lunes, 24 de mayo de 2010

Geografía mítica: los arandas y los Elvis



Los arandas, los Elvis y el chapapote

      Comparezco ante la pantalla en blanco con el sabor del café aún en la boca y la imagen en la retina del vómito de petróleo en el Golfo de Méjico. Luego me enredo con algunos borradores, me paseo por la habitación, los desecho todos y me acuerdo de unas páginas que escribí hace ya tiempo:
      “He leído en algún sitio un articulito sobre la cosmogonía de unos aborígenes del centro de Australia que me viene aquí al pelo para abundar en estos asuntos. Resulta que para los arandas, ¿o arandis?, que es como se llaman estos señores que digo, al principio la tierra era toda un  desierto que como una enorme manta cubría a un grupete de dioses que dormían la mar de a gusto. Pero va y un día se despiertan y salen a estirar las piernas, y como son dioses, en vez de pasear y morirse de sed, se dedican a crear los montes, los valles, los ríos y demás. Luego les entra el sueño, pero antes de acostarse de nuevo debajo de su manta despiertan a los hombres, es decir, a los arandas, y les enseñan un montón de cosas. Estos, agradecidos y nada desmemoriados, consideran sagrados los lugares del desierto por donde salieron y por donde se fueron los dioses. Además, y acaso con un punto de nostalgia por la época en que ellos eran unos durmientes, descubren en cualquier rincón vínculos íntimos con aquel momento primero de la creación, en un árbol, por ejemplo, o en una roca con determinada forma, y los veneran. Y en torno a esa roca o a ese árbol bailan y se cuentan historias antiguas, y sobre la superficie de la piedra o de la corteza dibujan sus pinturas, que al igual que las danzas o las historias son rituales vinculatorios con los que conforman una íntima geografía sentimental.
            Más cercanos que esos arandas, los Elvis tienen también una geografía y viven sus ritos […]. Yo mismo he peregrinado, he visto y he escrito sobre los santos lugares de la elvisología, entre los cuales la cabaña natalicia de Tupelo y Graceland son el alfa y el omega que enmarcan tantos otros, humildes, suntuosos, multitudinarios, desiertos..., dignificados hasta el mito por un pedazo de vida que ha quedado atado a ellos o, en el caso de los que Elvis no conoció, por la acumulación de fervor de los que allí se reúnen, como la iglesia que hay junto a la cabaña tupelita.  Es una capilla pequeña, luminosa y moderna que no tiene nada que ver con los estilos predominantes en la arquitectura religiosa de la zona: el pastelito neogótico y el garaje pelado. Construida gracias a las aportaciones de devotos de Elvis de todo el mundo, guarda para éstos un significado especial difícil de precisar, que va desde la consideración para algunos como algo parecido a una capilla católica dedicada a la advocación de un santo, a las tres estrellas con que es calificada en la “Guía Thompson & Fowler de Capillas con Encanto”: un lugar privilegiado donde celebrar una boda al más puro estilo Elvis que compite en gracia y clase con las mejores de Las Vegas” (sic). Pero más allá del culto y la ceremonia, esta construcción es un lugar de meditación donde, con más sosiego que ante la tumba de Elvis y de sus padres en los jardines de Graceland, los asistentes dejan libres sus mentes al recuerdo del Rey, por lo general ya bastante alterados con la previa y preceptiva visita a la cabaña. Con todo, para que esa meditación no resulte demasiado errática, los artífices de la capilla diseñaron una vidriera que, como ejemplo maravilloso de ese mezcladillo trascendental que tanto gustaba al Rey, representa en sus líneas y colores una especie de mandala tibetano, sólo que sus motivos, más occidentales, apuntan a un sincretismo de los frescos de la Capilla Sixtina con los de Las 4 Rosas. Ahí están, enmarañados en un dédalo de líneas y colorines, el brazo que sale del cielo hacia los mortales como diciendo vosotros sois unos pobres desgraciados, miserables, pero no os preocupéis, porque yo os doy mi aliento, os toco así y ya está. Ahí figuran también dos anillos entrelazados, el símbolo de la alianza entre los dos contrayentes que tienen la fortuna de sellar su unión en esta joya tres estrellas de la Guía Thompson & Fowler. Pero también, la alianza entre Elvis, que tenía la costumbre de regalar anillos en sus conciertos, y sus fans, que compran ahora réplicas de plata con las iniciales TCB (Take Care of Business) y el logo del rayo zigzagueante por diez dólares.
            En fin, en esta capilla, en un ambiente de admiración y recogimiento donde los temas del Rey, cantados en silencio o en forma de bisbiseos, ronroneos, sordos murmullos a lo sumo, se acompasan misteriosamente en una especie de om colectivo, se instalan sus devotos, cada cual a lo suyo, a  sus recuerdos y a sus canciones en sordina, que, ya digo, conforman de consuno una oración, un rosario interminable, como si dijéramos, con sus misterios y todo, cuyos oficiantes van renovándose, poco a poco, a medida que unos salen y otros entran”.  (Zapatos de ante azul. Tercera Parte, cap. 5)
             Desde fuera de esa afición, el lector -ni lo uno ni lo otro- concederá con generosidad la etiqueta de "extravagante" a las actitudes de los protagonistas. Nada de peso que objetar, sólo dos sentimientos personales: de envidia, mientras releo lo de arriba, y de rabia cuando evoco la noticia del Telediario que da pie a este artículo. 

