martes, 18 de octubre de 2011

El Bestiario del cisne

     Hace tiempo que persigo a un cisne con la perseverancia con la que un cazador perdido rastrea en la nieve la presa que le va a servir de sustento un día más. La nieve es el papel, y los árboles y las matas tras las que se oculta, las letras de los libros por los que transito. Soy un lector solitario y mi cisne es un animal burlón y peregrino, aunque sé tan poco de él, que estas atribuciones hablan más de mi ignorancia e impaciencia que de sus mañas. Cuando creo que lo tengo, se me escapa, y así una y otra vez por bosques y por estepas, en una persecución de la que en un principio había pensado escribir un estudio de etnología literaria junto al relato de la búsqueda de sus orígenes, pero es tan ambicioso el proyecto, que asusta; y si se atiende a lo que llevo andado casi da risa, conque me conformo aquí con dar solo unos cromos de lo que llamo el “Bestiario del cisne”.
1. A veces he imaginado un principio: un estudiante al pie de una escalinata cuyos primeros peldaños se sumergen bajo las aguas del Ganges en el muelle de Harishchandra, en la ciudad de Benarés. El olor de las flores de las guirnaldas se pierde entre el humo de la pira donde arde el cuerpo del maestro, a quien aquel ahora le dedica su última ofrenda, una fábula escrita en sánscrito en una corteza de sauce que ya avanza despacio por el río sagrado. Y al cabo de un tiempo, mucho más abajo, en un meandro, unas mujeres lavan la ropa y encuentran la corteza, la recogen y buscan a alguien que se las lea.
2. Ya no sé cuándo fue la primera vez que me lo encontré, pero sí cuándo empecé a preocuparme: en el acto decimonoveno de La Celestina, en la famosa escena del encuentro de los dos enamorados en el huerto de la casa de  Melibea, dice esta: “¿Por qué me dexavas echar palabras sin seso al ayre con mi ronca boz de cisne?” Lo cual, por esa virtud que atribuye el Bestiario a esta ave de anunciar con el canto su propia muerte, vale por un presagio fúnebre que a ambos incumbe. Así habla de los cisnes Esopo en la fábula "El cisne y su amo", mientras que Platón, en Fedón, hace decir a Sócrates: "al parecer, en lo que respecta a las dotes adivinatorias, soy, en vuestra opinión, inferior a los cisnes, que una vez que danse cuenta de que tienen que morir, aun cuando antes también cantaban, cantan entonces más que nunca y del modo más bello, llenos de alegría porque van a reunirse con el dios del que son siervos." (La traducción es  de Luis Gil)    
     A veces he pensado que la tenacidad de los cisnes en mis lecturas -que alcanza hasta la homofonía en catalán de mi apellido- podría avisarme de algo funesto, pero en eso de morir me viene de familia una pereza tan grande, que conjura los agüeros.
3. A finales de los años treinta del siglo pasado, Hans Christian Andersen publicó su cuento titulado Los cisnes salvajes, en el que aparecen muchos de los motivos de la mitología del cisne: los hermanos, el odio de la madrastra, la metamorfosis en esa ave, la envidia de la belleza de la hija, el distintivo de las coronas de oro, la promesa de silencio y su quebrantamiento. Interviene ahí incluso el personaje de Fata Morgana -la hermanastra del Rey Arturo-, en plena actividad transformadora del paisaje, como un guiño que acerca el cuento a la mitología artúrica de Lohengrin, el caballero del cisne.  Pero, lógicamente, la historia no es de Andersen, quien se inspiró en uno de los "Cuentos daneses de hadas" de Mathias Winther, publicados quince años antes del suyo, quien a su vez se inspiró en una leyenda medieval irlandesa Los hijos de Lir.   
4. A finales del siglo XIII se escribió en Castilla el Libro de la Gran Conquista de Ultramar, que narra los acontecimientos de la primera cruzada y en el que se incluye la "Historia del Caballero del Cisne", que, al parecer, es en parte una adaptación de una poesía épica francesa perdida. Se cuenta allí cómo la madre del conde Eustaquio interceptó una carta de su nuera Isamberta, en la que ésta le anunciaba el nacimiento de siete hijos varones, y cómo la falsificó diciendo que lo que había alumbrado era una camada de siete lebreles. Estaquio responde entonces que los maten. Por dos veces se incumple el mandato: la primera, porque el ayo encargado del infanticidio se apiada de ellos; la segunda, porque cuando la condesa madre se entera de que han crecido al cuidado de un pastor y ordena buscarlos y decapitarlos,  se produce la metamorfosis: les quitan los collares con los que nacieron y en ese momento emprenden el vuelo convertidos en cisnes. A su regreso de la guerra, el conde Eustaquio, para dirimir el conflicto de versiones entre su madre y su esposa, organiza un juicio de Dios. Isamberta no tiene paladín que la defienda, pero entonces llega a palacio  en una barca guiada por un cisne un caballero que toma partido por ella. Inmediatamente Isamberta se da cuenta de que es su hijo. Se produce el duelo y vence, restituyendo así el honor de su madre, quien busca los collares y se los pone a los  cisnes que han acudido a presenciar el combate, de modo que recobran su forma humana. Pero falta un collar, y así el cisne que conserva su forma de ave acompaña a su hermano, el caballero del cisne, aventura tras aventura.
"Leda con cisne", de Cézanne
     Hasta ahí sería la leyenda. Lo que sigue es la conversión de toda esta fantasía en la genealogía heroica de un personaje histórico, Godofredo de Buillón, uno de los caballeros que encabezaron la primera cruzada. Pero ni siquiera esta mixtificación grosera ofende el gusto del lector, porque en ella aparece imbricado otro tema de gran fecundidad narrativa y mitológica: la prohibición a la amada de preguntar su identidad al amado (uno de cuyos primeros y más brillantes desarrollos leemos en la fábula de Eros y Psique, incluida en El asno de oro, de Apuleyo, -obra que, por cierto, tiene a mi parecer mucho que ver con esta mitología general del cisne, aunque explicar esto aquí sobrepasa mis intenciones y,  probablemente también, la paciencia de mis lectores.    
5. Mucho antes de que los caballeros se transfiguraran en cisnes, los dioses, haciendo gala de su jerarquía, ya dieron ejemplo -muy mal ejemplo- de cómo beneficiarse a una doncella esquiva mediante una metamorfosis. Nos lo contó Ovidio, lo pintaron Leonardo, Matisse, Cézanne y Dalí. Yeats y Rubén Darío, entre otros,  lo poetizaron.       

