domingo, 24 de abril de 2011

TUPELO

     "Tupelo fue fundada tres veces. La primera por unos indios chickasaw quienes, dejando atrás tierras más hostiles, se instalaron en estas colinas del noreste de Tennessee. La segunda, en 1880, cuando el triunfo de su propuesta para el trazado de la línea férrea de San Luis a San Francisco convirtió la ciudad en un enclave ferroviario que, en medio de una vasta zona conocida como el Cotton Belt, propició su rápida industrialización. Fruto de ello Tupelo alcanzó en las siguientes décadas un desarrollo que le mereció los apelativos de “la primera ciudad del noreste del Misisipi” y the city beautiful.
         
     Fuera de esa prosperidad y de esa belleza quedaban los suburbios del este y los barrios de los negros. En uno de los primeros Vernon Presley y su hermano Vester construyeron la cabaña donde el 8 de enero de 1935 el nacimiento de Elvis marcó la tercera fundación.
      Esa humilde casa es hoy el sancta sanctorum de un parque temático dedicado al Rey del rock and roll que incluye una tienda de regalos, la Elvis Presley Memorial Chapel, una capilla construida gracias a las donaciones de los fans, un muro de granito en el que se leen anécdotas protagonizadas por el niño Elvis y sus amiguetes en Tupelo, una estatua en bronce de Elvis a los trece años, un museo donde se repasa su vida y que alberga una buena colección de su vestuario, y un amplio espacio ajardinado para solaz de los numerosos visitantes que vienen cada año al parque.
      Muchos de ellos aprovechan la celebración del aniversario de la muerte del Rey para peregrinar hasta aquí y cumplir con un deseo que tiene algo de religioso: la intuición de que hay algo trascendente en la vida de Elvis.
       En las primeras páginas del comentario a la vida de E.P. que figura al final de su Antología de la Biblia, el reverendo Ervert Felton Dorsey desarrolla la idea de esa trascendencia comenzando con un repaso a los prodigios naturales que anunciaron el nacimiento del ilustre tupelita y con una comparación del pesebre de Belén con esta cabaña de dos habitaciones y dos bombillas. Pero muy pocos de los seguidores del Rey que esta mañana se alinean en la cola que hay que guardar para tener acceso a ella deben de haber leído esas páginas del reverendo capitán. Su convencimiento religioso no viene de los libros sino de su intuición: para ellos el sentimiento que les despierta una canción de Elvis es muchísimo más elocuente y fecundo que cualquier analogía, porque su influencia se extiende, como en el caso de un santo, a cualquier circunstancia que tuviera que ver con su vida, ya sea un lugar como el que hoy nos congrega aquí, o una pertenencia, como esos pequeños retales de su ropa que venden en la tienda de regalos.
        La actitud con que esperan su entrada en la casa es muy reveladora de la devoción que le profesan. Ahí tenemos a los veteranos que alardean de su presencia, como si la visita a esta cabaña fuera lo mismo que atravesar el cabo de Hornos; a los que llegan aquí por primera vez y sus nervios les despiertan una locuacidad incontrolable, a este Elvis puertorriqueño con pinta de mariachi, por ejemplo; a los que soportan la espera, los consejos de los primeros o las historias de los segundos en silencio, como si fueran penalidades necesarias; y a los turistas que pasaban por allí y se han dicho bla bla bla…, y todo lo fotografían y todo lo graban en sus cámaras y, fascinados por la concentración de replicantes del Rey, se les acercan, les saludan y les piden permiso para fotografiarse con ellos o, peor todavía, les saludan con mucha educación, sacan su móvil del bolso o de su mariconera y les dicen que hoy es el cumpleaños de su madre, que no ha podido venir, la pobre, y que le haría mucha ilusión si le cantaran algo.
