sábado, 10 de abril de 2010

Literatura y zombiedad (2)

SUBGÉNERO ZOMBI

Al poco de aprender a hablar los niños sorprenden con una pregunta a quemarropa que pone a prueba la inteligencia de sus padres: ¿Quién es más fuerte un rinoceronte o una hormiga? Suele ganar la opción A, pero como el consenso no es un argumento concluyente, replican a la obviedad con un ¿por qué? que inicia una serie en la que a cada eslabón la perplejidad del niño aumenta con la estupidez e impaciencia del adulto. Por lo general la imagen del padre queda malparada tras el encontronazo dialéctico, pero no es eso lo peor. Enquistada en alguna circunvalación del extrarradio, la insatisfacción y la curiosidad del niño con los años alienta la imaginación morbosa de un guionista o la de los espectadores que acuden a aplaudir sus delirios. La vieja pelea del rinoceronte contra el insecto evoluciona entonces a formas más complejas, como “Jason contra Freddy”, “Alien versus Predator”, “Batman contra Alien”, “Drácula contra el Hombre Lobo” y cosas por el estilo que están triunfando entre el público adolescente de todas las edades, ya sea en cine, en cómic, en juegos de las videoconsolas o en libro. Los zombis de momento quedan fuera de esas peleas, porque antes de llegar ahí los contendientes han de haber demostrado individualmente su excelencia, y ellos van siempre en pandilla y son idiotas. De ahí que se hayan especializado en el papel de carne de cañón, sin que ninguno de los suyos haya descollado más allá de las penosas adaptaciones que comentaba en mi artículo anterior, en las que, si es verdad que anuncian una promesa de divertimento gamberro y hasta trasgresor, por lo que llevo leído, eso se queda en la tapa, mientras que el resto es un tostón que las hace merecedoras de la condición de furúnculo literario.
     Otra variante de las obras con protagonismo de los zombis es la que se aleja del modelo paródico y desarrolla el miedo que causan los casimuertos asociado a desastres de tipo apocalíptico. Aquí, entre las novelas que llenan las estanterías de la zeta y aledaños, destacan títulos como “El alzamiento”, de Brian Keene, “Apocalipsis Island”, de Vicente García, “Los caminantes”, de Carlos Sisi, “Zombie Planet”, de David Wellington, “Septiembre zombie”, de David Moody, pero, sobre todo, “Guerra Mundial Zombi” (ya está en marcha la película) y “Zombi: Guía de supervivencia”, ambas de Max Brooks, y “Apocalipsis Z”, de Manel Loureiro, que narra las peripecias de un grupo de humanos que llegan al último reducto libre de zombis, en las Canarias. En todas ellas si se substituyeran los zombis por marcianos, androides o gnomos, el relato no se resentiría, porque de lo que se trata es de novelar situaciones de hundimiento social en un mundo caótico –o bien guerras o epidemias, o ambas-. Por el contrario, si atendemos al sentido, la presencia zombi es imprescindible, pues su naturaleza humana es la que permite contemplar los rasgos exagerados, como en una caricatura, para que se perciba mejor los de un modelo que ya no se inspira en el combate entre la hormiga y el rinoceronte ni en sus secuelas, sino en la frase de Hobbes “el hombre es un lobo para el hombre”. Con lo cual no es el futuro desolado que anuncian estas novelas lo que resulta aterrador, sino el presente que se advierte en ellas.
      En la contraportada de “Días pasados”, el primer volumen de “Los muertos vivientes”, un cómic de Robert Kirkman y Tony Moore que se ha convertido en una obra de culto se explicita esta idea que alienta lo mejor del género zombi: “El mundo que conocemos ya no existe. El mundo del comercio y las necesidades superfluas ha sido reemplazado por un mundo de supervivencia y responsabilidad. Una epidemia de proporciones apocalípticas ha barrido la Tierra haciendo que los muertos se levanten y se alimenten de los vivos. En cuestión de meses la sociedad se ha desmoronado, sin gobierno, sin supermercados, sin correo, sin televisión por cable. En un mundo gobernado por los muertos, por fin nos vemos obligados a empezar a vivir”.
     Dignificando igualmente el protagonismo de los zombis, pero desde la clandestinidad de un cómic rarísimo por sus condiciones de edición y por un discurso más poético que narrativo, “Invasión de los Elvis zombies”, de Gary Panter, con diseño entre otros de Art Spiegelman –el autor de “Maus”- y coeditado por Raw Books, de Nueva York, y Arrebato, una editorial de mi barrio, en Valencia, en la que tenía un papel estelar mi amigo Juanjo Almendral –de “La Edad de Oro”-, lleva el conflicto al entorno íntimo de dos hermanas que leen un cuento desde el que emerge un Elvis zombi para atajar sus temores por el ataque de un toro de montar mecánico enfurecido. Pero dejando de lado esta joya, custodiada en una vitrina en una librería de cómics de Bleekerstreet, en Nueva York, tres palabras definen este subgénero: violencia, hastío y asco, con hache también en unas siglas que cierran este bucle zombi con una referencia a su pasado: HASCO, la Haitian American Sugar Company, cuyos gerentes, a principios del siglo pasado, en su rapacería por reclutar mano de obra barata y dócil no tuvieron reparos en contratar a unos tipos con pinta de colgados que les proporcionaban los hechiceros del vudú, quienes les habían envenenado, enterrado y rescatado, sometiéndoles a su voluntad tras administrarles un antídoto.    
     En “Un mundo feliz” Aldous Huxley llamaba “soma” a ese antídoto, pero hoy preferimos denominarlo “sueldo”.     

6 comentarios:

  1. ¡Lo siento! Yo no hablo mucho español...

