lunes, 26 de septiembre de 2011

Jane Eyre , Jean Rhys



       Al inicio de Jane Eyre la protagonista se refugia en el alféizar de la ventana de una salita, oculta por una cortina de la mirada de sus primos, de la de la institutriz y de la de su tía, que la ha apartado del calor del hogar. "Ve a sentarte en algún sitio; y hasta que no tengas cosas agradables que decir, quédate callada." En sentido estricto la obliga a que abandone un momento de felicidad familiar junto a la chimenea; y en el metafórico vale por una expulsión del paraíso -redundante por la condición de huérfana de Jane; cruel, por esa misma redundancia, e injusta por la arbitrariedad de la madrastra, digo tía, en el trato hacia sus hijos y hacia su sobrina. 
      La lucha de Jane por corregir esa injusticia y conquistar el paraíso familiar (ganando progresivamente el puesto de hermana, novia, esposa y madre) constituye el todo de esta novela, en cuyas raíces se adivina el cuento de la Cenicienta. Pero no es mi propósito aquí analizar la novela. Vuelvo a ese primer momento porque hallo en él una actitud que, más allá de lo anecdótico, supone una celebración de la lectura. Jane se esconde en la salita con un libro. A un lado, la cortina la separa de los otros. A través de la ventana, un mínimo paisaje campestre azotado por la tormenta. Ella está acurrucada y lee la "Historia de las aves británicas", de Bewick, cuyo texto le resulta en general tan poco atractivo como el título promete, pero en el que, sin embargo, halla páginas y grabados referidos a una geografía vasta y desolada que la cautivan: Islandia, Siberia, Groenlandia... "Con el Bewick en mi regazo era feliz, por lo menos feliz a mi manera".
      Conozco a mucha gente que, entre una vida sin aventura y un paisaje aburrido, en algún momento de su vida se sentó en el alféizar de la ventana con un libro en las manos, y ese libro era Jane Eyre. El sueño de una huérfana por amar y ser amada y su lucha por vencer con virtud y trabajo los obstáculos que a un alma grande puso un nacimiento humilde han alimentado fantasías e inspirado sueños, cuentos, novelas y películas. Pero incluso los cuentos de hadas a veces dejan entrever alguna sombra. En los sótanos de palacio, en la buhardilla de una torre, tras una puerta cerrada con llave y en cuartuchos con las ventanas cegadas habitan seres extraños, siniestros, a los que conviene mantener ocultos.
     "[...] Me sobresalté al oír un vago murmullo, extraño y funesto" dice Jane la primera vez que intuye la presencia de la criatura en Thornfield Hill, y a partir de entonces la acompaña -también al lector- la sensación de que hay en la casa algo maligno e innombrable. Más adelante, una noche en vísperas de su boda con Rochester, esos temores cobrarán forma en la alcoba de Jane, quien aterrada describirá así la aparición: "[... ] parecía una mujer alta y robusta, con cabellera abundante y morena cayéndole por la espalda. No sé qué llevaba puesto; era blanco y recto, pero, si era un vestido, una sábana o una mortaja, no pude saberlo [...] Espantosa y atroz me pareció [...] ¿Le digo qué me recordaba? [...] El vil espectro alemán: el vampiro."
     Durante la ceremonia del matrimonio el ocultamiento del "secreto repugnante" -en expresión de Rochester- se hace imposible y se descubre entonces que la criatura es su enloquecida esposa, que mantiene encerrada en el ático de la casa. La sombra de la inmoralidad cae sobre Jane, quien, a pesar de las explicaciones con las que aquél hace ver como razonable su comportamiento, abandona furtivamente Thornfield Hill, huyendo de la tentación y del pecado.
     Noventa años después de que Charlotte Brontë escribiera "Jane Eyre" hubo una escritora que, desengañada y dolida por las explicaciones de Rochester, volcó su compasión no hacia Jane, sino hacia Bertha Mason, la mujer encerrada. Se llamaba Ella Gwendolen Rees Williams, pero firmaba como Jean Rhys, y como el personaje de Bertha, a quien devuelve su dignidad al contarnos su historia, nació en una isla de las Antillas que abandonó, transcurrida su adolescencia, para irse a Inglaterra. Ancho Mar de los Sargazos es el título de su novela, que es mucho más que el desarrollo narrativo de un personaje secundario de Jane Eyre, más que el ajuste de cuentas con el príncipe del cuento, al que desenmascara, dejando al descubierto su condición de sapo, y más que un espejo que refleja las vergüenzas de la sociedad victoriana. Sin embargo, con ser todo ello méritos indudables, la novela tiene sificiente valor literario como para admitir una lectura independiente.  Hay en ella una voz, un tono y un ambiente característicos, que nacen de una relación con la tierra, vista no solo como paisaje, sino como historia, como olor, luz y temperatura, que empapa toda su prosa y que contrasta con la de la campiña inglesa, es decir, con la de Jane Eyre, tanto por el cambio de escenario (la tercera parte se desarrolla en Thornfield Hill) como por los de punto de vista.
     En un momento de la novela la protagonista acude a una antigua criada negra, Christophine, para que haga un hechizo que le devuelva el amor de Rochester. Late allí una maraña de sentimientos, indescifrable y voraz, como la selva en que se encuentran, y cuyos efectos alcanzan al lector.  "Cuando pasa por mi puerta dice: Buenas noches, Bertha. Ya nunca me llama Antoinette."
     Jean Rhys restituye a la Bertha Mason de la novela de Crarlotte Brontë su auténtico nombre -Antoinette-, y con él, su historia y su dignidad en lo que supone, más que un acto de justicia poética, la creación de una obra maestra.        

