sábado, 2 de enero de 2021

Julio Verne: el viaje perpetuo

 "Las aventuras del capitán Hatteras"


Acabo de leer "Las aventuras del capitán  Hatteras", de Julio Verne, pertrechado de un forro polar y mitones. Son las 23 horas y 55 minutos del domingo 27 de diciembre de 2020. Arrecia el viento del Noroeste. Mi situación es la siguiente: latitud 39° 28' 12'' Norte. Longitud 0° 22' 35'' Oeste. Hace cuatro días que inicié la penosa lectura de un ejemplar de la editorial Busma de páginas amarillentas mal entintadas. Al principio lo achaqué a la antigüedad y baratura de la edición; luego comprendí la genialidad tipográfica: las gafas se empañaban y yo forzaba la vista, adivinando las letras en medio de la bruma o de la tormenta. ¿Sabían que a 31° bajo cero el aliento se condensa y se convierte en nieve? Yo tampoco. Lo cuenta Verne en el capítulo XXIV de la primera parte. O sea, que uno dice "nieve" y el mismo hálito que da sonido a la palabra se corporiza en aquello que nombra. Pero dice "pan", dice "café", "fuego" o "tocino" y todo acaba en nieve. Es algo asombroso y frustrante que define no solo esta novela, sino quizás todo un género (y aquí  figurarían otras novelas de Verne, de Salgari, de Stevenson, también algunos de sus relatos, otros de Jack London y, por supuesto, la obra  maestra de  Melville, "Moby Dick"). Como aquel oxímoron de Alejo Carpentier, "lo real maravilloso", que sirvió de etiqueta para casi medio siglo de literatura hispanoamericana, este, menos afortunado -"lo asombroso frustrante"- precisa en forma de contradicción la esencia de la novela de Verne y de otras de su cuerda, solo que aquí la ubicación geográfica de la trama no se concreta en un continente y, sobre todo, el reparto de los dos términos es desigual. El asombro se lo lleva el lector y la frustración, los protagonistas.  
 
La disposición al asombro deriva de algo que comparten los niños con los exploradores,  los científicos y los artistas: la idea del mundo como un territorio por descubrir. Uno contempla el "Forward" fondeado durante las primeras páginas en en el puerto de Liverpool: un bergantín de 170 toneladas, máquina de vapor de 120 caballos, extraordinario velamen en la arboladura y su proa reforzada con un tajamar de acero, y no puede menos que enrolarse para un viaje incierto. A fin de cuentas eso es la literatura.  Lo otro,  como decía Gide, es un trayecto en autobús.     
 
A ninguno de aquellos cinco hombres se le ocurrió la idea de formular la menor objeción,  de hacer oír la voz de la prudencia. A todos ellos los dominaba el vértigo del peligro, a todos los acosaba la sed de lo ignoto, y por eso avanzaban, ciegos no, mas sí cegados, sin advertir la espantosa rapidez de su marcha, no tan violenta ciertamente como su impaciencia. (página 256)   
 
Es la lucha del capitán  Hatteras y de lo que queda de su tripulación contra una  tormenta polar, a bordo de una chalupa, azotados por las olas y por ráfagas de viento en un mar plagado de escollos y de rocas de hielo. Pero es también la descripción metafórica de la lectura de esos mismos acontecimientos y de todos los otros desde que el lector se embarca en las postrimerías del capítulo IV en el "Forward" y -otra vez convirtiendo en realidad una palabra- sigue adelante, siempre adelante. 
 
El asombro al que nos lleva Verne conserva aún el entusiasmo de un apostolado científico que en la segunda mitad del XIX ofrecía alternativas didácticas a una educación cautiva de instituciones religiosas. En aquel contexto, las máquinas,  las expediciones, la observación de fenómenos meteorológicos,  la descripción geológica de un paisaje, las explicaciones zoológicas que adoban sus páginas y, de modo particular, la resolución a través  de la aplicación de conocimientos de física,  de química o de biología de atolladeros en los que se ven envueltos los personajes convertían la lectura de sus novelas en una experiencia lúdica y formativa que guiaba a los lectores hacia la modernidad. 
 
En ese sentido la novela está sembrada de expresiones de asombro vinculadas a esos factores de conocimiento,  los cuales desmienten con solvencia supersticiones y temores arraigados no solo en la mentalidad de los marineros del "Forward", sino en la de muchos lectores de aquella época. 
 
