lunes, 7 de mayo de 2012

Distopías (1)


    Wikipedia:  "una distopía, llamada también antiutopía, es una utopía perversa donde la realidad transcurre en términos opuestos a los de una sociedad ideal".

     Desde que Stendhal escribió lo de que "la novela es un espejo que se pasea por el camino" la capacidad proyectiva de ese espejo se ha fragmentado, enturbiado, multiplicado, velado o desvelado tanto, que es difícil encontrar hoy una frase acertada que actualice aquella. Hay críticos incluso que, tomando la abundancia por agotamiento, han cantado el gorigori de la novela, pero lo cierto es que la vitalidad del género queda fuera de toda duda. Ayer era la novela histórica, hoy la novela negra, mañana quizás esa variante de la ciencia-ficción que es la novela prospectiva, en la que el espejo se curva sobre sí formando una bola de cristal desde donde el lector se asoma a la contemplación de un futuro posible.

     En 1947 George Orwell situó ese futuro a 37 años vista, en "1984". Hoy los plazos se han acortado mucho: el presente corre tan deprisa que a veces uno lee una novela de ciencia-ficción y le pasa como cuando tropieza en la tele o en internet con alguna de aquellas series futuristas de los setenta, en las que parece que los trajes de los astronautas estaban confeccionados con papel Albal y los robots con biombos de Dixán. Y, sin embargo, a pesar del apolillado tecnológico, cuando sus historias se imponen a sus decorados, esas obras mantienen su poder de fascinación. Lo mismo que hoy: más allá del software, del hardware, de la criogénesis, de los replicantes, del crecepelo universal, de las mutaciones y de las pistolas de rayos, es la organización social que se revela en esos mundos el meollo de sus visiones de futuro. En principio dos son las direcciones que ofrece la mirada prospectiva: la utopía y el apocalipsis. Desastres nucleares, ecológicos, infecciones víricas, ataques bioterroristas, guerras mundiales o interplanetarias son con frecuencia el punto de arranque de nuevos mundos, aunque a menudo esa causa primera la desempeñan los avances científicos, sobre todo en los campos de la ingeniería genética y la informática. Al respecto, dos novelas bien conocidas, "La isla del doctor Moreau", de H.G. Wells, y "Neuromante", de William Gibson -publicada en 1984 para deleite de los amigos de la numerología-, ilustran bien cómo el presente ha acelerado el paso pisándole los talones e incluso adelantando al futuro ficcional que en ellas se desarrolla. Separadas por 98 años, en ambas. además, se aprecia una característica muy extendida en el género: la aberración en lo social que acompaña al progreso en lo tecnológico.

     Julio Verne vislumbró la deshumanización que amenazaba tras la hipertrofia de la técnica y el progreso, pero su "París en el siglo XX" tardó más de ciento treinta años en publicarse, cuando ya su profecía tenebrosa se había transformado en una crónica costumbrista. Para justificar el rechazo Hetzel, su editor, había interpretado el gusto de los lectores de su época, para quienes aquella ficción repleta de vehículos, anuncios, electricidad y sistemas potentísimos de comunicación les hubiera resultado demasiado siniestra. Probablemente no le faltaba razón. Si se relee, por ejemplo, el inicio de "Viaje al centro de la Tierra" uno encuentra ahí una calidez de salita de estar que invita al lector a arrellanarse a gusto en el sillón y a meterse en la novela con toda familiaridad, como si estuviese en la misma casa. Pero de qué otra manera si no iba uno a acompañarle a la luna, al fondo del mar o a dar la vuelta al mundo a toda prisa, ¿no? En fin, veamos el texto:

     El domingo 24 de mayo de 1863, mi tío, el profesor Lidenbrock, volvió precipitadamente a su casita, situada en el número 19 de Königstrasse, una de las calles más antiguas del barrio viejo de Hamburgo.
     Marta, la criada, debió de pensar que iba muy apurada de tiempo, pues la comida apenas empezaba a hacerse en el fogón de la cocina. 

      Supongamos ahora que el regreso del profesor fuera el arranque de una distopía escrita ayer por la tarde:

     El mecanismo de apertura de la cápsula resonó en mi cabeza como un crujido de cristales rotos. Era evidente que Lidenbrock no esperaba encontrarme allí. Mencionó algo del contrato y me sacó a rastras. Caí desplomado sobre el suelo y noté un hilillo de sangre en los labios. La criada debió de pensar que estaba hasta el culo de metedrina y maldijo no haberme echado a tiempo de cambiar el futón, empapado de vómito y orín.

     También se hubiera podido incluir una escena de sodomía y abundar en la cochambre de una espacio mínimo, pero creo que la comparación con el texto de Verne ilustra varias características de las distopías desde "Neuromante" hasta aquí (menciono de paso tres títulos sobre los que quizás me extienda en próximos artículos: "Tocando fondo", de Cory Doctorow; "El día del oprichnik", de Vladimir Sorokin, y "Hierático", de Francisco Javier Pérez). En primer lugar, la falta de sobrinos; en segundo, la supresión de las comidas; en tercero, el abuso de drogas; en cuarto, el contraste entre la enormidad del espacio urbano y la estrechez del espacio privado; y en quinto, la jerga y el exabrupto. La conjunción de todos ellos en relación al protagonista dibuja un personaje que no está lejos del prototipo romántico: solitario, rebelde, inadaptado y cínico. Sin embargo, no hay heroísmo ni rastro de aura trágica, porque, a diferencia de los protagonistas de las grandes distopía fundacionales -"Nosotros", de Zamiatin, "1984" o "Farenheit 451"-, no hay enfrentamiento radical contra el mundo, a lo sumo un par de hostias por aquí y por allá; ni siquiera la muerte aparece como un destino fatal, porque ese es un problema que ya está resuelto en esas sociedades. En este sentido no se puede hablar tampoco de supervivientes, puesto que todos lo son. En esas circunstancias el gran desafío de los habitantes de muchas de las distopías está desprovisto de trascendencia: es el aburrimiento.  


