jueves, 24 de enero de 2013

MEDZ YEGHERN - "La gran catástrofe"-



     Acabo de leer en vilo y con un nudo en el estómago MEDZ YEGHERN (La gran catástrofe), un cómic de Paolo Cossi sobre el genocidio armenio publicado por Ponent Mon en 2009. Son 138 páginas de viñetas de línea clara con cierta tendencia al expresionismo en momentos de mayor intensidad dramática asociados a una violencia insoportable. Su trazo limpio y seguro en el perfil de las figuras a veces se hace grueso, se desdibuja y se funde con el entorno, desparramándose como la sangre de los personajes sobre la tierra perdida. El dibujo entonces se aproxima a la fotografía y se convierte así en documento, de modo que el argumento de la narración coincide ahí con la narración de la Historia, en mayúscula. Dicho de otro modo, la estética se erige en una opción ética. Contribuye a ello el hecho de que una de las tres historias que conforman el relato de aquella infamia histórica es la de Armin T. Wegner, un soldado alemán destinado en Turquía que, en contra de las prohibiciones de sus superiores y de los deseos de las autoridades otomanas, aportó con sus fotografías los primeros testimonios occidentales del genocidio.  Otra es la de Soghomon Tehlirian,  un superviviente del exterminio que acabó asesinando en Berlín al bajá Mehemet Talât, ministro del interior turco desde 1913 al 17, Gran Visir de 1917 a 1918 y uno de los máximos responsables del genocidio. Y la tercera se refiere al intento de resistencia armenia conocido como "Los 40 días de Mussa Dagh" (título también de una gran novela de Franz Werfel). Pero me apresuro a aclarar que no son historias independientes sino mimbres entrelazados de la misma, el aniquilamiento sistemático de los armenios en Turquía al inicio de la Primera Guerra Mundial (se estima que fueron más de un millón los muertos), bajo los auspicios del triunvirato dictatorial de los Jóvenes Turcos, quienes encendidos de ardor nacionalista quisieron borrar de la península anatólica la presencia de un pueblo testimoniada en aquellos territorios mil años antes de la llegada de los turcos selyúcidas en el siglo XI. Es una historia triste, otra página negra del libro de la barbarie de la humanidad, pero en cuyo relato Cossi evita con elegancia e inteligencia la inculpación colectiva de los turcos, pues ello alimentaría parecidos prejuicios a los que alentaron  la catástrofe. Hay en ella, además, un punto de esperanza que nace de la voluntad de dar a conocer unos hechos que han permanecido demasiado tiempo fuera de la Historia y de la necesidad de contradecir el argumento de aquellos que apelan al olvido para justificar las infamias. De aquellos como Hitler, por ejemplo, que escribió "¿Quién se acuerda de los armenios?".
     Hace un par de años en una plazoleta de La Morería -el barrio antiguo de  Mislata, que es el pueblo donde trabajo- se inauguró un monumento del escultor Dzhivan Mzrzoyan en recuerdo del genocidio armenio. Es el primero que se ha hecho en España, una lección contra el olvido grabada en piedra.  El mismo orgullo que me da pasear esta tarde hasta allí y la misma satisfacción de contradecir a Hitler cuando he leído el cómic de Paolo Cossi tengo ahora que comparto con ustedes estas impresiones.       







6 comentarios:

  1. EL NIÑO VAMPIRO LEE
    Tan horroroso o más que el genocidio armenio es el hecho de que el gobierno turco siga en sus trece negándolo, o intentando suavizarlo. Señalas que el autor evita la inculpación del pueblo turco, y esa es la sin duda la actitud correcta y justa. Parece, sin embargo, que uno tenga que ir con pies de plomo al hablar de este asunto, para no molestar a las autoridades turcas, cuando nadie piensa que la denuncia, por ejemplo, de la Shoah signifique una inculpación del pueblo alemán. A veces, en política, los meros gestos sí son importantes, y creo que este capítulo no se cerrará hasta que haya un reconocimiento y una disculpa oficial. Algo parecido sucede con la matanza de Nanking, en China, donde los japoneses cometieron atrocidades inimaginables incluso en Auschwitz, y cuya magnitud siguen negando.
    Por eso celebro la publicación de esta novela gráfica y tu interesantísima reseña. Recuerdo haber visto la foto de la portada cuando preparaba mi entrada sobre Armenia, entre otras muchas igual de espantosas. Ya he buscado y localizado este libro en la red de bibliotecas de Barcelona. Al de Werfel también le tengo echado el ojo desde hace años.
    Un saludo

