LAS METAMORFOSIS DE ELVIS
Imaginemos por un momento (no más de tres minutos) que lo de la transmigración de las almas sea cierto, que nuestra existencia aquí fuera consecuencia de una vida previa y, a la vez, causa de otra posterior. Sumemos a eso que los viajes del alma no solo transcurren entre cercanías, sino que a menudo son de tan largo recorrido, que saltan la barrera de la propia especie, de modo que cualquier hijo de vecino puede promocionar a lirón careto, buitre leonado, herrerillo copetudo o anguila. No estoy seguro de si estos avatares deben considerarse como transmigraciones progresivas o regresivas, pero la de un viajante de comercio llamado Gregorio Samsa en pariente de los coleópteros tiene toda la pinta de ser muy de las segundas, por lo que es forzoso suponer una vida muy rica en iniquidades y chapuzas por parte del viajante. O sea, que Kafka nos habría dejado en "La metamorfosis" una fábula hinduista y un ejemplo magnífico de humor judío.
Por este camino, retrocediendo unos 1800 años en la historia de la literatura, pasamos del Escarabajo-Gregorio al Asno-Lucio, protagonista de "El asno de oro", de Apuleyo, novela que ocupa un lugar preeminente en la genealogía de toda metamorfosis, en la que al tal Lucio -viajante de comercio, como Gregorio- le da por seguir un curso acelerado de magia y, en vez de en búho, que es lo que pretendía, se convierte en un asno, conservando su capacidad de raciocinio intacta a excepción del habla -lo mismo que Gregorio- y, aunque así no puede volar, le saca partido a una característica fisiológica de los equinos (una característica de casi medio metro), lo cual nos lo separa del todo del coleóptero agonías de Kafka.
Del escarabajo al asno busco ahora el avatar de Elvis y voy a parar a su propio nombre, entre cuyas letras descubro la palabra "lives" -vive- y me digo "vas bien, chaval". Pero al pronto se me disipa el entusiasmo y me veo de nuevo en el principio. Ya sabíamos que el Rey vive, la cuestión es ¿dónde? Me tienta la posibilidad de resolver sus metamorfosis con unas cuantas digresiones acerca de sus muchos cambios en vida: camionero, estrella rebelde, chico formalito en el ejército, pelvis alocada, camisas hawayanas, bañadores de windsurf, flotadores superpuestos..., y aunque me veo con soltura para escribir un buen rato sobre el tema, prefiero no salirme de la senda de los avatares que me marcan el escarabajo y el asno, conque que vuelvo otra vez al principio y, como no salgo del laberinto, acudo a instruirme a mis amigos del Círculo Entomológico.
Después de muchos paseos y tertulias me entero con cierta decepción de que el alma del Rey, lejos de habitar los cuerpos de un tigre, un león o un coyote -todos tan propios de la condición hegemónica de aquél-, ausente asimismo del mal menor que supondría su instalación o inquilinato en un elefante, un jabalí o un tapir, encuentra su avatar en un poblador de charcas, un humilde anfibio del orden de los anuros llamado "sapo partero". Sí, amigos, ya sé que suena poco heroico: comparto con ustedes el chasco, sobre todo porque los argumentos, aunque ayuden a entenderlo no mejoran el efecto. Veamos: el interfecto, llamado también Alytes obstetricans, es un sapo muy simpático que vive la sexta parte de lo que sus colegas comunes y que se caracteriza por lo que los especialistas llaman "fonotaxis positiva", un rasgo compartido con otros bufónidos africanos y que consiste en un cortejo con una serie de cantos mediante los que el macho atrae a las hembras y las hace olvidarse de lo asqueroso de su aspecto. Lo malo está en que lo cansino del canto atrae a veces a depredadores de sapos y entonces se acaba ahí la canción.
Quizás algunos devotos del Rey lean con escepticismo lo del avatar en sapo. En atención a ellos concluyo con estas palabras para reconfortarlos: si la vida media de un sapo partero es de cinco años (frente a los treinta del sapo común), esto quiere decir que desde que se murió Elvis su alma ha podido transmigrar a seis sapos y medio, y, dado que no tiene sentido repetir el avatar, cabe pensar que andará por otros territorios del reino animal (o vegetal, quién sabe). ¿Dónde? Volvemos otra vez al principio. En cualquier caso, me gustaría dejar sentado que el descubrimiento de este avatar no es mérito exclusivo mío. El folclore ya habla de la relación entre los príncipes y las ranas -parientes respectivos de los reyes y de los sapos- y si uno se entretiene en internet con los resultados de la búsqueda conjunta de los términos "frog" y "Elvis" entenderá lo popular de esa asociación.
