domingo, 4 de diciembre de 2016

"Lorca. Un poeta en Nueva York", de Carles Esquembre


El 26 de junio de 1929 Lorca llegó a Nueva York, cuatro meses antes de que la bolsa hiciera crac y empezara a repartir dividendos de miseria a manos llenas. Hacía cinco años que se había tasado con cuotas la inmigración europea, que ahora era menos bienvenida que nunca, porque estaban tan saturados de pobres, que en las calles los periódicos servían tanto de sábanas como de sudarios. Pero a un poeta que llegaba a gastos pagados a bordo del trasatlántico más lujoso de la época, el "R.M.S. Olympic", hermano pequeño del "Titanic", las puertas de la ciudad se le abrían de par en par, con alfombra, sin el engorro de tener que ser devuelto a casa por "indeseable" desde la isla de Ellis en aplicación de la ley del Congreso de 1917 que consideraba así a los homosexuales, epilépticos, polígamos, anarquistas y orientales (y no sé si en la letra pequeña decía también algo de los pelirrojos y de los zurdos).    
     En Estados Unidos estuvo durante ocho meses, en los que escribió uno de los poemarios más importantes del siglo XX. Su trayectoria vital se conoce muy bien, gracias sobre todo a la biografía que de él escribió Ian Gibson, la cual 32 años después de su publicación aún sigue siendo la gran obra de referencia, a la que habrá recurrido Carles Esquembre en busca de una documentación exhaustiva que le permitiera llevar al cómic no solo una sucesión de hechos, sino algo mucho más complejo: la indagación gráfica de las relaciones de un poeta con la ciudad que le inspiró. Para ello, aparte de una precisión documental con dos vertientes -la histórica y la gráfica- que aproxima su álbum al reportaje, Esquembre incluye con diversos recursos su propia lectura de la obra de Lorca, lo cual acerca su trabajo al discurso poético, de modo que en la misma página, y a veces incluso en la misma viñeta, la información narrativa se matiza, completa o incluso aparece supeditada a una imagen poética desarrollada gráficamente tanto desde una estética surrealista como expresionista.
 
   La comparación de la fotografía con el dibujo ilustra bien la dimensión testimonial del cómic de Esquembre, beneficiada por el contraste de la línea clara con la que perfila detalladamente la figura de Lorca en todas las viñetas en relación al fondo de las panorámicas de la ciudad, representadas de modo fotográfico, con un hábil juego de negro y gris que recuerda con acierto el tono desvaído de las fotografías antiguas. 
     Son varias las imágenes icónicas de Nueva York que aparecen dibujadas: Central Station, Broadway, Wall Street, la Iglesia de la Trinidad..., de las que destaca, privilegiada con el espacio de toda una página, esta recreación de la fotografía del almuerzo de los obreros en una viga del Empire State:
                
                    En "Men at lunch", un documental dirigido por el irlandés Sean O Cualain y estrenado en 2012, se desmienten dos atribuciones que se han venido haciendo a esa imagen: la de su autoría (ahora se considera anónima) y la de su ubicación, que no corresponde al Empire State, sino al edificio RCA, parte del complejo del Rockefeller Center, lo cual no pasaría de ser una puntualización que no alteraría en nada el valor de la fotografía, pero es que resulta que el mismo documental plantea seriamente la posibilidad de que la viga estuviera muy poco por encima de la superficie de un piso. Esto explicaría la despreocupación de los obreros y dejaría al descubierto la intención del fotógrafo: desdramatizar el trabajo de quienes se jugaban la vida en lo alto de los rascacielos para persuadir a otros obreros a cubrir la demanda que se tenía de ellos.


    Esa imagen de Lorca en el extremo de la viga, avizorando la ciudad, evoca sus versos de "Nueva York (oficina y denuncia)" aún con más fuerza, después de las revelaciones de "Men at lunch": 

                Yo denuncio a toda la gente
                que ignora la otra mitad,
                la mitad irredimible
                que levanta sus muros de cemento
                donde laten los corazones
                de los animalitos que se olvidan
                y donde caeremos todos
                en la última fiesta de los taladros

     Es precisamente esta deshumanización de la ciudad, que como un Moloc reclama el sacrificio de sus víctimas, uno de los ejes de "Poeta en Nueva York". Ian Gibson cita en su "Vida, pasión y muerte de Federico García Lorca" unas líneas de una de las primeras cartas que el poeta escribe a sus padres, en la que refiere su preocupación por un niño húngaro al que ha conocido en la travesía: "Este niño al que nunca más veré, esta rosa de Hungría que se mete en el vientre de New York en busca de su vida". 
     Esquembre convierte este recuerdo en el tema del capítulo 3, en el que incluye una extraordinaria metáfora visual que ilustra una oposición constante en el poemario entre la inocencia y la falta de piedad de Nueva York: 