    ...but I am *also* Ricardo Signes, and I have read all of The Walking Dead. I need to brush up on my Spanish so I can start reading your blog. It keeps appearing in my news feed!

    http://rjbs.manxome.org/

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  2. Dear Ricardo Signes: congratulations for your not so unique but nevertheless special family name (I have just sended you an e-m about this coincidence). Since you are interested in zombies, I would recommend to read "Passage of Darkness (the ethnobiology of the Haitian zombie", by Wade Davis.

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  3. Gran parte de las criaturas del infierno son también muertos vivientes. Los vampiros lo son, pero gozan de una ventaja sobre los zombies: la muerte no les ha afectado el cerebro; son carismáticos, atractivos y tiene una individualidad muy acusada. En el caso de los zombies, el verdadero peso descansa más en la personalidad del santero que en el engendrito de marras. La masificación de los zombies, que surgen bajo tierra como setas, y el recurso gore a la carne putrefacta ha contribuido mucho a desprestigiar el género. Creo que muchas de las películas no han sido más que un pretexto para atiborrarnos de carne y sangre de matadero. El escenario también es importante. Frankestein cuenta con un ascendiente de lujo, el Golem, un escenario gótico impresionante, el morbo de una mente criminal en un cuerpo enorme y unas adaptaciones cinematográficas mejores que la novela original. ¿Qué ofrecen los zombies? La estampa impersonal de una procesión de descerebrados. Para prestigiar el género sería importante incidir en el ambiente vudú originario: los cementerios del sur, la creencia supersticiosa entre la población afroamericana y su vinculación con otras creencias santeras. Con todos esos ingredientes se podría hacer una buena película o novela sobre el tema.

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  4. En este momento lo mejor con diferencia del género zombi está, ya digo, en algunas historias de tipo apocalíptico. Es cierto que la mayoría busca ese marco como un escenario ideal para sus orgías gore, pero otras se sitúan en la senda de las grandes novelas que han partido de situaciones de calamidad colectiva para indagar en el compromiso del individuo con la sociedad ("La peste", de Camus) o en las que nos llevan a un futuro hipotético basado en principios ideológicos muy tóxicos ("1984", "Un mundo feliz")...).
    Respecto al tema de los santeros y, en general, al enfoque antropológico de la cuestión zombi, el estudio más serio que conozco es el que le recomendaba a mi homónimo comentarista de los EEUU: "Passage of Darkness: the etnobiology of the Haitian zombie". La tesis de su autor, Wade Davis, es que la zombificación es un proceso utilizado como máxima condena por miembros de sociedades secretas haitianas a personas que han incumplido gravemente algún precepto de la sociedad. Davis llega incluso a identificar la sustancia que administran en ese proceso, la tetrodotoxina, que se extrae del pez globo. desde luego, su estudio suscitó mucha polémica, pero creo que no merece la pena que me alargue aquí con eso.

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  5. Yo creo que los grandes monstruos de la cultura occidental han triunfado porque representan algún tipo de miedo inconsciente. El hombre-lobo es el miedo a la bestia interior, a nuestros impulsos primarios. Drácula conjuga el miedo al depredador exterior con el miedo a la sexualidad, y no en vano muchas veces se han hecho metáforas entre el vampirismo y el SIDA. Frankenstein es el miedo a lo que puede suceder cuando el ser humano usurpa el lugar de un dios, a la ciencia sin control y la momia, por su parte, el miedo a la amenaza que viene de un pasado remoto, desconocido y peligroso. Son el póker de ases de nuestra cultura. Por otro lado tenemos a los zombis, pero creo que tendríamos que dividirlos en dos grupos. Por un lado están los "verdaderos" zombis, los de Haití. Esos simbolizarían el miedo a la completa y más abyecta esclavitud, pero no es un miedo que haya cuajado realmente en Occidente. No sé si es por falta de una obra literaria o cinematográfica que haya impactado o por la influencia de la religión cristiana, que en ese sentido nos "vacuna" de ese miedo hasta a los ateos. Pero luego están los zombis de Romero. Y esos sí han triunfado, claro. Los muertos levantándose de sus tumbas es un signo apocalíptico, aunque no lo fuera sería igualmente desagradable y el hecho de que quieran comerse a los vivos no ayuda en absoluto. Auguran el fin de la civilización y el fin de la cordura. No hay posibilidad de glamour con ellos, como con los vampiros o los hombres-lobo. No tienen sentimientos como el monstruo de Frankenstein ni dan muestras de inteligencia como la momia. Son sólo trozos de carne muerta que quieren comerte. Supongo que por eso los libros sobre zombis al estilo Romero sólo hablan de cómo los vivos se enfrentan a esa plaga o son distopías. No puedes hablar del zombi porque no hay nada que decir. Por la misma convención del género, se supone que no piensa, que no siente, que no se relaciona con otros zombis. Yo diría que los zombis son el eslabón perdido entre los monstruos y las historias de mega-epidemias como "The Stand" de Stephen King o "Si la Tierra permanece" de George R. Stewart. A nadie le importan los zombis como a nadie le importan los virus de esas historias; lo que cuenta es lo que provocan en la sociedad.
    Por helenadax

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  6. Quizás no hayan impactado mucho o puede que se trate simplemente de un olvido ignorante por parte del "público lector" -esa masa amorfa que hace lo que le piden que haga-, pero lo cierto es que hay dos joyas de un mundo zombi de inspiración haitiana: la película "Yo caminé con un zombi", de Tourneur, y la novela "El reino de este mundo", de Carpentier. Respecto a lo demás, te doy la razón, especialmente en lo de la relación de las historias de zombis con las de epidemias catastróficas y de monstruos, que me parece muy acertada.

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