2. La novela negra exacerba el caos como punto de partida del relato. En la narrativa actual creo que es Fred Vargas la autora que más apuesta a ese gancho con unos primeros párrafos demoledores. En "Que se levanten los muertos" una señora le dice a su marido mientras desayunan que ahí en el jardín hay un árbol que ayer no estaba; en "Más allá a la derecha" su protagonista, un policía retirado, descubre un hueso de una mano en medio de un excremento de perro. La cuestión está en si el hecho en sí es una anomalía o un síntoma. En toda la novela de detectives del XIX se trata de lo primero, mientras que a partir de mediados del siglo pasado suele ser lo segundo. Esta diferencia es tan importante como para marcar el género de lo que convenimos en llamar "novela negra". En él un desgarrón violento se produce en el acontecer más o menos aburrido que llamamos vida cotidiana, y es el detective quien ha de repararlo, convirtiendo el caos en caso. Pero en ese proceso de reordenación queda con frecuencia un zurcido que deja ver un interior poco o nada presentable.
3. Más allá de los 55º norte una fecunda floración del género se empeña en desmentir una apariencia apacible de casita nevada encerrada en bola de cristal guiada por el mismo afán de descubrimiento y denuncia que permitió hace ya bastantes años decir a Vázquez Montalbán que la novela negra estaba asociada a la democracia. Entre nosotros "La verdad sobre el caso Savolta" (1975), de Eduardo Mendoza, la serie de Pepe Carvalho, las novelas de Fernando González Ledesma o las de Andreu Martín sustentan esa afirmación. En Rusia las novelas de Alexandra Marínina, Boris Akunin o Anna Dankotseva apuntan a lo mismo.
En cierta ocasión le pregunté a Vázquez Montalbán si la las novelas detectivescas de Francisco García Pavón, cuyo protagonista es Plinio, un policía de Tomelloso, no desmentían aquel juicio. Su respuesta fue tajante: "eso no es novela negra". Entonces pensé que su displicencia se debía a que Plinio, a pesar de que lleve gorra de plato, es casi un policía con boina, pero ahora veo que la exclusión se debe a que la anomalía de la que parten sus relatos ni produce desgarro ni deja al descubierto ninguna vergüenza social (o, al menos, no conscientemente). Es más bien lo contrario: un costumbrismo amable en el que se acaban dejando las cosas como estaban. Sin embargo su lectura es muy recomendable, y no tanto por su estilo, que recuerda al de Cela, sino por lo que tiene de testimonio de una forma de vida y de pensar que afortunadamente hoy nos huelen a alcanfor. Va aquí una muestra:
- Yo me entiendo. Tengo muy oído aquí al jefe, y en eso le doy la razón, que lo peor de los maricas, socialmente se entiende, no es que le guste arresobinarse con machos, que allí cada cual con sus querencias... Lo peor es la deshilvanación de su cerebro. Porque teniendo el cuerpo parecido al del hombre, por su cabeza, histéricos, espíritu de venganza y mañas para ganarse adeptos y decir infundios, superan a las peores mujeres del mundo.
("Vendimiario de Plinio". Ediciones Destino. Año 1972)