(Nota: las citas de ambas novelas pertenecen a las ediciones de Mª José Coperías en la colección de "Letras universales" de la editorial Cátedra, las dos con traducciones de Elizabeth Power)   

10 comentarios:

  1. Ancho mar de los Sargazos me parece una grandísima novela, muy adelantada a su tiempo. Trasladar al Caribe un personaje secundario de una novela escrita casi un siglo antes y escribir lo que algunos llaman "precuela" es, pues eso, algo habitual en nuestros días, pero un prodigio literario hace 50 años. Y el título es también genial.
    Jane Eyre tiene mucho de Cenicienta y no poco de Barbazul.
    Y una nota de pedantería: el autor del libro que lee la pequeña Eyre, Thomas Bewick, dio nombre al cisne de Bewick, que se caracteriza por que no hay dos con el mismo dibujo en el pico, y los expertos pueden reconocer a centenares de individuos. Lo aprendí este verano en Slimbridge, Inglaterra, y no me he podido aguantar.
    Saludos.

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  2. El marco de una ventana o el de un espejo dan mucho juego a la imaginación, territorio fronterizo donde se oculta el horror o el paraíso. El hogar de las Bronte fue precisamente eso: una combinación de terrores y felicidad doméstica. Apenas abandonaron la mansión familiar ni la campiña que les rodeaba y, sin embargo, fueron capaces de crear un mundo propio con apenas asomarse a la ventana. No les hacía falta. El horror, como la mujer de Rochester, estaba puertas adentro: un hermano alcohólico al que cuidaron fraternalmente hasta su prematura muerte. La escena inicial de la novela, felizmente transfigurada en la foto de Jean Rhys, es un algo más que una imagen, es un símbolo de una forma de vida "provinciana", aparentemente “tranquila”, que dio frutos tan maravillosos como las Bronte o Emily Dickinson.

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  3. Sí, es cierto, una precuela, aunque he estado de escribir en el artículo sobre ese préstamo de personajes que llaman "crossover". Sin embargo, no es tan temprano el ejemplo como parece:a bote pronto me viene a la memoria "Las mocedades del Cid", de Guilem de Castro, en el siglo XVII, aunque reconozco que lo que hoy vivimos es una auténtica efervescencia, no sé si por agotamiento imaginativo o por pereza. Y respecto a lo que dices del cisne, no te imaginas lo que agradezco la información. Quizás en mi próximo artículo entiendas por qué. Un saludo.

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  4. Me fascina, Joaquín, cómo la burguesía rural y baja aristocracia inglesas dieron tan buena literatura. En España apenas hay nada de eso, por desgracia. Nuestra gran novela del XIX es casi toda urbana (del XVIII no vale la pena hablar) y, cuando es el campo su escenario, el punto de vista sigue siendo el de alguien de la ciudad. Por supuesto que hay excepciones. Se me ocurre ahora "Los pazos de Ulloa", "La madre naturaleza", de la condesa de Pardo Bazáan, quizás algo de Pereda y de Blasco Ibáñez. El menosprecio de corte y alabanza de aldea que predicaba fray Antonio de Guevara dio muy buenos réditos a los poetas, pero a los narradores se le acabó el carbón con la novela pastoril. Una pena.

