ELVIS Y SUS DOBLES
Elvis nació una noche de tormenta en una cabaña de dos habitaciones y una bombilla, unos minutos después de que lo hiciera su gemelo muerto, a quien enterraron en una caja de zapatos con un lacito rojo: ausencia que a lo largo de su vida le iba a doler como a veces duele un miembro amputado.
En esa cabaña humilde a la que habían llegado los Presley huyendo de la miseria sólo había un espejo pequeño, colgado en la pared, frente al cual Vernon se afeitaba y en el que el niño Elvis tardó en ver su reflejo. Nunca tuvieron allí un armario de lunas (tampoco de los otros) ante cuyas puertas su madre le advirtiera del peligro de contemplarse más tiempo del debido. Quizás por esto y por aquello , cuando empezó a girar el negocio del disco, y se compró la casa de una antigua plantación –Graceland-, él, que había acompañado a su madre como un fardo sujeto a su espalda con un pañuelo, mientras aquélla recolectaba el algodón canturreando tonadas de faenas, se daba a sí mismo y a su familia una versión arquitectónica del sueño americano en la que instaló todos los espejos del mundo a razón de televisor por habitación, a excepción de la habitación de la tele, en la que puso tres. Y fue aquí precisamente donde se inició su metamorfosis. Frente a los tres televisores encendidos a la vez y sintonizados a sendas cadenas principales, las horas, los cheeseburgers y los emparedados de mantequilla de cacahuete, bacón y plátano fueron llevándose la tabla de surf de Elvis y reventando uno a uno todos los elásticos de sus bañadores hawaianos. A cambio , él mató algunos televisores a tiros, tanto en casa como en algunos hoteles, en un gesto que adelantaba con una rotundidad nada metafórica la invención del mando a distancia. Amor, odio, calorías, disparos y dinero: en esto se resume su experiencia televisiva. Desde la primera aparición en pantalla, en 1956, en la NBC, en la que un periodista a quien no vale la pena recordar intentó presentarle como a un palurdo, a su reaparición triunfal en el "Come Back Special" de la CBS en el 1968, la televisión le pagó con dólares la merienda caníbal que se estaba dando a costa de una imagen que había crecido tanto, que se salía de plano. Entonces a Elvis ya no le valía con disparar a la pantalla, así que se murió, y en aquel momento triste del óbito su imagen se independizó de su cuerpo como una sombra rebelde multiplicada en cada fragmento de las pantallas rotas. Una legión de imitadores se alzó por todo el mundo empeñada en dar la razón a Borges cuando decía aquello de que nadie acaba de morirse hasta que no muere la última persona que le recuerda, y a partir de ahí la pasión se desbordó sobre los límites de lo racional y empezó a fertilizar un territorio vastísimo, entre la imaginación y el deseo, que no ha dejado de dar sus frutos. Entre éstos dejo por ahora los artísticos y me detengo en dos de las ramas más vistosas: los avistamientos y las especulaciones. De las primeras doy una dirección por si el lector tiene la suerte de encontrarse al Rey por ahí y quiere testimoniar su experiencia: www.deadelvis.com/sighting/seedead.html Hay muchas más, y en algunas de ellas incluso te cobran por dejar tu testimonio. Otras personalidades que cuentan con páginas de avistamientos son Lady Di y la madre Teresa de Calcuta, pero Elvis se prodiga más, al punto que algunas declaraciones de testigos apuntan a que entre sus superpoderes figura el de la ubicuidad.
Respecto a las especulaciones, me quedo con las de una tal Belkis Kuza Malé, que ha escrito "Elvis, la tumba sin sosiego o la verdadera historia de John Burrows", donde demuestra con una batería muy potente de argumentos que Elvis no murió la noche del 16 de agosto de 1977, y que lo que ocurrió es que, como estaba tan harto de los conciertos -171 contratos por año-, negoció un cambio de identidad con un tipo al que había conocido en un hospital. Este señor, veterano de la guerra de Vietnam, padecía de un cáncer terminal de huesos y se le parecía un montón, así que aquella noche quien murió fue éste, y Elvis organizó el cambiazo. Luego se operó la nariz, se divorció de la mujer del veterano y, como lo hizo todo tan bien, no pudo echar mano a la fortuna que se había reservado para esa segunda vida. Lo mejor de la historia es que, cuando se quedó sin fondos y tuvo que volver a los escenarios para vivir, se hizo pasar por uno de sus imitadores y recorrió el país, de concierto en concierto, por hoteles y locales de segunda categoría.