     
            

10 comentarios:

  1. Nos sumimos en un presente de futuro inmediato, en un no-acelerar que jamás se detiene para echar la vista atrás.
    Bradbury, Orwell y Houxley, siempre unidos en su ciencia ficción visionaria y futurista. ¿A cual desembocaremos? A mí, por lo pronto y a nivel literario, me gusta Un mundo feliz. Tan feliz...

    Un saludo.

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    1. "Un mundo feliz" es una distopía clásica y una novela estupenda, claro que sí, pero se nota demasiado que pertenece a un tiempo en el que estaba muy definido lo que era presente y lo que era futuro.
      (Todo esto enlaza con tu último artículo, que desde aquí recomiendo a todos los lectores de estos Zapatos)
      Saludos

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  2. Malos tiempos para la distopía, porque la tenemos aquí. ¿Qué pueden imaginar ahora nuestros distópicos? ¿Aviones que se estrellan contra rascacielos? ¿Cadáveres que aparecen colgando de un puente? ¿Líderes políticos que ordenan a gritos a los periodistas que se pongan en pie en señal de respeto? ¿Fanáticos que graban en vídeo cómo le cortan la cabeza a su víctima?
    En cierto sentido, este tipo de novela representa casi un género en sí mismo, que evidentemente comparte rasgos con la ciencia-ficción, pero que es otra cosa. Me atrevo a añadir a las que mencionas "la naranja mecánica" o "Un mundo feliz". Respecto a esta última, resulta curioso cómo ha eclipsado con el tiempo a "Nosotros", de Zamiatin, a la que tanto debe y que, posiblemente, sea mejor que la de Huxley. Leí hace tiempo una entrevista, no sé si con la señora Tusquets o con el director comercial, que decía que "Nosotros" había sido el mayor fiasco de la editorial, y que apenas habían vendido unos cientos de ejemplares. La verdad es que en las librerías de viejo de Barcelona hay todavía ejemplares a patadas. Pues no sabe la gente lo que pierde.
    Desconocer la distopía es invocarla.

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    1. Es muy oportuno y acertado lo que dices. Subrayo mi coincidencia en el lamento por el desconocimiento general de "Nosotros" y discrepo en la última frase, a pesar de su brillantez innegable. Y ojalá fuera como dices, que el conocimiento nos ahorrara ese futuro penoso que se vislumbra en las esas novelas, pero lo cierto es que parece justamente lo contrario: que la realidad copie o se inspire en algunas de las ficciones más sombrías que se pintan en las distopías. Pero este es un tema complejo del que me ocuparé en próximos artículos de esta serie.
      Como siempre, bienvenido, y muchas gracias por tu comentario.

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  3. Veo, señor Signes, que de algo le han servido las lecturas de “Orgullo y prejuicio zombies” como demostró en sus artículos “Literatura y zombiedad”. Soberbia adaptación de “Viaje al centro de la tierra”, pura acción trepidante y sin ningún elemento almibarado. ¡Eso, eso! Al viejo profesor hay que levantarlo del sillón y ponerlo a hacer gimnasia para quitarle toda la grasa decimonónica. Sólo echo de menos unos colmillos al viejo caduco o que la sirvienta goce de un pedigrí zombie, vampírico o de mujer loba. Como veo que está en racha, le propongo renovar el aburrido catálogo de los clásicos. Para ello no le iría mal comenzar por modernizar su nombre. ¿Qué le parece Dick McSignes? Con ese apellido estelar le auguro un futuro literario multisideral.

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    1. Me parece, Huguet, que te ha afectado más que a mí el virus zombi, seguramente porque no tuviste la precaución de interrumpir la lectura de "Orgullo y prejuicio zombis" tras su primer párrafo, aunque no te culpo. En mi caso ya venía yo escarmentado tras haber llegado casi a la mitad de "Lazarillo zombi". Y respecto a lo del nombre, de momento lo dejaremos como está, ya que el que me propones me parece más apropiado para una marca de galletitas saladas que para ora cosa.

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  4. Muy interesante, sobre todo porque mi tradición en utopías se centra más en otros medios (cine y comic), seguiré el resto de entradas con atención.

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    1. Es verdad, Nit, que hay mucha distopía desatada en cómics y lelículas, incluso en videojuegos. Además el trasvase de un género a otro es muy fecundo. Me acuerdo ahora, por ejemplo, de "V de Vendetta", qe antes de ser película fue un cómic, o de "Metro 2033", que antes de llegar a las videoconsolas fue una novela.
      Un saludo.

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  5. Interesante entrada! La verdad es que poco he leído sobre este tema, exceptuando algunos de los que has mencionado, que no todos.
    Espero las siguientes reseñas acerca del tema.

    Un saludo ^^

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    1. Lo importante no es saber, sino atreverse a descubrir. Gracias, MAV.

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