martes, 5 de junio de 2012

Un "héroe" de nuestro tiempo

Desde hace unos días hay un héroe nuevo en el barrio. Según versiones tiene 80, 84 o casi 90 años, oscilaciones que se repiten en lo tocante a su altura, lo cual sería fácil de determinar si lo hubiera visto, pero ahí está el caso, que solo lo conozco de oídas: tres versiones en sendos paseos con mi perro. Nunca he sentido tan vivas las historias de la épica, la transmisión oral y el papel de los juglares, de los que tanto he hablado a mis alumnos. El nombre del héroe es señor Cipriano, sin el "don", porque en este barrio no se lleva, y con el epíteto aún en fase de creación. Hasta hace unos días era Cipriano, el de la Motilla; ahora empieza a oírse Cipriano, el de la vara, Cipriano, el de los huevos, y cosas así. He estado a punto de decir que es un "yayo flauta", por la edad y por su actuación en Bankia, pero mejor no. Lo que pasa es que por aquí la gente protesta mucho, pero sin pitos ni tapas de cacerola. Lo nuestro es, cómo decirlo, una serie de manifestaciones inconexas en la esquina de la calle, bajo los pinos, al lado de los juzgados de Quart o en el callejón de los frontones, que ahora en verano es un lugar muy agradable, porque desde que cerraron los astilleros de "Elcano" ya no se te mete en la cabeza el runrún de los motores de barco en pruebas; solo se oyen los gritos de la gente que juega al frontón o al fútbol, el zureo de las palomas y , por la mañana, si tienes suerte, el canto de un jilguero. Entre sus palmeras, naranjos silvestres, guindos y galanes de noche llego a la ermita de san Onofre, de la que ya he hablado aquí, pero con más frecuencia tuerzo a la izquierda y doy la vuelta por lo que queda de un pinar que bordea un enorme depósito subterráneo de agua potable. Por lo general voy solo, aunque por la tarde a veces me encuentro con algunos jubilados que también pasean con sus perros, y entonces he de ponerme en guardia, porque el tema de conversación hace ya tiempo que es el mismo: "que lo vengo diciendo desde lo menos cinco años atrás, que esto es una herida engangrená, y que si no se corta por lo sano, nos morimos tos". En el siglo XVII a los que arreglaban España en dos patadas se les llamaba "arbitristas", pero que yo sepa de entre ellos no emergió ningún héroe. Lo más parecido es ese desdoblamiento juvenil de Arturo Pérez Reverte con capa y espada. En cambio, este señor Cipriano que les presento no sale de las páginas de una novela, sino del bar de la esquina, de echar unas partiditas al tute o al dominó toda la tarde, con un cortado y un palillo por consumición. En otros tiempos estos locales los hubieran cerrado por subversivos, porque entre carta y carta los jugadores intercambian ideas sobre sistemas sumarísimos de jubilación de políticos y sobre cursillos de reciclaje para directores y ejecutivos  de banco. A lo fino los del ramo de la pedagogía llamarían a esto "brainstorming" tabernario, solo que estas nubes no descargan, pasan de largo y no riegan nada. Ya digo que somos gente de indignación estéril. Nuestros arrebatos son tan inofensivos, que cuando en días señalados nos juntamos con otros semejantes y salimos a la calle, los que mandan nos cuentan a razón de un cuarto por persona. Por eso el señor Cipriano, el de la Motilla, se ha hecho de notar. Hace más de veinte años que está jubilado, es viudo y tiene tres hijos, los tres en el paro. El director del banco le puso muchas pegas cuando le reclamó los ahorros de toda su vida, pero como aquel no anda sobrado de paciencia ni de argucias financieras, le echó mano a la garganta y le clavó los dedos como garranchos mientras le explicaba que si no le daba el dinero venía otro día y le mataba. Para que viera que no iba de farol le presentó a sus abogados, dos cartuchos de escopeta del calibre doce. En resumen, una orden de alejamiento, todo su dinero para él  y el reconocimiento de un barrio.    
     No digo que sea una historia ejemplar, pero tampoco me parece que sea una versión pueblerina de "Un día de furia". Quizás sea solo un aviso de que el protagonismo está pasando de los indignados a los desesperados. 

12 comentarios:

  1. Revolución armada. La sangre corriendo por los adoquinos de la calle como islas, como escribió Baudelaire.

    ¿Unos abuelos en el bar, jugando al tute, al dominó? ¿Que no trabajan?, preguntarán las futuras generaciones al ver reconstrucciones perfectas en Museos Sociales. ¿Trabajar? No, ellos cobraban algo llamado pensión. Wuau.

    Un saludo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. No hace falta irse al futuro para asombrarse. Hace unos años estuvo por aquí un amigo estadounidense que se admiraba de ver a los abuelos sentados en un banco charlando de sus cosas. El hombre no podía entender que no hicieran nada útil durante tanto tiempo. Pero sí, tienes razón, quizás en unos años tengan que buscar los alumnos en el diccionario lo de "pensión", "seguridad social", "indemnización por despido"...

