca de una documentación exhaustiva que le permitiera llevar al cómic no solo una sucesión de hechos, sino algo mucho más complejo: la indagación gráfica de las relaciones de un poeta con la ciudad que le inspiró. Para ello, aparte de una precisión documental con dos vertientes -la histórica y la gráfica- que aproxima su álbum al reportaje, Esquembre incluye con diversos recursos su propia lectura de la obra de Lorca, lo cual acerca su trabajo al discurso poético, de modo que en la misma página, y a veces incluso en la misma viñeta, la información narrativa se matiza, completa o incluso aparece supeditada a una imagen poética desarrollada gráficamente tanto desde una estética surrealista como expresionista.
La comparación de la fotografía con el dibujo ilustra bien la dimensión testimonial del cómic de Esquembre, beneficiada por el contraste de la línea clara con la que perfila detalladamente la figura de Lorca en todas las viñetas en relación al fondo de las panorámicas de la ciudad, representadas de modo fotográfico, con un hábil juego de negro y gris que recuerda con acierto el tono desvaído de las fotografías antiguas.
Son varias las imágenes icónicas de Nueva York que aparecen dibujadas: Central Station, Broadway, Wall Street, la Iglesia de la Trinidad..., de las que destaca, privilegiada con el espacio de toda una página, esta recreación de la fotografía del almuerzo de los obreros en una viga del Empire State:
En "Men at lunch", un documental dirigido por el irlandés Sean O Cualain y estrenado en 2012, se desmienten dos atribuciones que se han venido haciendo a esa imagen: la de su autoría (ahora se considera anónima) y la de su ubicación, que no corresponde al Empire State, sino al edificio RCA, parte del complejo del Rockefeller Center, lo cual no pasaría de ser una puntualización que no alteraría en nada el valor de la fotografía, pero es que resulta que el mismo documental plantea seriamente la posibilidad de que la viga estuviera muy poco por encima de la superficie de un piso. Esto explicaría la despreocupación de los obreros y dejaría al descubierto la intención del fotógrafo: desdramatizar el trabajo de quienes se jugaban la vida en lo alto de los rascacielos para persuadir a otros obreros a cubrir la demanda que se tenía de ellos.
Esa imagen de Lorca en el extremo de la viga, avizorando la ciudad, evoca sus versos de "Nueva York (oficina y denuncia)" aún con más fuerza, después de las revelaciones de "Men at lunch":
Yo denuncio a toda la gente
que ignora la otra mitad,
la mitad irredimible
que levanta sus muros de cemento
donde laten los corazones
de los animalitos que se olvidan
y donde caeremos todos
en la última fiesta de los taladros
Es precisamente esta deshumanización de la ciudad, que como un Moloc reclama el sacrificio de sus víctimas, uno de los ejes de "Poeta en Nueva York". Ian Gibson cita en su "Vida, pasión y muerte de Federico García Lorca" unas líneas de una de las primeras cartas que el poeta escribe a sus padres, en la que refiere su preocupación por un niño húngaro al que ha conocido en la travesía: "Este niño al que nunca más veré, esta rosa de Hungría que se mete en el vientre de New York en busca de su vida".
Esquembre convierte este recuerdo en el tema del capítulo 3, en el que incluye una extraordinaria metáfora visual que ilustra una oposición constante en el poemario entre la inocencia y la falta de piedad de Nueva York:
Hay que subrayar que la imagen es previa a la experiencia de la ciudad, tanto en la carta como en el cómic, lo cual nos lleva al territorio, siempre resbaladizo, de la construcción previa de la gran urbe en el imaginario lorquiano. Diversos autores han hablado al respecto de la influencia de "Metrópolis" (1926), de Fritz Lang, estrenada en Granada en febrero de 1928, entre los cuales Ian Gibson y Andrés Morales, quien en un artículo titulado "Metrópolis de Fritz Lang y Poeta en Nueva York de Federico García Lorca" profundiza en las relaciones temáticas entre ambas obras. Esquembre también ha visto esa influencia, de la que deja constancia en varias viñetas de su álbum. Una es la imagen de este Moloc de cuyas fauces pende el niño en una posición ambigua, tan pronto dispuesto a arrojarse hacia afuera como a ser engullido, que ustedes pueden comparar con este fotograma perteneciente a una escena en la que los trabajadores se dirigen hacia la boca del monstruo desde donde unos operarios los arrojan sin contemplaciones hacia el interior.