12 comentarios:

  1. Muy atractiva la cosmogonía de los aranda. Lo que me sugiere una nueva forma de trabajar: un horario establecido entre siesta y siesta. Me imagino a una corte de sonados, realizando chapuzas entre cabezadita y cabezadita, cuando aún no se ha despertado de las telarañas del sueño y su obra magnífica digna de los dioses durmientes: coches chatarra, edificios ruinosos antes de ser terminados, fármacos venenosos, y todos nosotros adorando estos productos como si fueran "huacas" u objetos sagrados de peregrinación. ¿No se explica así lo del chapapote? O una de dos: o estaban demasiado despiertos cuando la catástrofe o demasiado somnolientos. Siguiendo la estela de sonámbulos, enlazamos con los elvisianos, unidos a su adorado Elvis a través del anillo. ¿El anillo del Nibelungo? ¿Un pacto satánico con un ser semidivino? No, simplemente un "cuídate de tus asuntos". ¿Se reduce todo a una cuestión de negocios? El lenguaje es muy revelador al respecto. En español decimos "cuídate de tus asuntos o de tus cosas". Los alemanes también utilizan la palabra "sache" o cosa. Los anglohablantes, en cambio, utilizan la palabra "business" o negocio. En el fondo para los norteamericanos, todo, absolutamente, todo se reduce a negocio. Pero, ¿no es cómo decía Unamuno, el negocio de nuestra salvación el que más nos incumbe?

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  2. Me permitirás Ricardo un poco de frivolidad para variar pero que me viene ahora como anillo toledano al post...¡Vaya argumento para un culebrón autraliano! Se podría titular: “Arandis y dioses durmientes bajo manta redonda en el desierto: otra lectura de la creación”, pero quizás es demasiado largo, amén de las noches que nos costarían los dos episodios-piloto de rigor para encontrar productora -aún disfrutando de tu sabroso café-.
    La peregrinación por el camino de Elvis ya es otra historia...Eres muy generoso publicando fragmentos de tu libro y disfruto sinceramente leyéndolo -aunque sea a golpe de post-feuilleton-
    No tengo claro pertenecer a tu club de fans pero te garantizo fidelización lectora. Por cierto la ágil renovación de oficiantes y fieles en la Sixtina de Elvis parece francamente rentable (ya lo apunta con acierto J.Huguet enmarcado en su ágil erudición).Y termino con pregunta: a quién envidias: a los hombres, a los dioses o a la cantidad de tiempo que pasan ambos durmiendo?

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  3. Tanto tu comentario, Joaquín, como el tuyo, msm, tienen mucha guasa, pero lo cierto es que mi humor va en serio. O sea, que lo de los arandas no es una curiosidad antropológica; envidio en esos señores la vinculación que sienten hacia su tierra; y en los Elvis, su pasión inventada. Es más, el día menos pensado me visto de aranda y me echo en su honor una siesta monumental debajo de un membrillo que yo me sé.