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  5. Lo de la precuela habría de buscarlo en la misma novela original, Jane Eyre. Una amiga mía, lectora apasionada de las hermanas Bronte, cree reconocer en esta novela la mano de Emily no de Charlotte. La primera parte, me dice, recuerda vivamente el ambiente de Cumbres Borrascosas y la segunda, de peor calidad, se diría escrita por otro autor o autora. Charlotte, que sobrevivió a sus hermanas, habría escrito el final de una novela que su hermana no habría podido terminar por su prematura muerte. En ese caso el monstruo indefinible del que habla la novela no tendría el rostro de Antoinnette sino de su supuesta autora, Charlotte.

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  6. Lo de tu amiga, Joaquín, lo siento, pero me suena a juego de espejos de feria: interesante, entretenido, todo apariencias. Ni el ambiente de "Cumbres borrascosas" me recuerda al de la novela de su hermana ni veo peor calidad en la segunda parte (que ni siquiera sé hasta dónde llega para ella).
    Un saludo (y otro para tu amiga -con la que no pretendo polemizar: ya me disculpas tú por mi vehemencia). Nos vemos en tu Biblioteca.

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  7. La combinación de una ventana y un libro es de un poder magnético irresistible. Desde la primera vez que pise las islas británicas descubrí que uno de los grandes, grandes atractivos de las casas antiguas inglesas y de los hoteles antiguos como aquel en el que me alojaba era la "Bay window", esa magnífica mezcla de balcón y ventana, ese trozo de la casa que se proyecta hacia fuera rodeado de ventanales y que por dentro tiene un banco que la bordea y permite aprovechar las pocas horas de luz de que disfrutan por allí. Y con lluvia aun es mas genial. Y además permite espiar el exterior con casi 180 grados. Bueno, Jane demostró en esa escena tener mucha más capacidad de contención que yo. Muchas veces, ante un contratiempo o un enfado importante he tratado de ponerme a leer y siempre soy absolutamente incapaz. Hasta que no pierdo presión no lo logro.
    La obra de Rhys la leí quizá demasiado pronto, años atrás, por ser yo aun demasiado joven y por no saber entonces aun quien era la tal Jane Eyre. Me gustó bastante, pero su auténtica hermosura tuvo que esperar a la segunda lectura años después, con un poco (no mucho) mas de conocimiento. Me gustó tanto que desde entonces busco otra obra de Rhys que me guste igual y no lo he logrado. Están bien, pero no es igual.
    El demonio escondido en el desván deja de ser demonio en el momento en el que transfiere su condición diabólica al que vive abajo, al que la encerró. El miedo que le tenemos se convierte en compasión.
    Y también en mas de una ocasión he pensado en los separada de la vida literaria que se encontró la burguesía rural española, a diferencia de la inglesa. Daría para una buena charla.
    Espero tener tiempo de releer muchas veces estas dos novelas en mi vida.
    Saludos.

    PS - A ver con que nos sorprendes con el cisne . ¿quieres otra coincidencia? Mientras leí tu entrada y el comentario (sorprendente) del niño vampiro, estaba escuchando una selección de piezas de Sibelius, entre las que están las basadas en el Kalevala, entre ellas "el cisne de Tuonela". ¿Alguien ha dicho sincronicidad?

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  8. Cada vez está más clar que lo que da sentido a seguir con el blog es la comunicación que se establece gracias a vuetros comentarios. El tuyo en particular suma una serie de imágenes que hacen que me muera de envidia. Un hombre sentado en una "bay window" de un hotelito rural inglés, con el "Ancho Mar de los Sargazos" entre las manos y escuchando "el cisne de Tuonela". Es magnífico. Además esa sincronicidad va más allá de lo que imaginas, puesto que tanto el vuelo de de ese cisne como el de aquel del que habla Batboy están muy relacionados con la historia que contaré en mi próximo artículo.
    Un saludo y muchas gracias por tu comentario.

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  9. Hola Ricardo!!

    ¿Cómo va por el IES? Te escribo porque este sábado en el diario "Público" te "regalan" la "Metamorfosis" de Kafka.. cuántas comillas juntas!!

    Te lo digo porque tal vez a algunos alumnos de Literatura Universal le interese... el diario cuesta 2'50€ con libro incluido.

    Nos vemos!!

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  10. Gracias por la información, Ester, y un saludo. Seguro que te va estupendamente en la Facultad.

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