lunes, 6 de febrero de 2012

Balzac: el hambre y la novela

     Durante sus larguísimas jornadas de trabajo, desde las doce de la noche hasta las cinco de la tarde (con una pausa de ocho a nueve), Balzac, aparte de café, solo se alimentaba frugalmente con un huevo pasado por agua o un poco de fiambre , a fin de que el enorme caudal de sangre que irrigaba las circunvalaciones cerebrales de la zona de la imaginación y adyacentes no perdiera fuerza con los menesteres digestivos.
"El café -escribe Zweig- era el petróleo espeso que siempre pondría en movimiento esta fantástica máquina de trabajo". Pero la comida le molestaba. En realidad, cuando escribía le molestaba todo lo que no tuviera que ver con ese acto de creación y, si viajaba a algún lugar movido por el deseo de encontrarse con la duquesa de Castries o con Madame von Hanska, ya les advertía de que nunca se citarían antes de las cinco de la tarde. Ni siquiera las mujeres a las que amó turbaban su disciplina de faquir. Es cierto que la misma desmesura en el esfuerzo le llevaba luego a otro tipo de desmesuras. Su editor Werdet cuenta que en una comida para celebrar la finalización de una novela Balzac se ventiló un centenar de ostras, una docena de chuletas de cordero, un francolín con nabos, un par de perdices asadas y un lenguado a la normanda. Lo que no está nada mal, pero no deja de ser una excepción, un estallido de hambre mal sofocada y un homenaje puntual.
     En el capítulo IV de "El primo Pons" tengo subrayadas las siguientes palabras: "En este periodo, que duró aproximadamente seis años, 1810 a 1816, Pons contrajo la funesta costumbre de comer bien [...]. Un estómago que recibe una educación como esa influye necesariamente en la moral, la corrompe, debido a la alta sapiencia culinaria que adquiere. La voluptuosidad, agazapada en todos los recovecos del corazón, impone su ley, abre brechas en la voluntad y en el honor, exige a toda costa su satisfacción."
     Entiendo que se trata de un desarrollo literario de aquella declaración de Brillat-Savarin: "dime lo que comes y te diré quién eres", aunque en un principio resulta sorprendente lo peyorativo aquí de la asociación, la merma que produce la búsqueda de la satisfacción gastronómica en la voluntad -la virtud suprema para Balzac- explica tanto ese fragmento como el corolario de unas líneas más abajo: "La mesa, en París, es, desde este punto de vista, un émulo de la cortesana".
     Desde luego que se encuentran en sus obras ejemplos abundantes de otro tipo de relaciones entre los personajes y la comida. De hecho con frecuencia esta sirve para definir un carácter. Fernand Lotte, erudito y devoto balzaquiano que parece salido de la imaginación de Borges, publicó en el número de 1962 de "L´Année Balzacienne" -cuando la paciencia aún no había sido sustituida por las herramientas informáticas de búsqueda- una relación exhaustiva de todos los platos que se sirven en "La Comedia Humana", desde las sopas a los postres, asociados a los personajes que los disfrutan. Es un trabajo extensísimo que justifica el lugar de privilegio que comparte Balzac con François Rabelais en la mesa de la literatura francesa y que obliga al curioso que quiera hojearlo a echar mano a un babero para no ponerse perdido por la salivación.
     Entre la novela y la gastronomía la relación viene de lejos. Unos mendrugos de pan, unas cebollas, un racimo de uva, una longaniza, un nabo y unos tragos de vino nos llevan a la primera novela moderna, "El Lazarillo de Tormes", que inaugura un género literario que por primera vez daba un protagonismo al hambre. Casi trescientos años después el joven Balzac, cuando aún no se atrevía a firmar con su nombre, reivindica una aproximación realista a su universo novelesco apelando a lo mismo: "En las novelas de nuestros días los autores se preocupan muy poco por el estómago de sus héroes, les hacen ir de un lado para otro, les arrastran a aventuras que les dejan sin resuello y nunca tiene hambre. En esto no se parecen al autor". Por contra, de los dos mil quinientos personajes que aparecen en las páginas de "La Comedia Humana" los que desempeñan un papel más importante a menudo están caracterizados no sólo por lo que dicen, por lo que hacen o por lo que de ellos se dice, sino también por sus gustos culinarios. La máxima de Brillat-Savarin toma así carta de naturaleza literaria en sus novelas, y aunque quizás hoy sus lectores nos sintamos inclinados a juzgar los hábitos gastronómicos no como causa sino como consecuencia de otros factores más prosaicos, muchos de nosotros agradecemos las propiedades nutricias de su prosa, pues a aquel "dime lo que comes..." anteponemos el "dime lo que lees...". 
     Reflexionando sobre todo esto en la sobremesa familiar de una  tarde de domingo me he acordado de cuando el doctor Da Barca -en "El lápiz del carpintero", de Manuel Rivas- le ofrece una comida opípara a un compañero de celda que se consume de hambre y de pena, y así, ante la mirada incrédula y alucinada de los otros presos, por la sola capacidad de su mirada y la fuerza evocadora de sus palabras  va surtiendo de delicias al condenado:  "Más tarde, cuando el doctor Da Barca le sirvió de segundo un redondo de ternera con puré de manzanas, regado con un tinto de Amandi, a Gengis Khan le fue cambiando el color. Aquel gigante pálido y magro tenía ahora el brillo colorado de un abad goloso. Sonreía en él una abundancia campesina y mensajera, una dulce revancha contra el tiempo que contagió a todos los presentes".  No se me ocurre un retrato más certero y brioso para Balzac ni una explicación mejor de los efectos de su lectura.        