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    1. Sí, tienes razón. A mí, además, se me hace doblemente dolorosa esa falta de reconocimiento por parte del gobierno turco, porque siento un enorme afecto hacia ese pueblo. He estado tres veces en Turquía, he recorrido el país de norte a sur y de este a oeste con la mochila a la espalda y muy poco dinero en la cartera, y siempre me han tratado excelentemente. He visitado iglesias armenias en Capadocia, la isla de Akdamar en el lago Van, he ido hasta el Ararat desde Dogubayacit, y he descubierto con emoción la presencia armenia en ese gran país, que aún lo sería más si reconociera y reparara la deuda histórica con los armenios.
      Un saludo
      (me voy corriendo a leer la entrada sobre Armenia de tu blog)

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  2. Lo triste, como ya esboza el Niño Vampiro, es que ese título y esta historia se puede aplicar (con significativas diferencias en el número de muertos, eso si) a tantas vergüenzas colectivas que tenemos que arrastrar: los japoneses sobre los chinos, los rusos sobre los polacos y sobre todo, los armenios. En realidad lo de no querer mencionar al pueblo turco no tengo tan claro que sea tan buena elección. Un millón de muertos es difícil de amontonar sin que nadie sepa nada y sin embargo a día de hoy, mencionarlo no tendría porqué ser tan ofensivo (siempre y cuando no siga ocurriendo, claro). La negación/omisión de los hechos parece un poco simplona por no decir cobarde.

    Que envidia tengo de tu época de mochilero. No conozco Turquía, aunque con suerte este año lo haré, pero desde luego no tan bien como lo hace alguien con una mochila en a espalda. Envidia pura, de verdad.

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  3. Creo que el problema de Turquía no radica solo en el reconocimiento de sus genocidios, sino en el cuestionamiento de su propia identidad nacional. No quiero justificar estas masacres, pero es un hecho que el estado turco tras la primera guerra mundial contenía tres grupos étnicos que a veces, como muy bien habéis señalado, estaban ahí incluso antes de la llegada de los turcos: kurdos, griegos y armenios. El imperio otomano podía permitirse ser plurinacional; el nuevo estado turco, de un nacionalismo acendrado, se veía “cuestionado” por estas minorías que en ocasiones ocupaban lugares preeminentes en la administración y en los negocios. Respecto al reconocimiento de las atrocidades de los japoneses y chinos, solo los pueblos occidentales, con su fuerte sentimiento de culpa, son dados a dar explicaciones. En un libro titulado Stalin y los verdugos, comentaba su autor que en Rusia circulaban vodkas y cigarrillos con los títulos equivalentes de Auschwitz o Treblinka. Hace muy poco que los rusos han pedido disculpas a los polacos por las matanzas de Katin y, todo esto, dentro del marco de la Unión Europea, en el que las buenas palabras –y no las buenas intenciones- son lo que cuenta. Por cierto, ¿los norteamericanos pidieron perdón por lo de Hiroshima o Nagasaki?

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  4. Tanto el comentario de Óscar como el de Joaquín Huguet son muy oportunos en este 27 de enero que se conmemora la liberación del campo de exterminio de Auschwitz. Decía André Gide que ya está todo dicho, pero que como aquí nadie escucha, pues que hay que repetirlo todo constantemente. Así que repitamos, difundamos, contemos, recordemos y demos testimonio.

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  5. Espeluznante, denigrante, dantesco y descorazonador documento.Excelente post, Ricardo. Los métodos se sofistican, pero la esencia de la perversión recubierta de maldad diabólica muestra el mismo modus operandi. Me vienen demasiados recuerdos, como los de mi abuelo y las historias que contaba cuando el ánimo era capaz de articularlo. Veo al pueblo sirio y miro hacia África, incluso Asia. Seguimos seducidos con la misma piedra, no aprendemos. Abrazos

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