sábado, 1 de mayo de 2010

Elvis y Stalin (2)

Elvis en el desierto de Arizona
  Lo que voy a referir no es el fruto de ninguna de mis alucinaciones ni tampoco de una revelación. La primera noticia me la dio el libro "Elvis people. The cult of the King", de Ted Harrison, del que ya he hablado aquí. Pero lo que sigue no es la mera paráfrasis de aquella anécdota, sino que va más allá, abriéndose camino entre patrañas, insolaciones y monsergas hacia una verdad profunda, como un tipo perdido en el desierto que a punto de morir de sed encuentra un saguaro y, sin preocuparse de las espinas, corta un pedazo, lo estruja y saca un chorrito de agua amarga que le salva la vida. Pues aquí van en tinta esas gotas salvadoras, sacadas del sermón que pronuncia el Reverendo Ervert Felton Dorsey sobre la cubierta de "La Palabra" -su barco de vapor e iglesia- en el capítulo primero de la tercera parte de mi novela "Zapatos de ante azul".
    "En una ocasión Elvis debía dejar Las Vegas para dirigirse a Phoenix. Sería a finales de la primavera o principios de verano. Algunos problemas personales le traían atribulado desde hacía tiempo. Necesitaba parar un poco, reflexionar, mirar hacia dentro, pero la vida tan intensa de actuaciones, grabaciones de discos y películas que llevaba no le dejaba tiempo para nada. Entonces tuvo una intuición de esas muchas que tenía, y una voz de su interior le dijo vete a Phoenix en coche. Y así lo hizo. Y Elvis escucho esa voz y desoyó a los que le tentaban con palabras como rapidez, urgencia, comodidad, compromiso, porque en aquel momento, hermanos, comprendió que los únicos compromisos que atan a un hombre son los que tiene primero con Dios y luego consigo mismo, así que a pesar de la distancia, del calor, de ese polvo finísimo que acaba metiéndosele a uno en la garganta –y no hace falta insistir en lo importante que era la garganta para él-, a pesar de esa luz tan insoportablemente hermosa que a veces te atraviesa los ojos como agujas y se te clava en el cerebro, a pesar de todo eso, hermanos, Elvis cruzó en un Cadillac las más de trescientas millas que hay de Las Vegas a Phoenix. Y no fue una travesía cualquiera, eso os lo puedo asegurar. Imaginad un Cadillac blanco a través de un mar de tierra calcinada, un paisaje ocre y sediento donde no se ve una brizna de hierba, ni siquiera matojos secos, sólo algún cactus polvoriento. Una árida llanura que a veces se resquebraja en angostos barrancos como si la misma tierra se retorciera por el calor, la sed y la locura. Imaginad a Elvis en ese Cadillac después de cinco horas al volante, ya se va poniendo el sol y en el cielo las nubes parecen rescoldos. Durante todo el trayecto venía preguntándose sobre sí mismo, sobre el sentido de su vida y, acostumbrado como estaba a meditar, el ritmo cansino de la conducción y el paisaje desértico propiciaron que fuera adentrándose en su yo más íntimo librándose de su propia impostura como quien quita una a una las capas de una cebolla. Y entonces, unos ventrudos cúmulos, algo ajironados por el viento de poniente rápidamente y de forma contraria a toda lógica compusieron una inequívoca silueta. Elvis comprendió enseguida que era la respuesta del cielo a su pregunta y se asustó. Detuvo el coche, salió y se arrodilló sobre el ardiente asfalto. “Oh, Dios mío, apiádate de mí. Dime que no es posible lo que estoy viendo. Si esto es lo que piensas de mí, no quiero seguir viviendo, lánzame un rayo y párteme en dos aquí mismo, Señor, te lo imploro” –dijo, y empezó a llorar. Desde luego, motivos no le faltaban, porque ¿sabéis de quién era la silueta que habían formado las nubes? No lo adivinaríais nunca. De Stalin. Sí, hermanos, imaginad su dolor: Elvis, arrodillado en el asfalto y llorando a lágrima viva. Pero a pesar de esa horrorosa visión su corazón latía con fuerza por amor a Dios, y cuando hizo acopio de fuerzas para enfrentarse de nuevo a aquello, la cara de Stalin se había transformado en la de Jesús, que le miraba sonriente. ¡Gracias, Dios mío, gracias! ¡Aleluya, hermanos, aleluya! Cantad conmigo:
                Give me understanding, Lord,
                That I might follow.
                Teach me from Your Word