página 38
Hay que subrayar que la imagen es previa a la experiencia de la ciudad, tanto en la carta como en el cómic, lo cual nos lleva al territorio, siempre resbaladizo, de la construcción previa de la gran urbe en el imaginario lorquiano. Diversos autores han hablado al respecto de la influencia de "Metrópolis" (1926), de Fritz Lang, estrenada en Granada en febrero de 1928, entre los cuales Ian Gibson y Andrés Morales, quien en un artículo titulado "Metrópolis de Fritz Lang y Poeta en Nueva York de Federico García Lorca" profundiza en las relaciones temáticas entre ambas obras. Esquembre también ha visto esa influencia, de la que deja constancia en varias viñetas de su álbum. Una es la imagen de este Moloc de cuyas fauces pende el niño en una posición ambigua, tan pronto dispuesto a arrojarse hacia afuera como a ser engullido, que ustedes pueden comparar con este fotograma perteneciente a una escena en la que los trabajadores se dirigen hacia la boca del monstruo desde donde unos operarios los arrojan sin contemplaciones hacia el interior. 





     Pero más interesante aún resulta la incorporación de una serie de viñetas a lo largo de todo el álbum en las páginas pares que hacen de contraportada a las de inicio de los doce capítulos. Se trata de unas imágenes sin valor diegético que subrayan de manera simbólica su propósito, y en las que convergen, además, dos circunstancias que vale la pena remarcar. Por un lado, la construcción metálica de la figura de Lorca, que concluye con la asimilación del poeta por el paisaje urbano de la ciudad, está compuesta a partir de una serie de aristas metálicas que son justamente en sus poemas expresión inequívoca de dolor y violencia. Y por otro, su imagen recuerda a la mujer robot creada por el inventor Rotwang en "Metrópolis".   


  
    Me quedan aún por comentar algunos aspectos muy notables del relato de Esquembre. Por ejemplo, la incorporación gráfica de ciertas imágenes oníricas, el modo en el que adapta en el texto algunos versos y, sobre todo, el uso de la perspectiva en las viñetas. Pero no es mi intención ser exhaustivo. Tan solo pretendo aquí con este esbozo animar a los lectores de estos "Zapatos" a que disfruten de este cómic, y agradecer a Carles su trabajo, y a David Montesinos su generosidad. 
     Por último, incluyo para quien sabrá valorarlo una viñeta del capítulo 3 y una fotografía que tomé el pasado mes de abril.

  


 Post data: Carles (y David), tenemos un café pendiente.
  





10 comentarios:

  1. Hay una descripción de Nueva York muy semejante a este dios Moloch que engulle a sus víctimas en una novela negra titulada: “El plazo expira al amanecer”. Su autor es William Irish, un escritor neoyorkino que odiaba su ciudad natal. La protagonista, Ruth Coleman, ha intentado huir de la metrópoli pero esta no le deja escapar, como explica a su paisano, Quinn Williams :
    “- [...] Es la ciudad misma. Usted solo la ve como un lugar en el mapa, ¿cierto? Yo la veo como un enemigo personal, y sé que tengo razón. La ciudad es mala, lo derriba a uno. A mí me tiene ya presa por el cuello, y ella es la que me retiene, la que no me deja partir.
    - Pero las casas, los edificios de cemento, no tienen brazos, no pueden extenderlos y sujetarla, si usted quiere partir.
    - Ya le dije que no me comprendería: no es necesario que tenga brazos. Cuando hay tantos juntos parecen que desprenden como una especie de emanaciones. No sé emplear retóricas; lo único que sé es que este lugar tiene un espíritu propio. Es bajo, vil y abyecto, y cuando se le aspira por mucho tiempo, se introduce por los poros, llega al fondo de uno mismo... y no hay nada que hacer, nada que implorar: la ciudad lo ha hecho suyo. Entonces solo cabe sentarse y esperar. Mientras tanto la ciudad completa su obra, lo convierte a uno en algo que nunca habría deseado ni pensado ser. Entonces ya es tarde. Vaya donde vaya, al pueblo o a cualquier lugar, no será otra cosa que lo que la ciudad ha hecho de usted. [...] Lo he sentido, créalo. Sobre nosotros se cierne un cerebro, algo que piensa por sí mismo. Nos observa, juega con nosotros como el gato con el ratón. Deja que nos alejemos un poco, como hizo conmigo, y cuando creemos estar a salvo, que podremos escapar, nos echa la zarpa y nos vuelve atrás. [...] Son las miasmas que se desprenden de la ciudad, adentrados en nosotros, que nos han vencido. William Irish. El plazo expira al amanecer. Ediciones Forum 1983. Páginas 19-20.

    P.D. Esta edición, la de Forum, también tiene ilustraciones excelentes.