      Eliminar
    2. Lo de los indignados tiene un aire festivo y deportivo- no discuto sus razones sólo hablo de formas-. Lo de este señor se salta todo tipo de deportividad o de reglas. Es una modalidad del “tío de la vara” en versión casino. Durante el siglo diecinueve y el veinte, miles de españoles- intelectuales y desocupados, lo que para el caso es lo mismo- se pasaron los años discutiendo cómo solucionar España. Este señor ha pasado a la acción. Quizás si cientos de jubilados con sus bastones se hubieran congregado frente a la última reunión del Fondo Monetario, algunos de estas eminencias habrían comprendido a estacazos las razones de los ciudadanos. De la teoría a la práctica. No hay nada como un buen garrotazo para que se te aclaren las ideas. ¿Se habría imaginado el autor del panfleto Hessel que un amigo nonagenario llevaría a la práctica algunos de sus presupuestos revolucionarios?

      Eliminar
    3. Es que la gente que no tiene ya casi nada que perder puede ganar mucho. La boina y el bastón son iconos tan fuertes en lo revolucionario como la hoz y el martillo, chaval. Lo que pasa es que como se nos ha vendido esa idea tan idiota de la juventud como moneda única, parece que los abuelos no solo molestan por ponerse enfermos y cobrar la pensión, sino que son tomados por tontos. Pero el ejemplo del señor Cipriano da para mucho. Esta mañama, sin más, me ha parecido que han puesto un segurata en la puerta de la sucursal. Se ve que hay miedo a que los abuelos contraten a sus mismos abogados.

      Eliminar
  2. No sé si es ejemplar, pero es de esas historias que te hacen exclamar "olé tus güevos". No estoy de acuerdo con muchas de las cosas que se dicen y reclaman en estos tiempos, pero cuando se trata de lo que es tuyo, y de lo que los chorizos de los bancos te engatusaron para que se lo dieras, etceterá etceterá, toda mi comprensión y apoyo para Cipriano.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. A mí me da la imprensión, amigo Batboy, que con la crisis se está perdiendo una oportunidad de realizar una limpieza moral de la sociedad española, y no me refiero al vicio, sino a las costumbres democráticas. No puede ser que no haya responsabilidad penal para los causantes de tanta pobreza. ¿Te acuerdas de la directora de la CAM, que tuvo la cara dura de denunciar al Banco de España porque no la habían indeminizado con la millonada que ella misma se había adjudicado para cuando llegara el caso? A esta la iba yo a invitar al bar de Cipriano, oyes.

      Eliminar
  3. La verdad es que sorprende, como comentas en las repuestas, la diferencia entre otros países (leasé "El País", Estados Unidos) y este. Allí ves a las personas ancianas trabajando (incluso en trabajos físicamente no diría que exigentes pero si ajetreados), cosa que aquí (no juzgo si para bien o para mal) no se ve. Un amigo mío, cuando los vemos, siempre pregunta lo mismo "¿Este cuantas pagas tendría ya en nuestro país?". En cualquier caso, me ha encantado leerte esta historia. La has escrito tan bien que es a la vez encantadora y portadora de un desencanto tal que se le abren a uno las carnes.
    También hay que reconocer que la diferencia entre este país y "El " país es que aquí Cipriano amenazó primero y pidió depués. Allí habría disparado primero (al director, secretario, tres cajeras, dos clientes y otros dos pensionistas que como no tenían nada que hacer se habían acercado allí a ver que era ese ruido) y preguntado después.
    Saludos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias, Óscar. Recuerdo una película en la que Travolta hace de un portero de museo que se desespera cuando lo van a despedir y para protestar se atrinchera dentro con un colegio de niños. Era un caso de desesperación proletaria a lo Hollywood, en la que por lo general los protagonistas aparecen pintados como un poco idiotas. Me da que por allí pesa esa creencia victoriana de que ser pobre es un pecado, y ser pobre y rebelarse contra los ricos, el colmo de la depravación.

      Eliminar
  4. Todo esto de los ancianos trabajando hasta avanzada edad me suena a "Camina o revienta" del Lute. ¿Trabajando a la edad de jubilación? Es comprensible que un señor que desempeña un trabajo que es su hobbie- como el nonagenario director portugués- no se quiera jubilar. Pero lo normal es que la gente desee hacer otras cosas, para eso ha trabajado toda su vida. ¿Para qué pagamos los impuestos si no es para garantizar una sanidad, un derecho a la educación y una jubilación digna? No, Oscar, soy gran admirador de la literatura inglesa y norteamericana, pero no me agrada esa hiperactividad anglosajona que priva de los momentos de ocio y reflexión que son la base de la cultura occidental. De esas charlas de casino, como de las de nuestros jubilados, surgió la cultura del ágora y del café. Sin tiempo para tomar un respiro, la cultura occidental no habría existido; y eso es lo que el mundo anglosajón está destruyendo, sustituyendo la conversación directa por los chats y esa perversión llamada twitter, que reduce toda posibilidad de diálogo a un simple gorjeo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Seguramente la cultura del ágora encuentra hoy su mejor continuidad en los bares y en los parques. Aristóteles hoy estaría chupando un palillo y alentando a los suyos a seguir el ejemplo del señor Cipriano. Hasta los mismísimos ya, oiga.

      Eliminar
  5. Tampoco olvidemos a los octogenarios que se rebelaban contra la burocrocia a golpe de agresión pirata en "El Sentido de la Vida" de los Python XD

    Es que lo de indignados ya queda corto. Hasta los mismísimos, más bien.

    Un saludo!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Con los Python te descojonas, pero con historias como la de este abuelo de mi barrio te enervas. ¡Bastón y boina power!

      Eliminar