7 comentarios:

  1. 1.Excelente menú balzaquiano, amigo Signes, lo único que echo de menos es la falta de rigor en el orden de la comida. La etiqueta exige, máximo si se trata de un escritor francés, comenzar por el café; continuar con los entremeses, el primer y segundo plato; y, por último, el paseo por las calles de París tras el ágape, con contemplación del monumento a Napoleón incluido para hacer la digestión. Por lo demás no tengo nada que objetar.
    2.Los devotos de Joyce celebran el Bloomsday degustando los platos que toman los personajes de la novela. No sé si los evolucionistas conmemorarán los aniversarios de Darwin tomando anís del mono - en la botella aparece una imagen del genial biólogo con cuerpo de simio-, no obstante los tímidos admiradores del francés podríamos homenajearle con un café balzac (en Valence), un tournedó del mismo nombre o un queso homónimo. Lo del té, que me perdone algunos de los internautas, lo encuentro demasiado florido; dónde se ponga el café café (con todas sus variantes) y el carajillo sobran esos hierbajos. Mi anglofilia no me alcanzar para transigir con ese brebaje, ni siquiera ahora que se celebra el aniversario de Dickens.

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  2. Bonjour Ricardo,
    Je te remercie de ta visite et de ton gentil commentaire!
    Je n'ai malheureusement pas appris l'espagnol et regrette de ne pour donner mon avis sur ton billet qui parle de Balzac, un des plus grands écrivains français...

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  3. -Tienes razón, Joaquín..., casi, porque el café debería ir después de los postres y antes del paseíto. He estado pensando si atacar con otro artículo sobre el paseo de Balzac, que es sin duda un tema que da para mucho. Creo que en alguna ocasión te he hablado de su "Tratado de la vida elegante", que incluye en la edición que tengo (editorial Casiopea) un estudio suyo sobre las formas de caminar. Pero dejo el tema para otra ocasión para no castigar demasiado a los habituales de esta covacha. Por otra parte, ya estoy echando en falta, amigo Huguet -y aquí me pongo serio-, tu aportación luminosa sobre Charles Dickens en "La Biblioteca de Gotham". Por mi parte, ya adelanto la amenaza de uno de mis bodrios que titularé "Dickens y Elvis".

    -Kenza: pas de problème. Tu est toujours bienvenue, même si tu ne parles pas l´espagnol.

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  4. 1. Antes que nada, enhorabuena por el cambio de look. Del blog me refiero, respecto del cambio de look de Elvis en la foto de cabecera casi prefiero no opinar ;-)
    Se ve todo perfectamente organizado y delimitado. Clarito y cómodo.
    2. Como buen anglófilo patológico espero tu "Dickens & Elvis" ansiosamente.
    3. Mientras más te leo a ti, más claro tengo que debería retomar mis lecturas de Balzac que abandoné años atrás. En muchos aspectos me sorprendo de las similitudes que encuentro entre ideas que defiendo desde hace años (en muchos casos quedando como el "freak" del que todos se ríen) y este gabacho. Yo pasé de ser muy, muy comilón (aunque el menú que refiere Werdet me habría hecho ruborizar) a descubrir que puedo estar perfectamente un día sin comer. Pero nunca un día sin café. Zweig clava la sensación que tengo con este brebaje, con esta poción de Panorámix. "el petróleo espeso que siempre pondría en movimiento esta fantástica máquina de trabajo" MAgnífico.

    Me ha encantado la entrada. A todos nos gusta sentirnos justificaods. Cuando mi mujer me regañe por tomar tanto café, ya se que decirle.

    Un abrazo.

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  5. Celebro que te guste el cambio, Óscar, y no te preocupes por esa foto horrorosa de un Elvis setentón: ya le queda poco tiempo ahí. En cambio lo de "Dickens y Elvis" aún tardará algo, pues de momento estoy sumergido de lleno en el mundo dickensiano, disfrutando un montón, claro, y ese tipo de artículos no me resulta nada fácil: me paso mucho tiempo leyendo y luego, una noche, en un café, en el metro o en cualquier lugar, ¡zas!, es el artículo el que me atrapa a mí, que no tengo ya más que coger cualquier papel y garabatear el texto, desde el título al punto final.
    ¡Ah! Y si por fin te decides a retomar la lectura de Balzac me permito sugerir "César Birotteau": es magnífica. En ella aparece además contextualizada en la historia la aparición de la publicidad en París; hay incluso todo un anuncio de crema -"La crema de las sultanas"- y de colonia -"El agua carminativa de César Birotteau"-, que hoy nos hacen sonreír. Es, en definitiva, una historia de ambiciones, fracasos y redención. Sin duda, una de las mejores de "La comedia humana".
    Otro abrazo..., y un café a tu salud.

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  6. "César Birotteau"....
    No me suena absolutamente de nada. Ni de lejos.
    Ergo te tendré que hacer caso. Lo voy a buscar....
    Gracias.

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    Respuestas
    1. Es una de las mejores novelas de Balzac. Seguro que te gusta. Creo haber leído alguna vez que era la novela favorita de Truffaut.
      Un saludo.

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