De un estado de pánico pasaron sin transición a otro de maravilla, de asombro, producido por el sorprendente fenómeno,  que no tardó  en esfumarse. (página  55) 
 
Para los que no están habituados la persistencia del día es objeto de eterno asombro e incluso de fatiga [...] El doctor experimentaba verdaderos dolores, sin lograr acostumbrarse a aquella luz perpetua, que adquiría mayor potencia de irritación de resultas de la reflexión de los rayos solares sobre las llanuras  de hielo. (página  43) 
 
Entre tantos asombros y maravillas tantas avanzaba tranquilamente la chalupa. (página 250) 
 
Al mediodía admiraron los navegantes por vez primera un soberbio fenómeno solar: una aureola de parhelio doble. (página 81) 
 
 
 
 
De mayor calado que la fascinación causada por el fenómeno atmosférico, el invento mecánico, la explicación científica o el descubrimiento geográfico resulta la lectura por parte de Verne de "El origen de las especies", de Darwin, publicado en 1859, cinco años antes de "Aventuras del capitán Hatteras", novela que desarrolla la lucha de unos hombres por adaptarse a un entorno hostil que pone a prueba su capacidad de supervivencia. De hecho, se trata de una sucesión continua de adversidades que los personajes van salvando a costa de una pérdida progresiva de ventajas propias del mundo civilizado: pérdida de combustible, de confianza, de víveres, de salud, del propio barco, de vidas y, finalmente, de pérdida de la razón. Es tal la gradación de obstáculos a los que somete a la tripulación del "Forward", que si uno no atendiera a sus propósitos didácticos, imputaría a Verne cargos de sadismo. Pero mientras que en la escuela tradicional permanecía vigorosa la alianza pedagógica entre la sangre y las letras, en las novelas de la serie Viajes extraordinarios el pacto resultaba mucho más ventajoso (y, por ende, mucho más didáctico), ya que la sangre (y la frustración) la ponen los personajes, y la lección se la lleva el lector. 
 
Cuando en los albores del siglo XX Shakleton buscaba voluntarios para el "Endurance" publicó unos carteles en los que ofrecía salarios bajos, mucho frío, posibilidades de regreso inciertas y honor y gloria en caso de éxito. Desde el primero al último de los tripulantes sabían adónde iban y a qué se exponían.


 
 
 
Todo lo contrario ocurre con los marineros del "Forward", quienes, extraordinariamente pagados, desconocen no solo su destino sino la identidad de su capitán, que solo se les revela cuando han llegado a un punto en el que no es factible el retorno, próximos a los 74º de latitud, al filo del capítulo XII. A partir de ahí la navegación se complica: hielo, frío, mucho frío, escorbuto, un motín, hambre, fatigas extremas, osos polares al acecho, la muerte... y, de fondo, una disputa nacionalista por el honor del descubrimiento. Verne, que compartía con su editor, Hertzel, la ilusión por el socialismo utópico, tal como lo concebía Saint-Simon, presenta aquella disputa como un disparate, anteponiendo así la fraternidad al nacionalismo y ofreciendo a sus lectores una lección de orden moral que implicaba objeciones a la idea de la selección natural aplicada al género humano
 
Hoy, siglo y medio después de su publicación, estas lecciones quedan en un segundo o tercer plano, mientras que lo que persiste con la misma fuerza de entonces es la capacidad de su prosa para recrear un mundo y ofrecer al lector un rinconcito a bordo de un bergantín, una chalupa o un trineo para recorrerlo (pero, eso sí, antes abríguense al menos con unos mitones y una rebequita).




 







6 comentarios:

  1. Arturo Domínguez2 de enero de 2021, 16:28

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    2. Muchas gracias, Arturo, por tus desmedidos e inmerecidos comentarios.
      Un abrazo.