11 comentarios:

  1. Entre los muchos cromos que he dejado para no abusar de la benevolencia de los amigos que aquí me leen está el que Óscar, el titular del excelente blog Strange Library, me apuntaba en un comentario al artículo anterior: "El cisne de Tuonela", de Sibelius, que me ha dado un motivo para releer un fragmento del Kalevala, lo cual es un favor que tengo que agradecele. Para los que quieran profundizar en esa relación dejo aquí este enlace: http://sibeliusencastellano.blogspot.com/2009/01/el-kalevala-4-sibelius-y-el-kalevala.html

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  2. Pues tu me has hecho a mi releerme muchas más cosas. La mitología en general y la mitología de las aves en particular ha sido muy interesante para mi años atrás. De entre las imágenes que evocas me quedo con la leyenda de la noble Elsa cuyo rezo hizo sonar la campana de Montsalvat en el reino del Grial, provocando que un caballero acudiera en su ayuda. Nada menos que Lohengrin con el cisne mágico, el "Caballero del Cisne". O con al triste historia de los Hijos de Lir. Y es que siempre he asociado más al cisne con el animal que tira de la barca del Sol durante la noche (durante el día la gobiernan los caballos) que con Leda y Zeus transmutado. Lo nórdico me tira más que lo heleno. (Me da la impresión de que a ti también)

    Me ha gustado mucho la entrada. Mucho para leer y releer. aHora voya buscar donde poetizó Yeats al cisne (¿La leyenda de Lir también, entre sus poemas celtas?).

    Un p`lacer leerte, como siempre.