Pero más interesante aún resulta la incorporación de una serie de viñetas a lo largo de todo el álbum en las páginas pares que hacen de contraportada a las de inicio de los doce capítulos. Se trata de unas imágenes sin valor diegético que subrayan de manera simbólica su propósito, y en las que convergen, además, dos circunstancias que vale la pena remarcar. Por un lado, la construcción metálica de la figura de Lorca, que concluye con la asimilación del poeta por el paisaje urbano de la ciudad, está compuesta a partir de una serie de aristas metálicas que son justamente en sus poemas expresión inequívoca de dolor y violencia. Y por otro, su imagen recuerda a la mujer robot creada por el inventor Rotwang en "Metrópolis".
Me quedan aún por comentar algunos aspectos muy notables del relato de Esquembre. Por ejemplo, la incorporación gráfica de ciertas imágenes oníricas, el modo en el que adapta en el texto algunos versos y, sobre todo, el uso de la perspectiva en las viñetas. Pero no es mi intención ser exhaustivo. Tan solo pretendo aquí con este esbozo animar a los lectores de estos "Zapatos" a que disfruten de este cómic, y agradecer a Carles su trabajo, y a David Montesinos su generosidad.
Por último, incluyo para quien sabrá valorarlo una viñeta del capítulo 3 y una fotografía que tomé el pasado mes de abril.
Post data: Carles (y David), tenemos un café pendiente.
Son varias las imágenes icónicas de Nueva York que aparecen dibujadas: Central Station, Broadway, Wall Street, la Iglesia de la Trinidad..., de las que destaca, privilegiada con el espacio de toda una página, esta recreación de la fotografía del almuerzo de los obreros en una viga del Empire State:
En "Men at lunch", un documental dirigido por el irlandés Sean O Cualain y estrenado en 2012, se desmienten dos atribuciones que se han venido haciendo a esa imagen: la de su autoría (ahora se considera anónima) y la de su ubicación, que no corresponde al Empire State, sino al edificio RCA, parte del complejo del Rockefeller Center, lo cual no pasaría de ser una puntualización que no alteraría en nada el valor de la fotografía, pero es que resulta que el mismo documental plantea seriamente la posibilidad de que la viga estuviera muy poco por encima de la superficie de un piso. Esto explicaría la despreocupación de los obreros y dejaría al descubierto la intención del fotógrafo: desdramatizar el trabajo de quienes se jugaban la vida en lo alto de los rascacielos para persuadir a otros obreros a cubrir la demanda que se tenía de ellos.
Esa imagen de Lorca en el extremo de la viga, avizorando la ciudad, evoca sus versos de "Nueva York (oficina y denuncia)" aún con más fuerza, después de las revelaciones de "Men at lunch":
Yo denuncio a toda la gente
que ignora la otra mitad,
la mitad irredimible
que levanta sus muros de cemento
donde laten los corazones
de los animalitos que se olvidan
y donde caeremos todos
en la última fiesta de los taladros
Es precisamente esta deshumanización de la ciudad, que como un Moloc reclama el sacrificio de sus víctimas, uno de los ejes de "Poeta en Nueva York". Ian Gibson cita en su "Vida, pasión y muerte de Federico García Lorca" unas líneas de una de las primeras cartas que el poeta escribe a sus padres, en la que refiere su preocupación por un niño húngaro al que ha conocido en la travesía: "Este niño al que nunca más veré, esta rosa de Hungría que se mete en el vientre de New York en busca de su vida".
Esquembre convierte este recuerdo en el tema del capítulo 3, en el que incluye una extraordinaria metáfora visual que ilustra una oposición constante en el poemario entre la inocencia y la falta de piedad de Nueva York:
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Me quedan aún por comentar algunos aspectos muy notables del relato de Esquembre. Por ejemplo, la incorporación gráfica de ciertas imágenes oníricas, el modo en el que adapta en el texto algunos versos y, sobre todo, el uso de la perspectiva en las viñetas. Pero no es mi intención ser exhaustivo. Tan solo pretendo aquí con este esbozo animar a los lectores de estos "Zapatos" a que disfruten de este cómic, y agradecer a Carles su trabajo, y a David Montesinos su generosidad.
Por último, incluyo para quien sabrá valorarlo una viñeta del capítulo 3 y una fotografía que tomé el pasado mes de abril.
Post data: Carles (y David), tenemos un café pendiente.