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  2. Buen artículo, Ricardo. Se dice que los escenarios y los objetos en los que se ha vivido una tragedia muy vívida quedan marcados por esta experiencia traumática. En este caso la aventura narrada ha impregnado el libro y le ha dotado de propiedades taumatúrgicas. No me extraña, Ricardo, que tuvieras que leerlo con abrigo y mitones; probablemente se lo arrebatarías de las manos a un Arturo congelado, cuando todavía sus páginas desprendían el vaho helado producido por la experiencia al límite narrada o, al menos, eso pareces insinuar, cuando mencionas que las gafas se te empañaban. Y no me sorprendería encontrarte convertido en un bloque de hielo si perseveras en su lectura. Y lo más curioso es que esto se produzca por el poder mágico de las palabras- como en la Biblia, Orfeo o en la Teoría de las cuerdas-. Al decir la palabra “nieve”, el vaho crea nieve. No estoy de acuerdo con que todas las palabras se reducen a nieve al pronunciarlas. Eso es porque no han encontrado la palabra correcta. Si pronuncias la palabra “gólem”- uno de sus significados es “estúpido” - seguro que te toparás con cientos o miles de gólems frente a ti, cuando vayas por la calle o a cualquier lugar del mundo, incluso en la nieve.
    Bromas aparte, quiero agradecer la recomendación entusiasta de Arturo, porque cuando comienza el curso ordinario, demasiado ordinario y pesado, los viajes extraordinarios de Verne me ayudan a superar la andadura. El capitán Hatteras es el primero en mi lista próxima de lecturas. Gracias otra vez, Arturo, por esta novela. Mi hermana me ha dicho que es genial (de hecho, percibo en ella los primeros síntomas de congelación).

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    1. Gracias, Joaquín, por tu comentario. Estas muy acertado el lo del Gólem y los estúpidos; es más, incluso cuando no digo "gólem" me encuentro a estúpidos. En el polo norte antes no había tantos, pero mira lo que he encontrado en un folleto de una agencia de viajes:
      Día 4
      - Si las condiciones meteorológicas y de hielo lo permiten, vuelo hacia la base derivante “Barneo” situada en el Océano Ártico a una latitud de 89º Norte en vuelo charter en un Antonov-74. Duración aproximada del vuelo unas 2 horas y media.

      - Noche en tienda calefactada en la base derivante.

      - A las primeras condiciones meteorológicas y de hielo favorables se volará en helicóptero al Polo Norte Geográfico. La duración del vuelo es de aproximadamente 40 minutos.
      - Dependiendo de la climatología, se permanecerá en el Polo Norte alrededor de 1 hora para hacer fotografías y hacer “la vuelta al mundo” a través de cada uno de los meridianos terrestres que confluyen en los 90º Norte. A continuación volaremos de vuelta a la base derivante Borneo.
      - Durante nuestra estancia en Borneo tendremos la oportunidad de ser testigos de la vida de una base derivante polar rusa y encontrarnos con renombrados exploradores polares. También podremos realizar cortas excursiones en los alrededores de la base para hacernos una mejor idea del Océano Ártico, un mar helado lleno de canales de aguas abiertas y enormes crestas de presión.

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  3. Arturo Domínguez8 de enero de 2021, 13:12

    Es difícil hacer un comentario sobre un articulo como este, pero sí que me gustaría ilustrar cómo se gestó la historia de la lectura de esta obra. Ricardo y yo compartimos, además de un afecto mutuo, el gusto por determinados autores que propiciaron momentos inolvidables de disfrute literario en nuestra adolescencia. Concretamente ambos hemos disfrutado del genio literario de Salgari con las andanzas de Sandokán ,de los tugs, de Lady Mariana Guillonk, Yáñez de Gomera, James Brooke, sultán de Sarawak, etc. Y, por supuesto, de Julio Verne, de quien me cabe la satisfacción de haberle presentado "Las aventuras del capitán Hatteras" y de haberle incitado a su lectura con el relato de mi experiencia marcada por síntomas claros de hipotermia. Se trata de un libro de aventuras, un drama en donde Verne nos muestra con una crudeza tremenda los avatares de los protagonistas. Ya ha comentado Ricardo en su artículo la cantidad de calamidades por las que los hace pasar. Incluso aquellos que estamos familiarizados con la obra de Verne nos sentimos acongojados ante tantas penalidades. La descripción del ambiente físico que rodea al libro es tan precisa, que el libro debería llevar una faja advirtiendo del peligro de enfriamiento. Ricardo dice que lo leyó con mitones; yo, con manoplas, y aún sentía el frío al pasar las páginas. Es una autentica lástima qué semejante novela no sea más conocida. Muchas gracias

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