lunes, 15 de marzo de 2010

Homenaje a Miguel Delibes

DELIBES Y EL SILENCIO
Me detengo un lunes en este viaje literario por las tierras del Delta del Misisipi para escribir unas líneas de homenaje a un escritor que cazaba. Estoy en Rowan Oak, la casa de una antigua plantación algodonera, en medio de un artículo sobre quien fue su propietario, William Faulkner, desde donde vuelvo la mirada a los anchos campos de Castilla: Delibes ha muerto. Era mayor, estaba enfermo y había escrito cuanto quería escribir. De hecho hacía tiempo que el escritor estaba muerto. Él mismo redactó su epitafio: "Aunque viví hasta el 2000..., el escritor Miguel Delibes murió en Madrid el 21 de marzo de de 1998, en la mesa de operaciones de la clínica La Luz [...]. En el quirófano entró un hombre inteligente y salió un lerdo. Imposible volver a escribir. Lo noté enseguida".
     Son palabras de una lucidez que produce escalofríos. "Lo noté enseguida" dice, y ahí está lo extraordinario. Rodeados de zombis literarios, escritores de cuerpo y novela presentes, él se niega a escribir hojas muertas y se calla. "Soy un hombre sencillo que escribe de manera sencilla". Por lo que ante la amenaza de que los estragos de la enfermedad gangrenaran su prosa de recovecos y virguerías, nos dejó su silencio como una lección de estilo.
     Hay algo de otoñal en sus libros, como de un mundo y unas gentes que se nos van. Una vez le oí decir en la radio que la televisión había sustituido en las familias a las charlas con los abuelos. Creo que sería en una entrevista a raíz del Premio Cervantes, en el 93, cuando ya tenía un montón de nietos y su imagen se había convertido en tan entrañable como lo era su prosa. Quizás esto porque "El camino", "Las ratas" o "Cinco horas con Mario" formaban ya parte del equipaje sentimental de muchos españoles que las habíamos leído en el instituto. Estábamos en la edad del primer enamoramiento y de las amistades para toda la vida y éramos como tierra en sazón. Leíamos esas novelas y disfrutábamos sin nostalgia de aquellas historias que contagiaban la calidez de las charlas de los abuelos a la lumbre.
     Josep Pla, enorme escritor de la misma escuela que Delibes, contaba la sorpresa de un paisano payés cuando le refirió su propósito de dedicarse al oficio de la pluma: ¿Tú escritor? ¡Pero de qué vas a escribir, si no reconoces el canto de los pájaros ni sabes el nombre de los árboles!
     El silencio prematuro del escritor vallisoletano y la reticencia del campesino ampurdanés valen por el mejor taller de literatura. Delibes aprendió de un manual de derecho mercantil la importancia de la palabra justa sin aderezo, y en sus caminatas por el campo, persiguiendo a la perdiz roja, el nombre de las cosas de un mundo que enseñó a sus lectores a querer.

13 comentarios:

  1. Con Delibes muere no una literatura sino una forma de vida, la del escritor que vive lejos de las fanfarrias capitalinas, cuando estar cerca de las grandes ciudades era tan importante para el escritor. Rememorando el comienzo de “Cien años de Soledad”, en que las cosas eran tan nuevas que se tenían que señalar con el dedo, podríamos decir que en la vieja Castilla de nuestro autor las palabras eran tan antiguas que habrían pasado a mejor vida si Delibes no las hubiera atesorado con su aguda mirada de cazador.

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  2. Tienes razón, Joaquín. El rechazo de Delibes al ofrecimiento de Lara del Premio Planeta vale por sí solo de ejemplo de honestidad y nos lo sitúa en las antípodas del planeta literario zombi de hoy.

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  3. En primer lugar quiero felicitarte por los dos últimos artículos -lo de "entradas" no me gusta"-,tanto el de Tranvía como éste dedicado a Delibes. Respecto al primero, necesito concentrarme mucho en la imagen de Brando con la camiseta y en el dolor de Blanche para no terminar por acordarme del episodio de los Simpsons en que ella es interpretada por Marge y él nada menos que por "ese idiota de Flanders". Ya ves que no doy para más, he sustituido el mundo real por sus parodias, si bien, todo sea dicho, la solemnidad un poquito artificiosa de Tennesee Williams, con esos conflictos personales tan desgarradores, siempre ha terminado por producirme un pelín de risa. No sé si sabes que Imprebís era capaz de improvisar cualquier cosa sobre un escenario con media docena de estilos, Shakespeare, Esquilo, Moliere... pues bien, uno de ellos era justamente Williams. Imagínatelo, vivir la vida como si fuéramos personajes de T.Williams, como si el mundo y no solo unas cuantas obras de teatro, fuera enteramente obra suya, todos devastados por nuestras terribles contradicciones interiores, me da terror de solo pensarlo, qué pesadilla.


