lunes, 17 de mayo de 2010


LA OPCIÓN ELVIS

Yo no sé si ustedes se cansan o no de ser ustedes, tan previsibles, tan siempre lo mismo, pululando la mayor parte de su tiempo en un radio de menos de quince kilómetros, reincidentes en sus infelicidades e incluso en sus despropósitos: sé que algunos visitan estas páginas una semana sí y otra también, lo cual es un buen indicador de su desesperación y aburrimiento. Por mi parte, les he de decir que cuando llego a las ocho y veinte de la tarde me entra un cansancio muy grande ser Ricardo Signes y me propongo hacer cosas que nunca haría un tipo como yo. Entonces tengo unas broncas de padre y señor mío con mi otro yo -ese desdoblamiento esquizoide que les presenté la semana pasada- y a veces, en la pelotera, es tanta la distancia entre ambos, que acabamos tratándonos de usted –qué se le va a hacer. Él tira hacia adentro y yo hacia fuera. O sea, que la mayoría de las ocasiones no puedo escaparme muy lejos. Por eso, para huir de la atracción gravitatoria de mi propia identidad, me pongo a pensar con el otro lado y a escribir con la zurda, y así me salen algunos de estos artículos como me salen. Con muy buena voluntad me recomiendan como tratamiento que me pertreche de un refresco y de un cubo de palomitas y que me vaya al cine. Por unos seis euros puedo tener como todo quisque mi ración de sustitución compensatoria: si uno no es capaz de embutirse un mono de licra, ponerse un antifaz, colgarse una capa y salir por la noche a repartir hostias a los malos, por lo menos se lo ve hacer a otro, se identifica con él y se olvida tranquilamente de sí mismo sin molestar al prójimo.
      Que conste que lo he intentado. El problema es que me suelo identificar con el personaje que no sólo sabe que no tiene superpoderes, sino que sufre esa carencia e intenta paliarla con la ciencia y la tecnología. Lo que pasa es que, en contra de lo que se dice en la escuela, ese es el papel del malo, así que lejos de aliviarme durante dos horas de un conflicto, lo agravo, introduciendo en la refriega la moral y la salud, y encima con un toque trágico, porque sé que al final siempre pierdo.
      Más radical es la “opción Elvis”, que, si bien se mira, tiene mucho de don Quijote en su preferencia del disparate sobre el hastío. Y yo, amigos, ahora que el vigilante de mi identidad ronca en mi sillón, atrapado por un documental de coleópteros, puedo decir que elijo lo primero, aunque no siempre lo ponga en práctica. Hace tres meses, apenas iniciado este blog, sí. Fue un viernes, acababa de redactar un artículo sobre el culto al Rey y, para desperezarme, salí por Valencia a pasear un rato. Andaba yo despreocupado, callejeando sin rumbo, cuando al rato me vi delante de un escaparate de una tienda de disfraces, cara a cara con un maniquí de un clon de Elvis vestido con un formidable “jumpsuit” modelo “Viva Las Vegas” a 50 euros el fin de semana. Consulté el reloj: las ocho y veinte. También se alquilaba un tupé y se vendían patillas postizas y unas gafas panorámicas. El traje me venía bastante holgado, talla única XXL, pero la dependienta lo solucionó con una faja y un cojín. De los complementos sólo me llevé las gafas y una bufanda de color azul metálico. Apagué el móvil y apenas salí de la tienda sentí esa especie de comunión con el Rey que deben de sentir todos sus “impersonators”, pero en mi caso era algo más complejo, porque revivía con una energía insospechada sensaciones que yo mismo había imaginado para el personaje de mi novela y, como si de pronto hubiera pasado al otro lado del espejo, protagonizaba con una fidelidad extraordinaria unas de mis páginas:

      “Ahí va Elvis, con ese traje blanco de dos piezas, pantalón acampanado y chaquetilla abierta, de solapas que le arrancan desde casi el ombligo y cuello hasta las orejas, sazonado todo con remaches metálicos que, desde las costuras de las perneras a las de las mangas dan al conjunto un toque alegre y hortera, a lo Viva las Vegas, insoportablemente feliz para algunos transeúntes que se cruzan con él, sonríen y piensan qué gilipollas. Pero él a lo suyo. Su prestancia física y la potencia de su silbido concitan sobre él las miradas. El se da cuenta y se alegra, y esta alegría, al cabo de unos minutos, convierte el silbido en tarareo, y el tarareo en franca explosión canora. Like a river flows/ Surely to the sea,/ Darling, so it goes/ Some things are meant to be. Entonces muchos de los que van por la calle no van, se quedan, y otros hasta le siguen mientras dura la canción y se rascan el bolsillo para tener listas unas monedas por si Elvis pasa la gorra después de su interpretación. Pero no la pasa, cuando acaba continúa caminando en silencio un buen trecho y vuelve después a la carga: silbido, nananá, nananá y, a capella: Wise men say/ only fools rush in/ but I can´t help/ falling in love with you. Y luego, bis. Y más bis”.
     Me pasé todo el fin de semana con el traje de Elvis, recorrí la línea 5 del metro, del puerto al aeropuerto, unas quince veces, caminé por Valencia más que un cartero, visité algunos de mis bares favoritos, me reí con amigos y desconocidos y soporté con alegría risas y burlas. Cuando llegué a casa después de devolver el traje, telefoneé a Marcos Elvis, que es manchego, camionero de profesión y el mejor "impersonator" de Elvis de España. Me dio mucha envidia, porque sus fines de semana evasivos duran ya un montón de años. La próxima vez que le vea le voy a pedir que me deje acompañarle en el camión. Hablaremos del Rey y lo contaré aquí todo después.   




16 comentarios:

  1. Joder, tío, qué bajón al leer el principio. Creo que me voy a ir corriendo a alquilarme un traje de Elvis.

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  2. Eso de disfrazarnos para descargarnos de nuestro yo está muy bien. Estamos constreñidos dentro de un corsé que se rompe muy pocas veces. El niño pequeño puede asumir múltiples personalidades, el adulto ha de quedarse sólo con una o dos como máximo. Por eso, como una vuelta a la infancia, me parece bien lo de vestirnos de Elvis, pero ya puestos a desvariar, ¿por qué no has elegido, Ricardo, a Juanito Valderrama o a Falete? ¿Qué tiene nuestros monstruos que prefieres a un extranjero como Elvis? Me dirás que es ese optimismo gilipollas. ¿Y Manolo Escobar? Nadie le gana a optimista, ni siquiera el americano. Volviendo a lo de antes, hay que cuidarse bien de qué te disfrazas, porque nuestra personalidad oculta puede dispararse. El ejecutivo serio y formal se disfraza de "piel roja" y le lanza botellas al árbitro. ¿Y qué me dices de los bombones trapa? Tras tomar uno de estos dulces puedes tranformarte en un Ruiz Mateos que amenace a nuestros políticos disfrazado de Superman gritándoles: "¡Qué te pego, leche!"

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  3. Anónimo, que no se te olviden las gafas: son imprescindibles; y elige bien los zapatos. Yo recomendaría unos mocasines bicolor o, en su defecto, unas botas de tacón cubano. Ya verás como funciona.

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  4. Tiene gracia tu comentario, Joaquín, pero Falete, Juanito Valderrama, Manolo Escobar, el Fari... son tan castizos, que esa huida identitaria se convertiría, en el caso de que alguien quisiera disfrazarse de alguno de ellos, en un viaje a la esquina, cutre y ramplón. El traje de Elvis, además, es una parodia textil de los monos de los superhéroes con el añadido, a menudo, del complemento del cinturón de campeón del mundo de boxeo. Elvis era consciente de ese juego, porque, en contra de lo que suele pensar mucha gente, tenía un gran sentido del humor que le permitía reírse de sí mismo. Y ésta es una de las claves terapéuticas de "la opción Elvis", que anula la consideración tan solemne que uno suele tener de sí.

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  5. Desorden, transgresión y cambio de roles parecen caracterizar al disfraz. Si además tenemos en cuenta que la cuna etimológica proviene de la palabra italiana carne levare o quitar la carne, yo empezaría a preocuparme por esa necesidad de disfrazarse o de desdoblamiento antagónico -como modalidad de disfraz económico- que tenéis R. J. y A? Pues puestos a disfrazarse, os propongo de Ramón Palomar que comparte cartel con Marcos Elvis y al que sufrí en la facultad llegando siempre tarde ruidoso y extravante con porte de ombligo del mundo pero mendigando una ojeada de los exámenes ajenos o calzando el partido que le jaleara en sus desvaríos radiofónicos y televisivos.
    Estoy pensando Ricardo, en rendir culto a tus bitácoras cuando termine el ciclo Elvisiano. Ya que no me gusta disfrazarme, no tengo perro y si tengo antagónica, estará por la blogosfera cazando fantasmas, opto por ser fan de héroes vivos. Puede que incluso me salgan un par de angelicales alitas si además rindo culto al vigilante de tu identidad. Eres el Rey del Artículo!