      [...] Es una capilla pequeña, luminosa y moderna que no tiene nada que ver con los estilos predominantes en la arquitectura religiosa de la zona: el pastelito neogótico y el garaje pelado. Construida gracias a las aportaciones de devotos de Elvis de todo el mundo, guarda para éstos un significado especial difícil de precisar, que va desde la consideración para algunos como algo parecido a una capilla católica dedicada a la advocación de un santo, a las tres estrellas con que es calificada en la “Guía Thompson & Fowler de Capillas con Encanto”: un lugar privilegiado donde celebrar una boda al más puro estilo Elvis que compite en gracia y clase con las mejores de Las Vegas” (sic).
        Pero más allá del culto y la ceremonia, esta construcción es un lugar de meditación donde, con más sosiego que ante la tumba de Elvis y de sus padres en los jardines de Graceland, los asistentes dejan libres sus mentes al recuerdo del Rey, por lo general ya bastante alterados con la previa y preceptiva visita a la cabaña. Con todo, para que esa meditación no resulte demasiado errática, los artífices de la capilla diseñaron una vidriera que, como ejemplo maravilloso de ese mezcladillo trascendental que tanto gustaba al Rey, representa en sus líneas y colores una especie de mandala tibetano, sólo que sus motivos, más occidentales, apuntan a un sincretismo de los frescos de la Capilla Sixtina con los de Las 4 Rosas. Ahí están, enmarañados en un dédalo de líneas y colorines, el brazo que sale del cielo hacia los mortales como diciendo vosotros sois unos pobres desgraciados, miserables, pero no os preocupéis, porque yo os doy mi aliento, os toco así y ya está. Ahí figuran también dos anillos entrelazados, el símbolo de la alianza entre los dos contrayentes que tienen la fortuna de sellar su unión en esta joya tres estrellas de la Guía Thompson & Fowler. Pero también, la alianza entre Elvis, que tenía la costumbre de regalar anillos en sus conciertos, y sus fans, que compran ahora réplicas de plata con las iniciales TCB (Take Care of Business) y el logo del rayo zigzagueante por diez dólares.
            En fin, en esta capilla, en un ambiente de admiración y recogimiento donde los temas del Rey, cantados en silencio o en forma de bisbiseos, ronroneos, sordos murmullos a lo sumo, se acompasan misteriosamente en una especie de om colectivo, se instalan Elvis, Angelito y Cheguevara, cada cual a lo suyo, a  sus recuerdos y a sus canciones en sordina, que, ya digo, conforman de consuno una oración, un rosario interminable, como si dijéramos, con sus misterios y todo, cuyos oficiantes van renovándose, poco a poco, a medida que unos salen y otros entran.
      En el fondo, tal vez esa espiritualidad no sea muy distinta a la que respiró Elvis cuando con poco más de dos años Vernon y Gladis le llevaban a los oficios dominicales del Templo de la Asamblea de Dios, donde un tío abuelo materno suyo, Gains, era predicador. Estaba en East Tupelo, en la calle Adams, en una modesta casa de madera construida por el propio Gains que fue escenario de una anécdota profética recogida en un capítulo del Génesis. Se habla allí de un niño que se escabullía de los brazos de su madre, recorría el pasillo central y se subía a la tarima donde el coro cantaba los himnos. El niño no hablaba todavía ni entendía tampoco lo que decían las letras, pero permanecía junto a los coristas, de pie, mirándolos y siguiendo el ritmo de las canciones con entonados balbuceos. Muchos años después, algunos temas que contribuyeron a reforzar la fama de Elvis llevaban la impronta de aquellos recuerdos: Amazing Grace, Let Us Pray, Peace in the Valley, He…  Todos ellos impregnados de Biblia y soul, pero con ese matiz vitalista y sensual del que el niño Elvis se empapó no sólo en el interior del templo de la calle Adams, sino en todo el East Tupelo."
     ("Zapatos de ante azul -la veranovela de un imitador del Rey-; III Parte, capítulo 5)