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  4. "Geografía mítica", me gusta el título, así a secas, aunque lo demás haga falta al escrito completo. Hay en mi vida algunos paisajes hechizados, lugares que se pisan como cuando uno deambula por Tierra Santa, como si estuvieran rodeados por una línea invisible dentro de la cual es obligada una observancia de las formas casi litúrgica.

    Me gustaría que habláramos mañana de alguna de las cosas que hemos vivido hoy en La casa de los líos, no ya el abortado partido de baloncesto, sino la presencia del amigo novelista y tu silencio -que me ha sorprendido- respecto al debate de los compañeros, que a mí me ha resultado francamente interesante.

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  5. Muy bueno, msm, lo de la manta redonda compartida entre los dioses y los arandis. ¡A saber la de genios durmientes que nacerán en este eugenésico encuentro! ¿Posos de sabiduría? Es muy probable que los seguidores de Elvis se apunten a ese tuteo democrático con unos dioses tan simpáticos y acogedores que no son adictos al trabajo. Respecto al culto elvisiano, Ricardo, comparto contigo esa envidia por esa facilidad que tienen los anglosajones para crear sus propias fantasías colectivas. Tanto la hortera religiosa de Elvis o el caso de Tolkien, que, apesadumbrado por que los ingleses no gozaban de una buena mitología, se inventó una de cabo a rabo. Podríamos tomar ejemplo e intentar crear un nueva mitología o una nueva fantasía que no tuviera nada que ver ni con el nacionalcatolicismo ni con el "hombre de los huevos de oro".

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  6. La vida se nos llena poco a poco de escenarios sentimentales que, a veces, para uno -o para dos- se convierten en míticos. Sí, David, yo también guardo algunos de ésos como si fueran un trineo de madera con un rótulo de "Rosebud" detrás. Por no andarme con revelaciones citaré a Saramago, que recordaba cómo su abuelo se despidió abrazándose a los olivos de su campo cuando sintió que se iba a morir. Al fin y al cabo, aunque el corazón de Australia esté casi en las antípodas, a veces se acompasan nuestros latidos.

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  7. En lo de inventarse pasiones hay un modelo que nos para más cerca y que a mí me gusta más, Joaquín: el de don Quijote, que cuando se va a jubilar (jubilar de no hacer nada, que para eso era hidalgo), en vez de jugar al tute se convierte en caballero y se inventa gigantes, ejércitos enemigos y magos encantadores, que es más divertido.
    Y en lo de crear una mitología, ánimo y adelante, que te veo muy capaz.

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  8. Inventar pasiones y evocar espacios es un claro síntoma de mismidad que perdura através del tiempo pero contrario a la comprensión del propio yo, es la reinvención del otro sea mito, amante, gigante o molino de viento, es la invención del doble que apuntabas en tu anterior post. Los elvisianos son simples pero adquieren gran dimensión dentro de su simpleza. Pero qué pasa cuando llega la histeria colectiva o la depresión? Se quijotiza también el contexto como le sucedió a nuestro caballero?

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  9. Umm... Esto que preguntas es de nota. Me lo tengo que pensar, pero me parece que no me la sé, asi que si hay alguien por ahí que se atreva, se lo agradeceré un montón.

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  10. No te preocupes 'maestro', me enchufaré a la tele o pintaré un mandala.

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  11. Yo tampoco me sé la respuesta, ni siquiera entiendo la pregunta pero me alegro mucho de no ser la única. Qué triste lo del vertido de la BP. Había pensado en un boicot particular a sus gasolineras, pero luego miro a las otras, a las de Repsol, por ejemplo, y pienso en la deforestación del Amazonas. A lo mejor la solución está en menos de todo: menos progreso, menos trabajo, menos industria y, sobe todo, menos consumo.

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  12. La mismidad equivale a identidad personal (RAE) y a la necesidad de que los demás compartan tu mundo. Me preguntaba si la invención de mitos, pasiones o dobles responde a esa necesidad -que en mi modesta y nada clara opinión- podría arrastrar a los demás, como en el caso de la 2ª parte del Quijote. Pero quizás es un desvarío, pensaré en la desforestación del Amazonas y en trabajar menos. Saludos

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