    Me parece necesario el homenaje a Delibes, un autor de esos que parecía mentira que seguía vivo porque parece demasiado "de los de antes". No hay manera de buscar afinidades generacionales con un Mendoza o un Landero, esto es otra cosa, otra generación, te tienes que ir a Ferlosio o gente de más atrás para entenderte con alguien así. Lo que hace que Delibes haya desaparecido en un cierto silencio es nuestra desmemoria, no tanto porque no sepamos hacer justicia a un gran escritor, sino porque creemos ingenuamente que ese mundo que se ha agotado ya no nos afecta, de manera que tampoco tenemos necesidad de acceder a él a través de sus escritores. Qué ingenuos. Por cierto, decir que "entró un hombre inteligente y salió un lerdo" hace falta ser muy poco lerdo. Me recuerda a aquel poema de Gil de Biedma, cito de memoria, "pasear como un noble arruinado, entre las ruinas de mi inteligencia".

    Última cosa, advierto que Joaquín Huguet tiene un blog, por cierto de hermoso título, pero creo que apenas lo activa.

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  4. 1. Hola, David. Empiezo por el final: el blog de Joaquín es de literatura gótica y de autores malditos, y es tanto lo uno como lo otro, que de momento sus artículos -tienes razón, suena mejor que entradas- son fantasmas.
    2. Respecto a Tennessee Williams, apunto una reflexión de Billy Wilder sobre lo trágico y lo cómico (en realidad no sé si es suya, pero da igual, podría serlo; a mí me la contó Rafael Ballester Añón en uno de nuestros gratísimos encuentros anuales). Tú ves a un tío allá a lo lejos que se da un hostión contra la farola y puede que te entre la risa, pero si estás a su lado y ves el gesto de dolor, la sangre quizás, entonces ya no. Lo cómico va en plano general. Lo trágico, en primer plano. El problema con TW es la saturación de tensiones vistas desde muy cerca, y es ahí donde salta la risa como mecanismo defensivo del espectador. Por eso, nada más fácil que parodiar ese teatro, bien en cómic, como los Simpson, bien en sainete como Imprebís.
    3. La honestidad literaria de Delibes es tan grande y tan extraña, que no es que me parezca de otra generación, sino de otro mundo. Lo que dije en mi respuesta a Joaquín sobre el Planeta es definitivo. Alguien que no merece ser nombrado se extrañó de que rechazara el premio (que se le concedía de antemano, sin tener que competir con las novelas de otros autores), "si no se iba a enterar nadie". "Me entero yo, y eso es suficiente".

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  5. Gracias por tu artículo, Ricardo. Por fin, desde que murió, un texto-homenaje de los muchos que he leído ha conseguido que me detenga ante el hecho de su muerte. Gracias por ello.

    Besos,

    Marta

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  6. Soy yo quien te agradece tu paso por estas páginas. Siempre eres muy bienvenida.

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  7. Y cada vez somos más gente los que nos paseamos por estas páginas, aunque sólo esporádicamente dejemos constancia. Se lo he recomendado a una compañera del Marqués del Turia durante estas últimas semanas. Un abrazo,

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  8. El "C.P. I Marqués del Turia" fue mi colegio desde párbulos a 8º de EGB, y su sola mención me despierta recuerdos gratísimos, así que ahí va mi complicidad y mi gratitud, Anónimo.

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  9. Gracias, David, por haber visitado mi página “la biblioteca de Gotham”. Estoy empezando a conjurar los fantasmas y mi médium me dice que a la vuelta de unos días el blog comenzará a estar en activo. Prometo baile de máscaras- ¡muchas máscaras!, pasadizos secretos, homúnculos de saldo, lemures parlanchines, bibliotecas ocultas y algún que otro resucitado; lo bastante para que la espera valga la pena.

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  12. Arturo Dominguez3 de mayo de 2015, 14:49

    Un sencillo tributo a un sencillamente grande escritor y persona. Un saludo Ricardo.

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