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  6. Pues, ¿qué me dices de ir de Raphaël? a medio camino entre un verdadero chansonier y el Titi. Eso si que es liberarse y dejar salir a tu otro yo. Una verdadera catarsis.
    Por cierto, yo soy otro anónimo, no el de antes. He estado algunas semanas muy ocupado sin visitar el blog y me he llevado una buena sorpresa con las últimas entradas. ¡Enhorabuena!

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  7. Eres muy generosa con lo del título y con la información etimológica. En cuanto a Ramón Palomar, lo siento, pero discrepo aun sin conocerlo personalmente. Tengo cuatro razones que me lo hacen simpático: 1)su pinta; 2)ser hijo de quien es: su padre era un excelente y entrañable profesor que me dio clases de francés en el Luis Vives; 3) es amigo de Juanjo Almendral (lo cual para mí es todo un título); 4) la gracia y frescura de sus artículos. Y, por lo que dices, casi que aún añadiría un 5º.

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  8. Bienvenido de nuevo, siempre bienvenido, Anónimo. Ahí queda tu sugerencia para quien quiera seguirla, pero en mi caso, ponerse uno en plan Raphael (igual que con las propuestas de Joaquín Huguet) sería una transformación regresiva. Todo lo contrario que con Elvis.

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  9. Sin duda no es el mismo Ramón Palomar o puede que la madurez le haya dado sabiduría y siga ahora los buenos consejos y la calidad profesional de su padre.Incluso puede también que yo conociera a un doble. Es sólo una opinión, no te enfades...

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  10. No hay problema. Yo nunca me enfado con mis comentaristas, al contrario, y si alguna vez lo parece, entonces soy yo quien tiene que pediros perdón.

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  11. Conmigo habrías de enfadarte, pues lo que me pide la Razón es recomendarte el nombre de un psiquiatra muy eficaz que conozco. Ir por ahí disfrazado de Elvis, a tus años, ¡qué vergüenza, Ricardo!, ¿qué dirán las de Pi?
    (Puntualizo. Las de Pi eran unas del pueblo a las que mi abuela siempre nombraba. Eran algo así como una agencia de información chismosa que mantenían a todo el mundo al corriente de devaneos amorosos ilícitos e imposturas escandalosas como la que cuentas. Yo nunca las vi, pero siempre presentía su enorme poder, siempre supuse que nadie podía escapar al orwelliano sistema de vigilancia al que tenían sometida a la humanidad. De hecho, cada vez que protagonizo una golfería me viene a la cabeza que ellas podrían enterarse. Pues eso, ¿qué dirán las de Pi?)

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  12. Se supone que los psiquiatras y psicólogos ayudan a que uno sea uno mismo, lo cual es justo lo contrario de lo que yo pretendo: mandarme a hacer gárgaras o a coger revollones a la sierra. Y lo que digan las de Pi o las de Pu no me importa mucho, siempre que no hablen bien de mí, claro está. Por otra parte, te diré que conozco muy bien a esas señoras de las que hablaba tu abuela. Hace años me las dio a conocer Ignacio Aldecoa en "El silbo de la lechuza".

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  13. De ti las de Pi hablan fatal, y eso que no te conocen mucho.

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  14. Conozco personalmente a Marcos y es una excelente persona..su compañera tambien le acompaña y cada uno debe ser devoto de sus propias devociones y Elvis es unico y no importa si muerto si vivo si doble o simple..lo importante es ser fiel a uno mismo.

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  15. Conozco personalmente a Marcos y me parece una persona muy seria y que no hace tonterias..su compañera le acompaña y si los dos viven asi una parte de su vida a mi me parece magnifico..otros se ponen camisetas y banderas y no pasa nada..o no deberia de pasar..Vicente Ibañez

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