7 comentarios:

  1. Hola, Rick, s, recién termino "Amores frágiles", por tu merced. Excelente. Leo sobre el sancta santorum.

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  2. Encantado de leerte de nuevo por aquí, David. Sabía que "Amores frágiles" te iba a gustar. Es uno de los mejores cómics que he leído en años. Ahora estoy esperando ansioso a que salga el volumen II. Saludos.

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  3. Un país hecho de vacíos, de grandes inmensidades y sin apenas historia ha de suplir rápidamente este hueco con toda clase de mitos. En Europa las iglesias forman parte de una paisaje en ruinas. Resultan románticas precisamente por eso, porque sus moradores no son los devotos cristianos sino el viento, la lluvia y los insectos. Algunos confunden algunos de estos susurros con los suspiros de los muertos, pero eso sólo es parte de la fantasía de cada cual. En Estados Unidos las iglesias no tienen historia ni las ciudades y de pronto, en medio del desierto, surge una miríada de escenarios cubiertos de leyendas- nativas o inventadas sobre la marcha, con la prisa de los nuevos ricos que buscan una genealogía noble para engalanarse-. No deja de llamarme la atención en el artículo el pasaje de las esculturas que representan escenas de la vida de Elvis. En Europa estos bajorrelieves son objetos de historiadores, arquitectos y artistas pero no de culto popular, salvo en algunos santuarios puntuales. ¿Y la vidriera con el anillo? ¡Qué fuerza tiene esta descripción! Son símbolos vivos, nada que ver con el Pórtico de la Gloria, objeto para turistas descreídos, aturdidos por la parafernalia compostelana.
    Por cierto, ¿de dónde surgió el título “La Vera Novela de un imitador del Rey”? “Vera novela” me suena a “Vera Cruz”. ¿Existe una verdadera biografía del Rey o son tan falsas como los pedazos de la vera cruz, con los que se podrían reconstruir cientos de cruces en otros tantos Gólgotas? De esta "mentira" surgió una verdad de piedra: la ciudad de Veracruz. ¿Existe un infierno para los descreídos de Graceland?¿O obtendrán todos por igual-admiradores y detractores- la gracia del Rey?

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  4. Es mucho y bueno lo que dices, Joaquín, lo cual no es novedad y te hace, además, merecedor de una medallita de San Elvis, aunque tú, descreído que eres, te rías y desconfíes de las propiedades de estos objetos mágicos, portadores de un vínculo entre la mediocridad y lo trascendente. Pero persevera y sigue escribiendo: después de la medallita viene un Elvis articulado con su jumpsuit blanco modelo Viva Las Vegas, que ríete tú del mundo.
    Respecto a las relaciones entre arquitectura y sentimientos, te remito a un artículo que escribí en estos Zapatos sobre los Elvis y los arandas (una tribu muy simpática de Australia). Y en lo de "veranovela" andas equivocado, querido. Se trata de un juego de palabras con "vera" (verdadero) y verano, que es la estación en la que transcurre la novela.

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  5. 1. No me salgas por peteneras, Ricardo. Como con los auténticos santos, circulan cientos de leyendas acerca de la vida del Rey y tú estás en posesión de la auténtica, de la verdadera, la canónica y no apócrifa, la que los elvisólogos de pro en un futuro no muy lejano elegirán como la ortodoxa. ¿Acaso ignoras que los autores no somos los auténticos creadores de nuestras obras? ¿Qué mano oculta dirigió tú cálamo para escribir la vida de San Elvis? ¿Se te apareció en una visión en medio de la noche con su traje made in Marvel o fue el extraño pájaro con don de lenguas el que te dictó toda la historia? Arriesgo otra explicación que no conviene a un hombre respetable: una noche loca, vestido de Viva las Vegas, te llegó la inspiración. El fantasma de Elvis, en forma de cubata, estaba a tu lado.
    2. ¿Reducir la vida de nuestro Elvis a una canción del verano? Ese es denigrar al Rey a una fruslería. No, Elvís escribió algunas canciones algo mejores que "un rayo de sol en mi corazón, oh, oh, oh". ¡Elvis uno de los "Bravos"! ¡Herejía! Por este pecado deberían vetarte la entrada en Graceland. ¿Y me llamas descreído? Aún hay tiempo, envíales a los sabios elvisólogos tu novela y ellos por tu devoción al Rey, con Ignatius Reilly a la cabeza, te perdonarán esta falta.

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  6. ¿Qué te has fumado, Joaquín? Me temo que los vapores tóxicos que emanan de tu Biblioteca de Gotham empiezan a afectarte más de lo que suponía.

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  7. ¿Qué que me he fumado? No lo sabes, un canuto con alguna de las páginas de este blog o quizás de “La Vera Novela” (así la llamaré de ahora en adelante, como la conocerán sus unánimes adeptos en el futuro), porque no, no describe a un imitador sino el verdadero rey, como San Dionisio es la verdadera encarnación del dios Baco y no esa fábula pagana. Algunos de estos canutos pueden provocar efectos secundarios como tu artículo “El curare y 84 átomos de criptón” (uno de los más divertidos, por cierto), en los que frente al curare advertí de los peligros alucinógenos de un bocadillo de chorizo (¿o era de salchichón?) Nada de extrañar si tienes como vecino el blog titulado: FARMAKA Y ENTEÓGENOS: LAS DROGAS SAGRADAS EN LA ANTIGÜEDAD. Más de una vez he recorrido sus brillantes páginas, y no descarto tomar alguna fórmula para la Biblioteca de Gotham. ¿Quién sabe? Quizás algunos de sus volúmenes contenga algún conjuro que todavía no hayáis descubierto.

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