Elvis nació una noche de tormenta en una cabaña de dos habitaciones y una bombilla, unos minutos después de que lo hiciera su gemelo muerto, a quien enterraron en una caja de zapatos con un lacito rojo: ausencia que a lo largo de su vida le iba a doler como a veces duele un miembro amputado.
En esa cabaña humilde a la que habían llegado los Presley huyendo de la miseria sólo había un espejo pequeño, colgado en la pared, frente al cual Vernon se afeitaba y en el que el niño Elvis tardó en ver su reflejo. Nunca tuvieron allí un armario de lunas (tampoco de los otros) ante cuyas puertas su madre le advirtiera del peligro de contemplarse más tiempo del debido. Quizás por esto y por aquello , cuando empezó a girar el negocio del disco, y se compró la casa de una antigua plantación –Graceland-, él, que había acompañado a su madre como un fardo sujeto a su espalda con un pañuelo, mientras aquélla recolectaba el algodón canturreando tonadas de faenas, se daba a sí mismo y a su familia una versión arquitectónica del sueño americano en la que instaló todos los espejos del mundo a razón de televisor por habitación, a excepción de la habitación de la tele, en la que puso tres. Y fue aquí precisamente donde se inició su metamorfosis. Frente a los tres televisores encendidos a la vez y sintonizados a sendas cadenas principales, las horas, los cheeseburgers y los emparedados de mantequilla de cacahuete, bacón y plátano fueron llevándose la tabla de surf de Elvis y reventando uno a uno todos los elásticos de sus bañadores hawaianos. A cambio , él mató algunos televisores a tiros, tanto en casa como en algunos hoteles, en un gesto que adelantaba con una rotundidad nada metafórica la invención del mando a distancia. Amor, odio, calorías, disparos y dinero: en esto se resume su experiencia televisiva. Desde la primera aparición en pantalla, en 1956, en la NBC, en la que un periodista a quien no vale la pena recordar intentó presentarle como a un palurdo, a su reaparición triunfal en el "Come Back Special" de la CBS en el 1968, la televisión le pagó con dólares la merienda caníbal que se estaba dando a costa de una imagen que había crecido tanto, que se salía de plano. Entonces a Elvis ya no le valía con disparar a la pantalla, así que se murió, y en aquel momento triste del óbito su imagen se independizó de su cuerpo como una sombra rebelde multiplicada en cada fragmento de las pantallas rotas. Una legión de imitadores se alzó por todo el mundo empeñada en dar la razón a Borges cuando decía aquello de que nadie acaba de morirse hasta que no muere la última persona que le recuerda, y a partir de ahí la pasión se desbordó sobre los límites de lo racional y empezó a fertilizar un territorio vastísimo, entre la imaginación y el deseo, que no ha dejado de dar sus frutos. Entre éstos dejo por ahora los artísticos y me detengo en dos de las ramas más vistosas: los avistamientos y las especulaciones. De las primeras doy una dirección por si el lector tiene la suerte de encontrarse al Rey por ahí y quiere testimoniar su experiencia: www.deadelvis.com/sighting/seedead.html Hay muchas más, y en algunas de ellas incluso te cobran por dejar tu testimonio. Otras personalidades que cuentan con páginas de avistamientos son Lady Di y la madre Teresa de Calcuta, pero Elvis se prodiga más, al punto que algunas declaraciones de testigos apuntan a que entre sus superpoderes figura el de la ubicuidad.