Por este camino, retrocediendo unos 1800 años en la historia de la literatura, pasamos del Escarabajo-Gregorio al Asno-Lucio, protagonista de "El asno de oro", de Apuleyo, novela que ocupa un lugar preeminente en la genealogía de toda metamorfosis, en la que al tal Lucio -viajante de comercio, como Gregorio- le da por seguir un curso acelerado de magia y, en vez de en búho, que es lo que pretendía, se convierte en un asno, conservando su capacidad de raciocinio intacta a excepción del habla -lo mismo que Gregorio- y, aunque así no puede volar, le saca partido a una característica fisiológica de los equinos (una característica de casi medio metro), lo cual nos lo separa del todo del coleóptero agonías de Kafka.
Del escarabajo al asno busco ahora el avatar de Elvis y voy a parar a su propio nombre, entre cuyas letras descubro la palabra "lives" -vive- y me digo "vas bien, chaval". Pero al pronto se me disipa el entusiasmo y me veo de nuevo en el principio. Ya sabíamos que el Rey vive, la cuestión es ¿dónde? Me tienta la posibilidad de resolver sus metamorfosis con unas cuantas digresiones acerca de sus muchos cambios en vida: camionero, estrella rebelde, chico formalito en el ejército, pelvis alocada, camisas hawayanas, bañadores de windsurf, flotadores superpuestos..., y aunque me veo con soltura para escribir un buen rato sobre el tema, prefiero no salirme de la senda de los avatares que me marcan el escarabajo y el asno, conque que vuelvo otra vez al principio y, como no salgo del laberinto, acudo a instruirme a mis amigos del Círculo Entomológico.
Después de muchos paseos y tertulias me entero con cierta decepción de que el alma del Rey, lejos de habitar los cuerpos de un tigre, un león o un coyote -todos tan propios de la condición hegemónica de aquél-, ausente asimismo del mal menor que supondría su instalación o inquilinato en un elefante, un jabalí o un tapir, encuentra su avatar en un poblador de charcas, un humilde anfibio del orden de los anuros llamado "sapo partero". Sí, amigos, ya sé que suena poco heroico: comparto con ustedes el chasco, sobre todo porque los argumentos, aunque ayuden a entenderlo no mejoran el efecto. Veamos: el interfecto, llamado también Alytes obstetricans, es un sapo muy simpático que vive la sexta parte de lo que sus colegas comunes y que se caracteriza por lo que los especialistas llaman "fonotaxis positiva", un rasgo compartido con otros bufónidos africanos y que consiste en un cortejo con una serie de cantos mediante los que el macho atrae a las hembras y las hace olvidarse de lo asqueroso de su aspecto. Lo malo está en que lo cansino del canto atrae a veces a depredadores de sapos y entonces se acaba ahí la canción.
Quizás algunos devotos del Rey lean con escepticismo lo del avatar en sapo. En atención a ellos concluyo con estas palabras para reconfortarlos: si la vida media de un sapo partero es de cinco años (frente a los treinta del sapo común), esto quiere decir que desde que se murió Elvis su alma ha podido transmigrar a seis sapos y medio, y, dado que no tiene sentido repetir el avatar, cabe pensar que andará por otros territorios del reino animal (o vegetal, quién sabe). ¿Dónde? Volvemos otra vez al principio. En cualquier caso, me gustaría dejar sentado que el descubrimiento de este avatar no es mérito exclusivo mío. El folclore ya habla de la relación entre los príncipes y las ranas -parientes respectivos de los reyes y de los sapos- y si uno se entretiene en internet con los resultados de la búsqueda conjunta de los términos "frog" y "Elvis" entenderá lo popular de esa asociación.
Bienvenida sea la reencarnación de Elvis en sapo partero si vale para dar a conocer al personal este anfibio y, en especial, al sapo partero ibérico, que está en peligro de extinción.
ResponderEliminarSaludos.
Leandro Garcerán.