                So that my heart be true.
                Guide me in the path of
                Righteosness,
                O father!
                Turn my heart to You.
                Turn my heart to You! […]                                       
            Gracias, hermanos, gracias, vuestro fervor me reconforta. Es ese mismo fervor, unido a la devoción que sentimos hacia Elvis, lo que me ha hecho organizar la travesía del desierto, desde Las Vegas a Phoenix, en recuerdo de ese hito en la vida del Rey cuya auténtica dimensión aún no os he explicado, pero que ya os voy a explicar, porque leo la curiosidad en vuestras miradas. En efecto, hermanos: Give me understanding, Lord / that I might follow. Que todos podamos seguir su ejemplo. ¡Aleluya!
            Y Elvis vio a Jesús que le sonreía y permaneció allí, de rodillas, en medio de la carretera, rezando y dando gracias al Señor, hasta que la nube recuperó su forma original de nube, entonces se levantó y justo a sus pies descubrió la piel de una serpiente de cascabel. La cogió con cierta aprensión y caminó con ella hasta un retorcido enebro con forma de cruz en el que antes no había reparado y que se le ofrecía ahora como un santuario en medio del desierto. Allí dejó su ofrenda: la camisa de la serpiente y las botas que calzaba, que eran también de piel de serpiente, rezó de nuevo y permaneció allí, de rodillas, bastante tiempo, hasta que pasó por la carretera un camión cargado de bobinas de cable eléctrico y el conductor hizo sonar su bocina. Entonces Elvis, descalzo, y transformado ya para siempre, subió a su coche y continuó hasta Phoenix. Fue un viaje tan fecundo en el espíritu del Rey y en el nuestro, que aquello no fue un viaje sin más, sino una auténtica peregrinación, y es con ese ánimo religioso con el que hace cuatro años que lo vengo organizando. Y creedme cuando os digo que todo aquel que nos ha acompañado ha vivido una experiencia extraordinaria que me recuerda a la que vivieron los judíos que siguieron a Moisés en el desierto, porque, en efecto, hermanos, Elvis, a su manera, es para nosotros un Moisés, porque con su vida y con su música nos guía por este valle de lágrimas. Sin embargo, hay muchos que, cegados por su luz, no saben ver en su vida la magnífica lección que nos dejó, y admiran y copian y anhelan lo que ellos consideran sus señas de identidad, pero que en realidad sólo son los adornos del cofre que guarda el tesoro. Son gente cómoda que, como aquellos judíos cansados de esperar a Moisés le pidieron a Aarón que les fabricara un ídolo que les ayudara a seguir adelante, y Aarón les dijo traedme vuestro oro, ellos se lo llevaron, y con ese oro fabricó un becerro ante el cual se postraron y adoraron.
            En Elvis están esas dos dimensiones: la del Moisés guía de su pueblo y la del Aarón fabricante de falsos ídolos; no es casualidad que el nombre de Aarón esté en el segundo nombre del Rey. Aquella tarde, en el desierto de Arizona, cuando vio sucesivamente en la nube los rostros de Stalin y de Jesús, Elvis se enfrentó a su doble dimensión y comprendió lo que siempre había intuido, que él tenía una misión que cumplir. Ese día, hermanos, en un punto del desierto entre Las Vegas y Phoenix se cruzaron el camino angosto que transita Jesús y el camino ancho que siguen los impíos. Elvis eligió el primero, bebió su cáliz, apuró su vida, nos dejó su ejemplo... a quien supiera ver y a quien quisiera oír. Pero hoy la gente camina torcido y sólo oye a su vanidad, por todos los rincones se levantan becerros de oro y ya casi nadie entiende. Por eso, hermanos, os traigo la Palabra y os traigo también el testimonio de quienes la han escuchado. Puede que el faraón, Moisés, Aarón..., el Libro del Éxodo entero nos quede muy atrás en el tiempo, sin embargo su lección está bien viva en la vida que vivió Elvis para nosotros. Cuanto más abundo en ella, hermanos, y cuanto más la conozco, más convencido estoy de que en ella están reescritos algunos de los capítulos más importantes de la Sagrada Biblia. Y son tantos los indicios, las señales y hasta las evidencias, que hasta los más lerdos tendrán que aceptarlo". 