Respecto a las especulaciones, me quedo con las de una tal Belkis Kuza Malé, que ha escrito "Elvis, la tumba sin sosiego o la verdadera historia de John Burrows", donde demuestra con una batería muy potente de argumentos que Elvis no murió la noche del 16 de agosto de 1977, y que lo que ocurrió es que, como estaba tan harto de los conciertos -171 contratos por año-, negoció un cambio de identidad con un tipo al que había conocido en un hospital. Este señor, veterano de la guerra de Vietnam, padecía de un cáncer terminal de huesos y se le parecía un montón, así que aquella noche quien murió fue éste, y Elvis organizó el cambiazo. Luego se operó la nariz, se divorció de la mujer del veterano y, como lo hizo todo tan bien, no pudo echar mano a la fortuna que se había reservado para esa segunda vida. Lo mejor de la historia es que, cuando se quedó sin fondos y tuvo que volver a los escenarios para vivir, se hizo pasar por uno de sus imitadores y recorrió el país, de concierto en concierto, por hoteles y locales de segunda categoría.
Menos interesantes que la que cuenta la señora Belkis son las historias que aparecen en internet y en revistas estadounidenses de las de venta en gasolineras con descubrimientos sobre la vida secreta de Elvis. Algunos titulares que he leído son bastante divertidos: "Descubierta una isla de Elvis en el Pacífico", "Elvis fue abducido por marcianos de un planeta de la órbita de Alfa Centauro" o "La conexión alien Elvis-Roswell". Yo mismo tengo una aportación a este género. La he titulado "Elvis y Hitler" y la daré a conocer al mundo en mi artículo de la semana que viene.
Un texto muy atractivo, Ricardo, muy rico en sugerencias. Prometo no agotar el tema en un comentario sino en un folletín con su primera parte y continuaciones sucesivas. Bueno, lo primero. Lo de la foto no cuela, ¿no estaba nuestro Elvis un poco fondón en sus últimos años? En la instantánea está envejecido pero mucho más delgado. Lo que me hace pensar que el nuevo Elvis había pasado por una secta tipo Hare Krisna que lo habría puesto a dieta. Hablando de otra cosa, me fascina la imagen del espejo. Te sugiero un relato invertido. La madre de Elvis le prohíbe mirarse en el espejo. ¿Por qué? El primer reflejo de Elvis, Vernon, está enterrado bajo tierra. La madre tal vez tiene que realizar grandes esfuerzos para mirar a nuestro ídolo, porque le recuerda al fantasma del hijo muerto, algo así como el hermano gemelo de Dalí. Elvis crece y entonces quiere hacer crecer su reflejo, por eso llena su casa de lunas que multiplican su imagen hasta el infinito. Me extraña que no tuviera un piano a lo Liberace, con espejitos. Un día rompe accidentalmente una de las lunas y se percata de que la imagen que se refleja en el azogue está debilitada. ¿Qué ha ocurrido? Ahora comprende porque su madre le prohibió mirarse en el espejo. Una ráfaga de aire rompe el resto de los espejos y Elvis se diluye en un suspiro. Arriesgo dos finales: su imagen especular, como el rayo de luna becqueriano, se aparece ante miles de fieles que tan pronto lo identifican con un marciano a lo capitán Marvel o con una nube, pero no tiene más valor que aquellas imágenes que trazamos accidentalmente en un borrón o una marca de agua. El otro final es más evidente: al romper el espejo, Elvis vuelve a la cabaña de su infancia y se da cuenta de que el cantante Elvis, la estrella de rock, ha sido sólo un sueño, y que nunca podrá volver a mirarse en el espejo.
ResponderEliminarTienes la imaginación desatada, Joaquín, mientras que la mía anda algo perezosa. Tu sugerencia de relato invertido sobre los fantasmas del Rey es muy... sugerente, mucho más que el siguiente artículo que voy a publicar acerca del destino "real" de Elvis, pero sin duda ambos, el tuyo y el mío, lo son menos que esa historia que ha escrito B.K. Malé. Hace unas semanas hablé sobre el hastío que a veces me entra de ser yo mismo y puse algún ejemplo glorioso de mis deserciones de identidad. En el relato de esa señora el hastío, la deserción y la vuelta a sí mismo del Rey es magistral. Es una pena que se tome en serio su historia, porque lo que podría ser una gran novela se queda en papel de revista para el reciclado.
ResponderEliminarEmpiezo felicitándote también por el facsímil de esta semana: fascinante despliegue metafórico y que raya la genialidad -para escribir 'la alcanza',cobro- en pasajes como el del origen del mando a distancia.