En reconocimiento al honor (y esfuerzo) de albergar el alma del Rey, me apunto a cualquier campaña de defensa, conservación y promoción del sapo partero y, señaladamente, del sapo partero ibérico.
ResponderEliminarNo sé si esto tendrá un sentido transmigratorio o no, pero aporto el dato de que uno de los bocados preferidos del sapo partero es el escarabajo.
ResponderEliminarGracias por tu observación, que confío que no cause un conflicto de intereses entre mis amigos del Círculo Entomológico.
ResponderEliminarAhora sólo falta que a los asnos les gusten los sapos parteros para que de una se nos vayan dos transmigraciones por vía merdosa.
ResponderEliminarJoan Pau
No te creas que todo se va a pique, porque algunos coleópteros ponen sus huevos en las bostas de vaca o de equinos, y allí se crían sus larvas, alimentándose de esas bostas, hasta que se convierten en adultos, y entonces no sólo se comen esos excrementos, sino que algunos se pasan la vida arrastrándolos en forma de bola, como unos Sísifos, de modo que se cierra el círculo de nuevo..., hasta que llega otro sapo y se merienda al escarbajo.
ResponderEliminarP.D.: ni Kafka ni Faulkner ni Che Guevara ni otros eméritos que han pasado por este blog han despertado tanto interés como los sapos parteros y los escarabajos. Tomo nota.
He descubierto en una página llamada "La botica de los bichos" una receta muy interesante a base de escarabajos. Allí se dice que sirve para las convulsiones, las manías, las hemorroides hemorrágicas, los forúnculos y los abscesos. Es muy fácil: se cogen los escarabajos, se vaporizan bien para desinfectarlos, se desecan al sol, se machacan hasta convertirlos en polvo y, hale, se echan dos cucharaditas de postre en agua hirviendo por cada taza que se quiera servir y ya tenemos unas saludables infusiones de Gregorio Samsa, ¡uy!, perdón, de escarabajo, que diga.
ResponderEliminarEl grado de intelectualidad sublime que alcanzas con este post me sobrepasa y como al único bicho que conozco es a ti -bueno ahora también a Elvis- no comentaré este ya tan bien comentado artículo y te felicitaré el 2011. Un abrazo, Mila Solà M.
ResponderEliminarLo de "intelectualidad sublime" sí que es un buen chiste. Felicidades a ti también y a todos nuestros lectores.
ResponderEliminarMr Frogg-Elvis es todo un filósofo y no sé por qué, pero no me imagino a un Elvis Frogg con gafas perorando sobre lo humano y lo divino, si no es con la ayuda de vuestra magia. ¡Eso sí que es ciencia ficción y no el Elvis marciano! Aunque nunca se sabe, los seres humanos, como todo bicho viviente, descendemos de los renacuajos y a veces uno de estos pequeñajos nos sale rana (en este caso, rana filósofa).
ResponderEliminarHabrás de reconocer, Joaquín, que entre los anfibios ya teníamos un ilustre referente en el ámbito de la filosofía. Me refiero ni más ni menos que a la Rana Gustavo. Croa.
ResponderEliminarYo creo que tienes días sublimes y otros algo tontos, dicho sea para poner las cosas en su sitio. Bueno, Signes, en primer lugar, quiero aprovechar la oportunidad que me autobrindo en tu blog -dado que tú no lo promocionas en exceso- para felicitarte por la última entrada, que será mi manera de felicitarte también el año nuevo. En segundo lugar, he de recomendaros a todos los figólogos una peli imprescindible -El discurso del Rey-... me parece magnífica para ponersela a los alumnos en una clase de lengua. Y en tercer lugar, no vas a creerte que banalice tu blog para resolver una duda tan mundana: ¿tenemos cole el viernes? Es que ando algo despistadillo, desorientado entre las nieblas de la metafísica.
ResponderEliminarMario Kempes.
Gracias, Kempes, y felicidades para ti y, sobre todo, para tu Costilla. Manana nos vemos, y, si no estás muy peripatético, toca cafetito (sin humos).
ResponderEliminarlo siento, pero ya desde un principio
ResponderEliminarme quedé imaginando
por más de un momento
(algo más de tres minutos).
sigo leyéndote, y mucho.
un abrazo!
maría.
Gracias, María. Es una satisfacción muy grande saber que alguno de mis antiguos alumnos sigue las huellas de mis zapatos azules.
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