    Por cierto, una interpretación maravillosa del Cisne de Tuonela de Sibelius:
    http://www.youtube.com/watch?v=O6tx_SzUeuw&feature=related

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  3. Lo de Yeats lo tengo que mirar despacio, Óscar, pues es la única refrencia que cito de oídas. Celebro que a ti también te guste la ornitología mitológica. Y tienes razón: disfruto mucho de la tradición nórdica. Uno de los textos en los que más me he entretenido para la redacción de este artículo es un texto textil, el tapiz de Bayeux, entre cuyos animales he buscado en vano un cisne, casi convencido de que había por allí uno casi oculto, pero, como tantas otras veces, ha volado, lo cual, no obstante, no me ha quitado el gusto de volver a esa obra medieval maravillosa. Gracias, por último, por la dirección de youtube sobre el cisne de Tuonela. Al final hasta me voy a aficionar a la música de Sibelius: el encanto del Kalevala es muy poderoso.
    Por cierto, habrá que ver también si nuestro amigo MacDonald se dejó llevar por el embrujo del cisne.

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  4. Excelente artículo, Ricardo. Sólo echo de menos referencias al cisne de Avon, animal grafómano por antonomasia. No obstante, tengo mis reservas sobre este animal tan celebrado en tu entrada. Siempre que no lo saquen de su álbum de familia, el bestiario y sus leyendas, me atrae; fuera de ahí, me cansa. Que me perdone Rubén Darío, pero en cuanto veo cisnes en el horizonte, huyo como alma que lleva el diablo. En ese sentido, prefiero su homónimo psicompo popular, el señor cuervo, que canta de pena y espanta por su malos modales pero nunca deja indiferente, porque tal vez tenga más personalidad que su elegante compañero de bestiario.

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  5. Pues aficionate a Sibelius, que para leer textos de mitos nórdicos sirve como telón de fondo increiblemente apropiado. Esta pieza forma parte de un ciclo llamado "Lemminikäinen" por el hechicero mitológico del Kalevala que podía transmutar la arena en perlas. Tiene 4 piezas "Lemminikäinen y las doncellas de la isla", "El cisne de Tuonela", "Lemminikainen en Tuonela" y "El viaje de vuelta a casa de Lemminikäinen". Se suele complementar con otras piezas basadas en el Kalevala como "Luonnotar" (dedicado a la diosa hacedora) y otra de mis preferidas "Cabalgata nocturna y amanecer". Son maravillosas y perdona por el off-topic.

    Y por cierto, hablando del Tapiz de Bayeux, mira que video me mandaron el otro día:

    http://www.zappinternet.com/video/wamRbiHriD/El-Tapiz-de-Bayeux-se-mueve

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  6. 1. Para mí, Joaquín, el cisne es una interrogación animal. Puede que los cuervos me caigan mejor, especialmente Hugin y Munin, de los que ya hemos hablado alguna vez, pero no me pasa como a Poe con su cuervo cansino, qué le vamos a hacer si lo que se me aparece y desaparece son los cisnes.
    2. Gracias, Óscar. Soy un devoto del tapiz de Bayeux. Y respecto a Sibelius, para que veas que te voy a hacer caso, he empezado por hacerme seguidor de un blog dedicado a este compositor.

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  7. En el enlace que copio al final podéis leer el poema de Yeats sobre el cisne de Leda junto a otros dos poemas, uno de Rilke y otro de Hilda Doolitle, sobre el mismo tema. Están los originales en inglés y las traducciones.
    http://www.letrasenlinea.cl/?p=112

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  8. Sólo puedo animarte calurosamente para que saques adelante ese proyecto de etnología literaria. Si es la mitad de interesante que esta entrada, será fascinante.
    Ojalá pudiera unirme al debate épico, artúrico y mitológico, y hacer alguna contribución interesante como las de Óscar.

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  9. Gracias, Batboy. Las aportaciones que nos haces en tu blog superan en mucho las fruslerías con las que a veces lleno mis artículos.
    Un saludo.

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  10. Ni tienen mucho que envidiar los cisnes a los Unicornios en cuestiones míticas y artísticas. ¡Y para más mérito resulta que son reales!

    Como siempre un artículo excelente.

    Un saludo de http://elcarnavaldewolfville.blogspot.com/

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  11. Bienvenido a estas páginas, Wolfville. Aprovecho para recomendar a los amigos de estos Zapatos a que se den una vuelta por tu Carnaval. Basta con un clic en el icono correspondiente de mi lista de blogs amigos. A poco que lean, seguro que se suman a la fiesta.

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