lunes, 1 de febrero de 2010

EL CULTO A ELVIS

1. La fotografía de aquí al lado vale como aperitivo, sinopsis y reseña del libro del que es portada: Elvis People -the cult of the King- (Fount Paperbacks, Londres, 1992), de Ted Harrison, un periodista de la BBC especializado en religiones. Sobre un fondo de vidriera gótica, entre dos columnas salomónicas de cuyos capiteles emanan lenguas de fuego punteadas de negras, corcheas y semicorcheas, un Elvis alado, bendecido con una aureola, se eleva sobre las cabezas de cinco fieles que alzan hacia él sus manos ávidas de la reliquia que les ofrece. Es una imagen que acumula en sí referentes básicos de la iconografía del catolicismo con otros del cómic americano: la Ascensión, el Sagrado Corazón, la Santa Faz... -que más que a un San Elvis nos remite a imágenes de estampa y calendario de Jesús- con esa greña de Supermán y el mono y la capa roja de superhéroe. Esta convergencia justifica el lugar que ha alcanzado Elvis en el panteón mitológico contemporáneo (asunto del que ya amenazo que seguiré hablando en otras entradas). Ted Harrison indaga en el sentimiento devocional que inspira y defiende la tesis de que el culto al Rey tiene los mismos ingredientes que se dieron en el nacimiento de las grandes religiones. Para sustentar esta afirmación Harrison estudia actitudes, costumbres, enseñanzas y creencias. Una mirada al índice resulta bastante explícita sobre el enfoque de su trabajo: 1. El Evangelio de Elvis; 2. El Mensaje; 3. "Déjalo todo y sígueme"; 4. Rezar a Elvis; 5. "Haced esto en memoria mía"; 6. Imágenes y reliquias; 7. El sacerdocio; 8. "¿Quién dijo él que era?"; 9. Resurrección; 10. La iglesia militante; 11. Santuarios y reuniones; 12. ¿Elvis para siempre? El resultado de esto se parece más a un trabajo antropológico de campo que a una crónica pintoresca, con la ventaja, además, de que son los propios devotos quienes expresan su devoción, a veces de forma tan sugerente como en estos versos que bien podría firmar mi amigo Marcos Elvis o el protagonista de mi novela: Elvis touched my heart/ And my soul began to sing./ I was searching for life´s reason,/ And I found the King ("Elvis tocó mi corazón/ y mi alma empezó a cantar./ Buscando el sentido de la vida/ encontré al Rey").
    Los lectores que hayan llegado por casualidad a esta página y aquéllos a los que le sea ajeno el mundo de Elvis juzgarán con una mueca de escepticismo estas actitudes, que les parecerán un paradigma de la horterada o del friquismo. Pero creo que hay algo mucho más inquietante que la voluntad consciente de admirar y parecerse a uno: la falta de voluntad que arrastra a todos a parecerse a todos.
2. Aun aceptando la tesis de Harrison, de la semejanza en los principios no se puede concluir la afinidad de los resultados. No obstante, hay indicios de que en un futuro Elvis pueda saltar del mito musical e iconográfico al mito religioso. La iglesia presleyteriana, la iglesia de Jesucristo Elvis, la Iglesia de Elvis 24 horas o la iglesia mayor de Elvis en Las Vegas podrían ser entonces la avanzadilla de esa transformación. Se dirá que es un desvarío, una alucinación o una farsa, y que puestos a entronizar en los altares a algún ídolo de masas, por qué no a Michael Jackson, a Bart Simpson o a Naruto. No seré yo quien les niegue esa posibilidad. 
   En la segunda mitad del siglo II de nuestra era, Apuleyo escribió una novela divertidísima, "El asno de oro", en uno de cuyos capítulos el protagonista y narrador, un comerciante convertido en asno por una bruja chapucera, culmina la lista de vicios de la esposa de un molinero con una referencia a su filiación cristiana. 150 años más tarde el edicto de Constantino daba carta de libertad a esa religión. Entonces la tecnología punta en comunicación era un pollino con dos alforjas. Hoy, en la época de internet, no creo que haga falta tanto tiempo para culminar algunos cambios cuya sola evocación nos sonroja o nos hace sonreír.            

4 comentarios:

  1. El culto sigue vivo y en crecimiento. Nada más sencillo para probarlo que el anuncio de Audi, el muñequito de Elvis y la canción King of the road, que por cierto, no era de Elvis, pero que cantada por un imitador, rápidamente fue un hit generalizado y un nuevo fetiche para las gasolineras.

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  2. Tienes razón. Además has dado con la palabra clave: "fetiche". Los de la "Elvis Presley Enterprises Inc." han sabido aprovechar muy bien la voracidad compradora de sus seguidores, y hoy se pueden encontrar desde ceniceros, gafas, ropa interior y patillas postizas hasta condones con el sello de esa empresa y la imagen del Rey.

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  3. Pocas veces se crea un nuevo personaje, Balzac y Dickens agotaron el repertorio. Precisamente, a orillas del Missisipi, nació una de estas excepciones: Ignatius Reilly, un reflejo hipocondríaco del propio autor, que se suicidó al no poder sacarlo de la alcoba de su imaginación. Siguiendo la estela de sus imitadores, Ricardo ha resucitado al Rey y lo ha hecho andar no sólo por el sur de los Estados Unidos sino por la calles de Valencia, del mismo modo que Kurosawa moldeó un Macbeth japonés y lo paseó por los paisajes nipones, convirtiéndolo en el más genuino de los personajes japoneses. Y es que Elvis, como los veros profetas, resucita a diario con rostro latino, oriental o afroamericano, porque, como atestiguan esos peregrinos japoneses de la película de Jarmush, se ha convertido en un mito universal.

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