9 comentarios:

  1. Estoy dispuesta a participar en una Cruzada de Elvisación? de las Sagradas Escrituras. Me parecería mucho más interesante que presenciar impotente la lectura que nos proponen zombis ilustrados -y no tanto-de nuestras joyas literarias. Aleluya!. Excelente artículo -como siempre- Ricardo.

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  2. Siempre me han asustado los tipos que dicen que tienen una misión en la vida. Hasta ahora no sabía que Elvis también era uno de ésos, aunque no estoy seguro de si se trata del de verdad o de tu personaje. En cualquier caso, espero poder comprobarlo pronto leyendo tu novela.

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  3. Gracias por vuestras opiniones. Yo también espero que podáis leer pronto los "Zapatos de ante azul".

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  4. 1.Los textos en el espejo son infinitos. La Y pitagórica con sus dos caminos, el de la sabiduría y el de la ignorancia; la versión bíblica del mismo tema- el camino ancho del vicio y el estrecho de la virtud- y la moderna adaptación de Elvis. Algunos teólogos consideran que el Nuevo Testamento es una reescritura del Antiguo y que cada uno de los episodios de las escrituras judías tiene su correspondiente versión en al evangelio cristiano. Efectivamente, el ayuno de Jesucristo en el desierto se corresponde con el Éxodo del Pueblo Elegido, una suerte de prueba de iniciación para alcanzar la “Tierra Prometida”. La piel de serpiente es un símbolo de renacimiento y de renuncia al demonio. Lo que más me gusta es el segundo nombre de Elvis, Aarón. Elvis hizo la peregrinación en coche y con ropa hortera, porque no puede renunciar al becerro de oro, pero es que sus seguidores, de la misma manera que no creerían a un dios que no estuviera imbuido de su aura divina, consideraban sus aditamentos horteras- Graceland, los coches llamativo y su ropa estrambótica- como los atributos de su “divinidad” o carisma. De lo contrario, ¿qué habría hecho a Elvis distinto a los demás mortales? El joven paleto sureño se ha de disfrazar de capitán Marvel para convertirse en Elvis-Jesús. Es un dios de cómic y como tal hemos de interpretarlo.
    2.Stalin era el dios de Tupelo, que no es más que el dios del Antiguo Testamento, un dios que viene a juzgarnos y que no descansará hasta que hayamos purgado todos nuestros pecados; un dios que está por todas partes en el cinturón de la Biblia y que adopta la figura de anticristo comunista para que los cristianos sureños no lo reconozcan y se confíen al demonio. ¿Es la serpiente con diferentes rostros? A modo de curiosidad, hemos de considerar que el dictador era un gran conocedor de la Biblia, y que probablemente en el libro sagrado se habría familiarizado con todas las debilidades humanas, unas debilidades que harían de él un dios del trueno.

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  5. Un arquitecto recibió el encargo hace unos años de edificar una catedral en no sé qué ciudad europea. En la lógica kitsch de nuestro tiempo, al tipo no se le ocurrió mejor cosa que decorar el frontal no con gárgolas y demonios sino con las figuras de Stalin, Hitler y Mussolini. Lo digo porque no me cabe duda de que Stalin se ha convertido en una figura del pop. Que se le aparezca en una forma cuasi-religiosa al Rey me hace pensar en que cada día veo el mundo más simpsonizado. Yo, la verdad, puestos a esperar una Revelación de los cielos en un momento crítico de la vida, hubiera esperado algo más poético que la carota del gilipuertas aquel del bigote. Pero sospecho que en este mundo kitsch me pasará como una mañana que, tras una noche llena de pesadillas, mi pareja me dijo que había hablado intensamente en sueños y que mis palabras se habían entendido. No sé por qué, pero pensé que en aquellas palabras provenientes de lo más profundo del subconsciente encontraría la respuesta que buscaba, la clave del camino a seguir, pero...

    "Digan lo que digan Andrés Jiménez es mejor pivot que AC Green"

    Ya véis,mi subconsciente no da para más.

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  6. Aunque puedan parecer irreverente esas referencias bíblicas, no es ese mi propósito. La tesis de Ted Harrison, que no es ningún friqui, sino un especialista en asuntos religiosos de la BBC, es que el desarrollo del culto a Elvis coincide en muchos puntos con el nacimiento de las grandes religiones. En "Zapatos de ante azul" he intentado darme respuesta literaria a una cuestión en cierto modo relacionada con la anterior: ¿cómo es posible vivir en el siglo XXI de acuerdo a un referente tan intenso en lo iconográfico como es Elvis Presley? Para algunos lectores -quizás para mí mismo cuando empecé a preocuparme por este asunto- la respuesta pertenece al ámbito de la parodia o de lo ridículo. Esto habría dado pie no sé si a un buen cuento, pero al menos gracioso, seguro. Sin embargo, mi viaje con esos zapatos ha durado varios años y ha culminado en una novela de unas 400 páginas, una extensión que se justifica por mi capacidad de asombro y por mi voluntad de ahondar en la vivencia del mito por mi personaje, un tal "Elvis, así a secas, aunque algunos, los que le conocen de más tiempo, le llaman a veces Chico Elvis, y otros, los menos, Travolta o Toni Manero, porque dicen que se parece a John Travolta, pero no tan alto, bastante más grueso y con menos pelo" (cap. 1)

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  7. Lo de las gárgolas con las caras de Hitler, Stalin y Mussolini está en la misma línea de pensamiento que las capillas de Las Vegas dedicadas al culto a Elvis. Se trata del principio de aproximación y mediación que el catolicismo atribuye a los santos y a las Vírgenes María locales. Por tanto, no son heterodoxas, sino al contrario, son fieles actualizaciones de un una concepción religiosa del mundo.
    Y, respecto al subconsciente, David, sólo puedo expresar públicamente mi envidia hacia ti por tus pesadillas.

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  8. Hola Ricardo, hola Profesor, hola Maestro, hola amigo, soy Jose... soy Pepino, (buñol) te acuerdas? yo tambien quiero leer pronto " Zapatos de ante azul"

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  9. ¡Cómo no me voy a acordar! Encantado de leerte en estas páginas. La próxima vez que vaya a Buñol te llamaré y nos tomaremos unas birras. Un abrazo y recuerdos para Victorino y para tu madre.

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