ResponderEliminarTampoco hay duda – y prometo no hacer preguntas raras- del acierto en elegir a la ex subversiva y polifacética Belkis Cuzá Malé como especulación fiable para documentarnos. Tengo que confesar mi desconcierto inicial: escritora-periodista -pintora–poeta y adivinadora que lanza profecías a golpe de post -”el año 2010 es un período de sanación espiritual en nuestras vidas, donde se pondrá a prueba nuestra capacidad de renovarnos, especialmente en el orden interno”; “ El fantasma de Roosvelt sigue presidiendo la Casa Blanca”; “La crisis económica en realidad la hemos creado nosotros con nuestra visualización negativa” -o una muy buena de Obama que contaré en mi próximo comentario...
Incluso en el título de su historia sobre Elvis : The Unquiet Grave or the True Story of Jon Burrows (1994) me ha sobrecogido leer “tumba inquieta”, ¿a que parecen las palabras reveladoras que vertebran el militarismo fervoroso del rey de los avistamientos? Por cierto, el que ha pagado por escribir que lo ha visto el 25/12/97 comprando Prozac acompañado de dos jugadores de los Raiders, ha rentabilizado su minuto de fama.
Y Ricardo, no deberías cuestionarte su ubicuidad -especular claro- y termino, eligiendo el primero de los finales propuestos por Joaquín H. ya que el segundo terminaría con esta aventura. Saludos a ambos, Mila.
No sabía que esa autora era tan polifacética. Lo que más miedo me da es lo de la poesía y lo que más me divierte lo de sus profecías. Si la tuviéramos por España, sería capaz de echar la culpa de la crisis a los fantasmas que pueblan las dependencias de La Moncloa.
ResponderEliminarGracias por tu comentario. Y animo a los lectores a votar por los finales de la historia propuesta por Joaquín.
Pues para asustarte un poco e intentar iluminar con sonrisa tu sombrío hastío declarado -supongo que docente y esporádico-, ahí va el retrato que de su poesía le hace un amiguete "cuentista": " Es un discurso que abordando el registro que va del extremo
ResponderEliminarde lo positivo al de lo negativo lo hace
comunicando una notable satisfacción de
estar. Esa satisfacción es expresión de
profunda, asimilada alegría que se
comparte". ¡Hala, con amigos así a escribir!
De nada, el próximo lo hago como trol(¿a?).
¿Para cuándo, Mila, un artículo sobre semejante profetisa? ¡Es genial! Sus profecías son mucho más sugerentes y divertidas que las de Nostradamus, y, sobre todo, mucho más claras. No me importaría invitarla a cenar para que me hiciera alguna profecía provechosa. ¿Tendré que hacerle vudú a algún gurú de la crítica literaria para conseguir mis objetivos? Lo dicho, tengo varios libros antiguos llenos de polvo. ¿Será capaz la medium-adivina de conjurar los espíritus que viven entre sus páginas? De verdad, Mila. Me interesa mucho más un personaje así que muchos de los aburridos escritores supuestamente consagrados. Así que has de procurarme un poco de información. ¿Dónde vive? ¿Hay alguna forma de contactar astralmente con él? ¿Ha conocido al Rey? ¿Me podría conseguir un "tea o´clock con la reina?
ResponderEliminarPues me lo estoy planteando - deja que eche un vistazo al corpus con que puedo contar y generamos un nuevo mito femenino que nos reeinvente-. El té tendrá que ser Breakfast y con el rey de este blog mientras le echáis un vistazo a dos de los libros más vendidos esta semana en la Feria de Madrid: "El código del dinero" de Raimon Samsó y " Trabajar sin sufrir" de Mº Jesús Álava Reyes.
ResponderEliminarhttp://www.youtube.com/watch?v=kU4eTviIvAw
http://ecodiario.eleconomista.es/cultura/noticias/1516549/09/09/Como-Trabajar-sin-sufrir-Lo-sabe-M-Jesus-Alava-Reyes.html#
Estimado bloguero: le sigo desde que publicó un artículo sobre Stalin y Elvis en el que citaba a mi admirado Shostakovich y su "Lady Macbeth de Mtsenk" que me pareció admirable. No soy muy dado a escribir, pero queria decirle que espero que este paréntesis sea breve. Por así decir su humor me ayuda a levantar el ánimo que desde hace un par de años tengo muy bajo.
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