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  2. Muy interesante tu cita de la novela de William Irish. En esa misma línea de sometimiento del individuo por parte del espacio donde vive se sitúan muchos de los mejores relatos de casas encantadas. Hablé de esto en mi artículo de "La casa: metonimia y metáfora (1)", donde cité "La caída de la casa Usher", de Poe, y mi idea es seguir escribiendo sobre ese tema, porque hay varias obras que he leído recientemente que requieren esa reflexión pausada que me da la escritura. Entre ellas, "La casa encantada", de Virginia Woolf, y la genial "Fabricar historias, de Chris Ware.
    PD: ojalá nos obsequies con una reseña de "El plazo expira al amanecer" en tu "Biblioteca de Gotham".

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  3. Bueno, por fin he podido leerlo con la tranquilidad que tú mereces. Quiero en primer lugar agradecerte el interés en nombre de Carles Esquembre y agradecerte también todas las aportaciones que me hiciste para la presentación del libro en Bartleby. He pasado ya la información a Carles, que anda en estas horas metido en la vorágine de las presentaciones. Mañana te comento algunas cosas sobre tu escrito, magnífico por cierto.

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    1. Gracias a ti, David, por hablarme de Carles Esquembre y por darme a conocer su cómic. Ha sido un doble regalo en este juego fecundo de intercambios que tú y yo nos gastamos. El siguiente paso que deberíamos emprender es el de invitar a nuestros compañeros y alumnos a estas experiencias. Ya va siendo hora de montar una buena biblioteca del cómic.

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  4. Muchas gracias, Ricardo, por tus palabras hacia mi trabajo. Es un honor que te haya gustado. Ojalá podamos vernos pronto y hablar en persona. Me alegra que se entiendan las referencias. Este cómic está plagado de (como lo llaman ahora en el mundo del cine) "easter eggs", jeje. Por cierto, Poe muy presente en la obra de Lorca en Nueva York, no aparece en mi cómic por casualidad. No sé si te contó David la anécdota necrófila que conté en la presentación (en todo caso creo que es mejor contarlo en persona) pero tiene que ver con la viñeta en la que aparecen unos pies a los que les ha crecido raíz de árbol. Lorca decía que los pies, especialmente cuando están desnudos, tienen "un aspecto obsesionante de muerte". Vamos, que en el cómic hay pocas cosas dejadas al azar.

    Muchas gracias, Ricardo.

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    1. Muchas gracias a ti, Carles. Tu trabajo es excelente, lo que en gran medida se debe a que no hay nada gratuito en él. Ya le comenté a David que uno de los aspectos que más me habían interesado es la manera en que has convertido las metáforas lorquianas de dolor en un juego de perspectivas. Me gusta porque el cambio de un código verbal a uno visual afecta al lector-espectador del mismo modo no consciente. Y me gusta también toda esa puesta de "easter eggs", que cuando yo estudiaba llamábamos "intertextualidad", que suena más serio y revela en parte que mi formación en el análisis de textos debe mucho a la semiótica.
      La anécdota necrófila no la conozco, pero espero tener ocasión pronto de oírtela contar. Entonces hablaremos despacio de esa viñeta de los pies enraizados, del poema doble del lago Eden, de la señora gorda y de Metrópolis.
      Un abrazo.

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  5. Mi querido Ricardo. No podrás quejarte pues he entrado a este tu blog antes que al mio, el cual tengo ciertamente abandonado, efecto secundario de la perrería perenne que atesoro y que marca mi devenir cual estigma lacerante. Solo quisiera hacer un apunte. Me parece que el tema de la viga te lo comenté yo en uno de nuestros entretenidos paseos nocturnos porque, aunque alguno de nuestros amigos no se lo crea...en ocasiones no hablamos de Pablo Iglesias. Un abrazo.

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  6. En efecto, Arturo. Nuestros paseos perrunos dan para mucho. Y no sólo no hablamos a veces de Pablo Iglesias, sino que a veces ni siquiera ponemos verde al gran muftí de Gotham.

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    1. ¡Que la cólera divina caiga sobre los que susurran contra el bibliotecario de Gotham!
      Por lo que toca al villano Signes, no crea que se irá de rositas: tendrá noticias de mis padrinos. No le pienso enviar a los abueletes de mi biblioteca, al achacoso Lovecraft o al beodo Poe, sino a dos padrinos más elocuentes: Mike Tyson y cocodrilo Dundee. Cuando se topen con usted, el menor de sus problemas será entender el inglés del australiano. Si después de la entrevista, aun le quedan ganas de “susurrar” le invito a un duelo a florete o, para salvaguardar las costumbres patrias, a cuchillo jamonero.
      Por lo que toca al “qué susurra a los canes”, le condeno a la maldición perruna de Wilt. ¿En qué consiste? Yo se la describo o, mejor dicho, el propio creador del personaje, Tom Sharpe: “Siempre que Henry Wilt sacaba al perro a pasear o, para ser más precisos, cuando el perro le sacaba a él, o, para ser exactos, cuando la señora Wilt les decía a ambos que se fuesen de casa para que ella pudiese hacer sus ejercicios de yoga...”

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